Daniela Birt
Ora pro nobis
Yo que soy toda boca, toda espuma,
toda palidez; que no soy de cemento
o de arroz o
de palo, no represento arquitectura,
no nutro, no
embellezco. Me rehúso a implorar,
a
arrodillarme, a perseguir, recitar y doblarme
ante ti,
Padre.
Dios a mi
imagen y semejanza, eres dios de espuma,
de espina, de
tiniebla y bruma. Dios de irradiante
orquídea
nocturna y espectral, tibia y liviana
pasión
tumescente.
Dios
inexistente, dios imaginario,
dios
silencioso e irreflexivo; sí, tú, dios egoísta
y mezquino,
gastado, parco, ávido, hueco.
Tú, dios, que
vives y reptas
entre la
miseria opiácea de todos los cantos
que me
obligaron a ofrecerte.
Dios padre de
humo que hunde, profana y repudia
lo que no
comprende en su ínfima sabiduría doliente.
Dios padre
inaudito por ausente, por reticente, por indómito;
coloso que
empuja y grita vulgaridades.
Dios padre
amorfo e irreal, vacío de follaje íntegro
rodeado de
querubines asexuados que sollozan,
como tantos
sauces maricones de Nueva York,
te
santificamos los nombres con los que nos expulsas.
Dios padre
enigmático, esquivo y furibundo, yo no te ruego
desde mi
arrabal, desde mi muladar, yo no te ruego
porque, dios,
yo no tengo padre. Tú no eres mi padre,
aunque me
empales, cercenes y descuartices con
tus sórdidas
acusaciones.
Tú no eres mi
padre inexistente.
Tú no eres mi
dios incesante.
Tú no eres mi
culpa.
[Semper mea
culpa.]
De su libro
No se llama…
Ciudad de México,
2011
Grandes Obras de
El Toro de Barro
2ª Edición.
PVP 10 euros edicioneseltorodebarro@yahoo.es |
En todo lugar
hay un precipicio para
los valientes
y una sombra para los
exhaustos
y un manantial
volcando su frialdad.
En todo amanecer
hay rocío para los
temblorosos
y luz para los amantes
y frías piedras y
salvajes pastos.
En todo anochecer
hay sosiego para los
tempestuosos
y liviandad para los
solitarios
y una roca para los
que yacen al final del camino.
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