El Toro de Barro

El Toro de Barro
Mostrando entradas con la etiqueta .Jordi Doce. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta .Jordi Doce. Mostrar todas las entradas

sábado, 4 de julio de 2015

«Aparición» de Jordi Doce

 Ángel Crespo, Oculta transparencia (Antología, 1950-1959)   Prólogo Toni Montesinos Col. «Mayor de poesía» Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed. Tarancón de Cuenca, 2000. edicioneseltorodebarro@yahoo.es



Jordi Doce
(España, 1967)
Aparición




E
sto que brilla en el cuaderno
es lo que nunca amanecía,
lo que no tuvo sol para amanecer.
Y vas lento por la casa, rozando
los muebles, musitando trenos insistentes,
cifra de lo que antes ignorabas.
Hay nueva materia en este mundo.
Lo que no era ya es. Tampoco importa,
sólo unos pocos lo sabrán
(y sí, queremos esa ingravidez para lo menudo,
la bolsa amniótica,
la protección).
No obstante brilla, está brillando.
Desnuda y obscenamente resplandece.
Constelación de indicios, semillas a voleo
que forman grumos de sentido
y desmentidos, vidrios o veladuras
por donde sombras de nadie se pasean.
Collar de muchos centros o ninguno,
en su lugar no hay tiempo, su tiempo no ha lugar.

Eres irresponsable en tu inquietud, tu presidencia
de eso que ya despunta. Y miras, lo miras,
sales tangente de su arco igual que un asteroide,
materia ardida por un nuevo sol.



Otros poemas de Jordi Doce
Elegía (2008); El paseo (2000); Credo (1997):
Silvia Plath (1994); El Paramo (1990);


 

 Grandes Obras de 
El Toro de Barro
 Ángel Crespo, Oculta transparencia (Antología, 1950-1959)   Prólogo Toni Montesinos Col. «Mayor de poesía» Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed. Tarancón de Cuenca, 2000. edicioneseltorodebarro@yahoo.es
Ángel Crespo, Oculta transparencia (Antología, 1950-1959)
  Prólogo Toni Montesinos
Col. «Mayor de poesía»
Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed.
Tarancón de Cuenca, 2000.
edicioneseltorodebarro@yahoo.es
 













martes, 24 de diciembre de 2013

"El paseo", de Jordi Doce



El paseo




Arrecia en mí la vida con las primeras sombras.
Al final de la tarde, cerrados ya los libros,
cuando la luz decae anaranjada
en muros y parterres,
cuando la oscuridad de la pizarra
finge la transparencia de un espejo
que baña por igual a cuervos y gaviotas,
algo insiste en mi ánimo,
algo que azuza y dicta en mi silencio
con urgencia inequívoca.
Semejante al deseo, a su terca ceguera,
esa voz me conmina al desconcierto.
Es hora de salir,
dejando a un lado las palabras,
salvando los peldaños que conducen al mundo.
La frescura del aire de septiembre
da en mi rostro y aviva
la quietud suburbana
que he aprendido a llamar mi casa:
setos que encierran mínimos jardines,
visillos cuya tenuidad suaviza
esta fuga infinita de fachadas.
Su nada no es hostil:
más bien, mitiga el laberinto
con que la soledad nos planta cara.
La calle es una ayuda,
la escena pertinaz de mi impaciencia.
Sus porches y ventanas
donde nadie se asoma,
donde la luz indaga, oblicua,
ciñendo el revolar de los gorriones,
sirven de guía al círculo vicioso
del pensamiento. Sigo su trayecto:
el destino soy yo, la imposibilidad
de hurtarme a la conciencia que me piensa.
Camino,
me observo caminar
por esta red de calles en penumbra,
y vuelvo a ser el fruto
de una disociación: el gozo de vivir,
la seca lucidez que me consume.
Arriba, sobre el negro radiante de las tejas,
el cielo es un añil ultramarino.
Lo descubren mis ojos por azar,
llamados por el grito de los patos.
Inquietos, se diría que escapan de la noche.
O que corren con prisa su telón.
Su rectitud me asombra,
el fiel automatismo del instinto
apuntalando las generaciones:
son, están en su mundo,
nada puede apartarlos del centro en que respiran.
Por contraste, su sinrazón nos niega,
desmiente cuanto somos y aprendemos a ser.
La flor, el animal, son símbolos, no metas:
si crecen sin error, no es por libre albedrío.
Vira la luz a púrpura, de pronto.
Abstraído testigo de mis rondas,
me sorprendo en la orilla del pantano,
junto al puente de hierro y los laureles.
En la plata rugosa de sus aguas
mi rostro no es mi rostro
sino el de alguien, mudo,
que al mirarse me piensa.
Estoy entre dos centros, soy el tránsito
entre el gesto que es y el gesto que percibo.
En ese hueco están mis muchos tiempos,
las posibilidades de una vida,
incluso si vivir es la amargura
que anticipa su término.
Llegado a la raíz del laberinto
–yo mismo–,
no dudo en elegir la voz de los sentidos,
el temblor insidioso que recorre mi sangre.
En la otra orilla, un bastidor de chopos
hurta la luz final del día, y en las aguas
el viento eriza espumas fantasmales,
volutas del otoño que no llega.
Las sombras se apelmazan.
Arrecia en mí la vida y me confirma.

 De su libro
Lección de permanencia
2000

 
Otros poemas de Jordi Doce
Elegía (2008); El paseo (2000); Credo (1997):
Silvia Plath (1994); El Paramo (1990);

 Grandes Obras de 
El Toro de Barro
 PVP 8 euros
edicioneseltorodebarro@yahoo.es

llegar limpia de nombres
a tu nombre
sin gestos del pasado
ni voces que reclamen
como recién nacida
que viera por vez primera
a alguien
que no fuera su madre
sin ecos reconocibles
y poder nombrar nuestra mirada
con palabras nuevas
que contengan
la profundidad

del primer día sobre la tierra
Otros poemas de 
Neus Aguado




"El Profeta", de Carlos Morales. De su Libro "S". Ilustración Leonardo da Vinci


 

 

miércoles, 6 de noviembre de 2013

"Elegía", de Jordi Doce


Elegía

 

Lo profundo es la sangre aquí dentro,
cintas y más cintas de glóbulos errantes,
discos que fluyen intramuros con lavas caudalosas,
el líquido hormigueo de las venas
como galería de espejos
donde vida y sueño se replican eternamente.
El muchacho que leía en la luz aterida del norte
sigue leyendo bajo acacias africanas
y ve cómo su sombra es su hija, la sombra de su hija.
Las palabras se hicieron savia,
nervadura,
áspera corteza bajo la cual bullían
esquinadas metamorfosis: él mismo.
Entretanto, la sangre siguió girando a ciegas,
abriendo espacio en el espacio de un cuerpo
—páramos, ciudades, dormitorios y oficinas,
demonios y esplendores.
¿Qué importa si hubo vértigo, si el baile
fue a veces aquelarre,
premonición de ruina?
Ahora sólo escucha el parpadeo de las ramas
y la carne de su carne ensanchando el presente.

Lo profundo es la luz aquí dentro.



De su libro
Poética y poesía
2008


 
Otros poemas de Jordi Doce
Elegía (2008); El paseo (2000); Credo (1997):
Silvia Plath (1994); El Paramo (1990);
 
 Grandes Obras de 
El Toro de Barro


PVP: 8 euros
Pedidos a:
Puedes entrar. He dejado la puerta
abierta, la luz, la calefacción
encendidas. Hay un poco de vino
en la alacena, el café está reciente
por si me demoro y te vence el sueño.
Acaso estés aquí cuando regrese,
arropada en el sofá con mi manta
de viaje, reconfortada, quizá
complacida del mundo en su belleza,
sabiendo que hay una técnica pura
en esta maravilla de estar vivo.
 
Y si no estás, bendito sea el tiempo
en que estuviste. Sólo he de abrir
los postigos para que fluya el agua
llovida en la memoria. La luz, pronto,
dejará en las paredes una sombra
que llamará en sus labios con tu nombre,
contenta de estar en casa de nuevo.
 
  Otros poemas de
 Juan Ramón Mansilla




"El Profeta", de Carlos Morales. De su Libro "S". Ilustración Leonardo da Vinci