Jordi Santacana |
Ninguna
mujer ha podido desnudarme
Traducción de Manuel Baigorri y Manuel Llinás
Ninguna mujer
ha
podido desnudarme,
revelarme,
rodearme,
envolverme.
Esta
voz llega de un rincón perdido,
se
abren por sí solos los botones de mi túnica,
mi piel
se estremece,
se
desmoronan ciudades
construidas
sobre mi piel,
mi
cuerpo se desvanece
en
una aureola de polvo.
Descorro
las cortinas,
desconecto
el teléfono,
me
tumbo en el suelo de mi cuarto,
la
gente huye de mi cuerpo en una polvareda,
en
calzoncillos,
en
camiseta,
sin
ropa.
Mi
piel se agrieta,
mi
cuerpo arroja tinajas antiguas,
esqueletos
de mujeres enterradas en mí,
regalos
de cumpleaños, cartas, fotos,
la
voz se filtra en las grietas de mi piel,
las
paredes de la habitación rezuman,
el techo
gotea, y el timbre de la puerta está mojado.
Abro,
la escalera
está
mojada.
Tus
zapatos, mojados: Tu voz está mojada,
abres
la ventana y barres los pedazos de palabras,
beso
a beso
sanas
las grietas de mi cuerpo,
me
cobijas en tu seno
y
mi voz se alza desde un rincón perdido,
no
tiemblo.
Es
de noche,
no
estás en casa,
las
estrellas son de polvo,
mi
desnudez es polvo,
toda
la noche
mi
casa
se
oscurece,
se
ilumina.
De su libro
Visible como el aire, legible como la
muerte
Olifante, 2012
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La "Promesa"
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Yo, que he sobrevivido a cien lanzas
y he hecho temblar el
vientre
del desierto con uno
solo de mis carros,
perdí ante tus ojos mi
última batalla.
Ser cobarde en amor
equivale a estar muerto.
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1 comentario:
Fuerte y hondo, demasiado hermoso, cuando decir demasiado no es demasiado.
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