Jorge Fernández Granados
(1965)
La escalera
Para
conversar, tal vez, contigo
reviso la transparencia
de un viejo lenguaje
con un ánimo pausado, esa hora
donde todo guarda silencio
para oírte.
reviso la transparencia
de un viejo lenguaje
con un ánimo pausado, esa hora
donde todo guarda silencio
para oírte.
Para reunirme contigo
donde creo adivinarte, discreta
y puntual, cruel –no sé
si aún guardo en mi cabeza
una esquirla del sueño
donde hablabas
desde la penumbra de una escalera
donde sólo escucho tu voz
y creo, muy lentamente,
que subo.
donde creo adivinarte, discreta
y puntual, cruel –no sé
si aún guardo en mi cabeza
una esquirla del sueño
donde hablabas
desde la penumbra de una escalera
donde sólo escucho tu voz
y creo, muy lentamente,
que subo.
Nunca supe quién eras;
pero dentro de mí, acaso tu rostro
dormía, leve, elusivo
y me ayudó a vivir
mientras mi cuerpo escalaba
esos duros peldaños de piedra.
pero dentro de mí, acaso tu rostro
dormía, leve, elusivo
y me ayudó a vivir
mientras mi cuerpo escalaba
esos duros peldaños de piedra.
Aún oigo esa voz en mi
desafinada
alegría. Y amaneces
como entonces, humilde, aérea.
Me despiertas. Recuperas
las edades solares de mi risa.
alegría. Y amaneces
como entonces, humilde, aérea.
Me despiertas. Recuperas
las edades solares de mi risa.
Tu presencia
ha sido el extraño argumento de mi vida.
ha sido el extraño argumento de mi vida.
Sólo tu voz sin rostro
llamándome al final
de una escalera en la penumbra
de una casa vacía.
llamándome al final
de una escalera en la penumbra
de una casa vacía.
Dentro, tal vez, de lo que
temo
estabas antes mirando, mirándome volver
la cabeza de miedo. Te sé
tan visitante en la última luz
de la ventana como reunida
en el resplandor angosto de cada peldaño
con el que sólo pretendo aún
llegar a ti, tomar tu mano al final de la escalera
y decirte, con este viejo lenguaje,
que ha sido tan grande el miedo
como el amor por ti, desconocida.
estabas antes mirando, mirándome volver
la cabeza de miedo. Te sé
tan visitante en la última luz
de la ventana como reunida
en el resplandor angosto de cada peldaño
con el que sólo pretendo aún
llegar a ti, tomar tu mano al final de la escalera
y decirte, con este viejo lenguaje,
que ha sido tan grande el miedo
como el amor por ti, desconocida.
De su
libro
Cristal
(2000)
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Amela Einat, "La cicatriz del humo”.
Col «Biblioteca
del Holocausto»,
Carlos Morales Ed., Ed. El
Toro de Barro,
Tarancón de Cuenca 2004,
PVP 10 Euros,
|
El Toro de Barro |
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