El Toro de Barro

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jueves, 20 de septiembre de 2012

"Cavalo morto", de Juan Carlos Mestre...

Ken Rosenthal
  Cavalo morto




Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. 

Un poema de Lèdo Ivo es una luciérnaga que busca una moneda perdida. Cada moneda perdida es una golondrina de espaldas posada sobre la luz de un pararrayos. Dentro de un pararrayos hay un bullicio de abejas prehistóricas alrededor de una sandía. En Cavalo Morto las sandías son mujeres semidormidas que tienen en medio del corazón el ruido de un manojo de llaves. 

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. 

Lèdo Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y sale en las antologías con cara de loco. En Cavalo Morto los locos tienen alas de mosca y vuelven a guardar en su caja las cerillas quemadas como si fuesen palabras rozadas por el resplandor de otro mundo. Otro mundo es el fondo de un vaso, un lugar donde lo recto tiene forma de herradura y hay una sola tarde forrada con tela de gabardina. 

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. 

Un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo es un río que madruga para ir a fabricar el agua de las lágrimas, pequeñas mentiras de lluvia heridas por una púa de acacia. En Cavalo Morto los aviones atan con cintas de vapor el cielo como si las nubes fuesen un regalo de Navidad y los felices y los infelices suben directamente a los hipódromos eternos por la escalerilla del anillador de gaviotas. 

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. 

Un poema de Lèdo Ivo es el amante de un reloj de sol que abandona de puntillas los hostales de la mañana siguiente. La mañana siguiente es lo que iban a decirse aquellos que nunca llegaron a encontrarse, los que aún así se amaron y salen del brazo con la brisa del anochecer a celebrar el cumpleaños de los árboles y escriben partituras con el timbre de las bicicletas. 

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. 

Lèdo Ivo es una escuela llena de pinzones y un timonel que canta en el platillo de leche. Lèdo Ivo es un enfermero que venda las olas y enciende con su beso las bombillas de los barcos. En Cavalo Morto todas las cosas perfectas pertenecen a otro, como pertenece la tuerca de las estrellas marinas al saqueador de las cabezas sonámbulas y el cartero de las rosas del domingo a la coronita de luz de las empleadas domésticas. 

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. 

En Cavalo Morto cuando muere un caballo se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere un evangelista se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere Lèdo Ivo llaman al sastre de las mariposas para que lo resucite.
 

Háganme caso, los recuerdos hermosos son fugaces como las ardillas, cada amor que termina es un cementerio de abrazos y Cavalo Morto es un lugar que no existe.



Grandes Obras de 
El Toro de Barro
Emilio Coco y Carlos Vitale, "Alientos de luz". Col. Gárgola de Poesía. Ed. El Toro de Barro, Carboneras del Guadazón, 1984. edicioneseltorodebarro@yahoo.es
Emilio Coco y Carlos Vitale, "Alientos de luz".
Col. Gárgola de Poesía. Ed. El Toro de Barro,
Carboneras del Guadazón, 1984.
edicioneseltorodebarro@yahoo.es
 

Emilio Coco y Carlos Vitale, "Alientos de luz". Col. Gárgola de Poesía. Ed. El Toro de Barro, Carboneras del Guadazón, 1984. edicioneseltorodebarro@yahoo.es



 















 




5 comentarios:

A chuisle dijo...

He seguido esas huellas casi invisibles que han dejado ustedes (Carlos y Mery Sananes) y lo que han escrito tiene una correlación cósmica con las entrañas más recónditas de nuestros YO, el consciente, el subconsciente y el inconsciente, que a su vez están correlacionados con la sutil y etérea memoria universal. Mery lo dice cuando habla del "fluir cuántico", en ese magnífico post, tanto en su introducción, como en su propio poema preciosamente cuántico:

"Muchas veces he pensado que tal vez la poesía es la conciencia de algo de lo que no podemos tener conciencia de ninguna otra manera, una experiencia vedada a otro tipo de conocimiento, aquello que desapercibido tras la apariencia física de las cosas nos permite percibir el otro fluir cuántico de las partículas elementales del pensamiento, la ancestralidad de los sueños, la memoria que en nosotros pervive de los mitos fundacionales del amor y la muerte, la vinculación con alguna presencia original de lo sagrado, sea lo sagrado lo que para cada uno sean la huella de sus dioses, de sus antepasados, una intuición relacionada con los lenguajes del porvenir que nos permite seguir creyendo en la condición humana..."

"Creo que la risa de un niño tendido
sobre la hierba jugando a cazar estrellas
puede abrir una rendija por donde
la pupila descubra todo aquello
que le ha sido vedado

Creo que cuando alguien hace suyo
el extravío de percibir el tremor de
la tierra el pizzicato del viento
o el soneto para tubas del agua
la utopía alcanza levedad
de campanario"
(Mery Sananes)

Cavalo Morto existe, en los rincones de mi tierra y en la de todos los pueblos, en los poemas de Lorca y de Huidobro, en las leyendas de Bécquer, en las novelas de García Márquez, y estoy segura de que de allí es "La Dolores" de Carlos Morales.

Cavalo Morto, como lo cuenta Mestre es la tierra que todos llevamos dentro, La Tir na n-óg irlandesa, el jardín secreto, la tierra de nuestros deseos, lo que nos hace empeñarnos en vivir realmente la vida, por todo aquello que vale la pena luchar.

A chuisle dijo...

Me refería al post de Mery Sananes en su blog:

http://embusteria.blogspot.com/2012/06/desde-el-dedal-de-los-olvidos.html

A chuisle dijo...

Tengo que destacar la belleza del poema de Lêdo Ivo y la aún más grande belleza de las palabras tan mágicamente hiladas, más bien bordadas de Juan Carlos Mestre, que necesariamente me llevan al Creacionismo de Huidobro, para mí el más grande poeta chileno.

Y al mismo tiempo destacar la maestría de tus palabras Carlos, en tu introducción. La belleza abunda y rebasa en este post concatenado que no tiene principio ni fin.

Carlos Morales dijo...

Ay, Myriam, sí...pero sabes? He hablado con él varias veces por teléfono, y conservo sus cartas dibujadas con una originalidad de estilo que hace de él una persona en modo alguno homologable. Pero no, no lo conozco personalmente. Lo que sí sé es que, sin pisar a nadie -cosa rara en el mundo literario español-, Juan Carlos Mestre se ha ido convirtiendo por derecho propio en uno de los grandes -muy grandes- de la poesía española de mi generación. Pero como dije en otro lado, el poema que aquí he dejado, el CABALO MORTO, es uno de los poemas capitales de su obra, pero también -y de eso no tengo ninguna duda- de toda la poesía hispanoamericana contemporánea en su conjunto. Carlos se irá algún día, probablemente. Pero este poema -lo se- no morirá nunca.

Administrador dijo...

Disculpa, Carlos, que siempre te ande llevando la contraria. Pero Carlos no se irá, Tenlo por seguro! Carlos está inscrito hace mucho en las huellas del porvenir.

Y gracias Myriam, siempre te das por entera a todos, con tu inmensa dulzura. Y me has dado el privilegio de juntarme a todos estos creadores, de los cuales tú eres un hilo interminable.