Andrei Zadorine |
Antología de la poesía mexicana contemporánea
Jorge Fernández Granados
(1965)
Nadir
A dónde van las cosas que
nos duelen,
las que vivimos así, calladamente,
contando nuestros pasos que se borran.
El humo, la canción,
nada importante,
la misma calle, el mismo tren, la misma sombra.
A dónde van cualquier tarde
esas imágenes que aran
hasta el último rincón de lo que somos,
y vuelven y brillan y no hablan.
las que vivimos así, calladamente,
contando nuestros pasos que se borran.
El humo, la canción,
nada importante,
la misma calle, el mismo tren, la misma sombra.
A dónde van cualquier tarde
esas imágenes que aran
hasta el último rincón de lo que somos,
y vuelven y brillan y no hablan.
A
dónde van entonces que nos duelen
como un crujido de brasas en la noche,
como un espanto de pájaros y rezos.
Una herida que pasa despacio
al otro lado de la carne.
O sólo duele la pobre, pobre maravilla
que nos traspasa
y se aleja en su viento de detalles,
el truco triste de su apenas, muda
y miserable, duele toda, todavía.
como un crujido de brasas en la noche,
como un espanto de pájaros y rezos.
Una herida que pasa despacio
al otro lado de la carne.
O sólo duele la pobre, pobre maravilla
que nos traspasa
y se aleja en su viento de detalles,
el truco triste de su apenas, muda
y miserable, duele toda, todavía.
Y a
dónde va, igual, toda esa mancha
del dolor que invade
la hierba, la herrumbre, las baldosas
y el secreto temblor de las miradas.
A dónde van las cosas
que traemos en un pozo, en la huella de los dedos,
las voces del asombro y el amor y la tristeza.
Sólo sombras
limitadas, nuestras, quietas
y casi ofrendas también,
irremediables,
viejas.
del dolor que invade
la hierba, la herrumbre, las baldosas
y el secreto temblor de las miradas.
A dónde van las cosas
que traemos en un pozo, en la huella de los dedos,
las voces del asombro y el amor y la tristeza.
Sólo sombras
limitadas, nuestras, quietas
y casi ofrendas también,
irremediables,
viejas.
Qué
pobre es el dolor si lo inundan
de gavetas, filigranas o preguntas,
si lo explican. No se curva
el dolor sobre su lámpara, no pasa
por el umbral de las palabras.
Es sedoso rumor bajo el candil del esqueleto,
cangrejo hambriento que se entierra
en la arena púrpura del alma.
de gavetas, filigranas o preguntas,
si lo explican. No se curva
el dolor sobre su lámpara, no pasa
por el umbral de las palabras.
Es sedoso rumor bajo el candil del esqueleto,
cangrejo hambriento que se entierra
en la arena púrpura del alma.
A
dónde va la sombra de las cosas, el vaho
de la tibieza en un cristal.
A dónde va el prodigio, ese ver
de pronto
el afilado fuego, la serpiente
a los pies de una diosa de madera.
Ese ver
que sólo es aire, rastro,
música de huellas;
y ese como tocar de pronto
una honda, honda grieta
debajo de este mundo.
de la tibieza en un cristal.
A dónde va el prodigio, ese ver
de pronto
el afilado fuego, la serpiente
a los pies de una diosa de madera.
Ese ver
que sólo es aire, rastro,
música de huellas;
y ese como tocar de pronto
una honda, honda grieta
debajo de este mundo.
De su libro
Los hábitos de la ceniza
(2000)
Grandes Obras de
El Toro de Barro
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