Vicente Aleixandre
(España, 1898-1984)
La vida
No te quejes de que los hombres sufran.
No te quejes, al despertar, de que todos los hombres
sufran,
de que el dolor del mundo esté en la tierra, en las
palmas de las manos
mientras las plumas suaves vuelan libres, lejanas.
No te quejes, amorosa existencia, del dolor de
vivir,
de saber que en lo oscuro una cadena no duerme,
de presentir cuánto cuesta no confundir
un beso y un coágulo.
Tú, generosa presencia de un sol que existe,
que repasa cuidadoso los desnudos gastados,
tú, única verdad que no cuesta sangre,
que no cuesta apoyar su cabeza en la tierra.
Tú, agua que canta difícilmente con las cascadas,
espuma o collar para los muertos que flotan,
para los hombres que descansan de una vida posible,
como son posibles las llamas o las manos crueles.
Tú, diminuto grano, semilla generosa,
cerrazón de un destino,
única verdad que los hombres no ocultan;
tú, vocación de un pájaro, de un verdugo inocente
que a su vez va a morir en las plumas de un lecho.
Tú, monte, tú mar,
tú, encendida o derramada,
tú, naturaleza donde los vestidos sin cuerpos
quedan abandonados junto a un mar sin orillas.
¡Oh muerte, muerte!
Paloma o temblorosa doncella,
virgen verdadera;
tú, ciega que aquí en los brazos tiemblas,
tú, que al beso que retorna de un mundo vil o
extinto
sabes tender tus plumas como brazos.
¡Tú, luz o sombra, esperanza o venganza;
tú, mar que bajo un cantil nos contempla:
tú, fiel oído que escucha unas palabras
con que al abyecto mundo lo maldigo!
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Carlos Morales, "Un rostro en el jardín"
Col. Cuadernos del Mediterráneo.
Ed. El Toro de Barro, Tarancón de Cuenca 2000.
edicioneseltorodebarro@yahoo.es |
El Toro de Barro |
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