Octavio Paz
(México, 1914-1998)
La vida sencilla
Llamar al pan el pan y que aparezca
sobre
el mantel el pan de cada día;
darle
al sudor lo suyo y darle al sueño
y al
breve paraíso y al infierno
y al
cuerpo y al minuto lo que piden;
reír
como el mar ríe, el viento ríe,
sin
que la risa suene a vidrios rotos;
beber
y en la embriaguez asir la vida,
bailar
el baile sin perder el paso,
tocar
la mano de un desconocido
en
un día de piedra y agonía
y
que esa mano tenga la firmeza
que
no tuvo la mano del amigo;
probar
la soledad sin que el vinagre
haga
torcer mi boca, ni repita
mis
muecas el espejo, ni el silencio
se
erice con los dientes que rechinan:
estas
cuatro paredes —papel, yeso,
alfombra
rala y foco amarillento—
no
son aún el prometido infierno;
que
no me duela más aquel deseo,
helado
por el miedo, llaga fría,
quemadura
de labios no besados:
el
agua clara nunca se detiene
y
hay frutas que se caen de maduras;
saber
partir el pan y repartirlo,
el
pan de una verdad común a todos,
verdad
de pan que a todos nos sustenta,
por
cuya levadura soy un hombre,
un
semejante entre mis semejantes;
pelear
por la vida de los vivos,
dar
la vida a los vivos, a la vida,
y
enterrar a los muertos y olvidarlos
como
la tierra los olvida: en frutos…
Y
que a la hora de mi muerte logre
morir
como los hombres y me alcance
el
perdón y la vida perdurable
del
polvo, de los frutos, y del polvo.
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Ramón Andrés, Canción de un hombre feliz
Col. «Cuaderno del Mediterráneo»
Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed.
Tarancón de Cuenca, 2005.
edicioneseltorodebarro@yahoo.es |
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