El Toro de Barro

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martes, 1 de julio de 2014

«El pacto», de Carlos Morales.


Cuadro de Andrei Zadorina, Poema EL PACTO, de Carlos Morales; L. Ref: Carlos Morales, "Coexistencia (Antología de poesía israelí –árabe y hebrea– contemporánea”, Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed.
Andrey Zadorin
Carlos Morales
(España, 1959)
El pacto
(18 de marzo de 1989 – 5 de enero de 1996)



Al abuelo Amós,
y a Antonio Porpetta

Recuerdo el farol que el abuelo llevaba
en la mano, la luz que en la mano
llevaba cosida el abuelo,
los dedos de la luz adentrándose
lejos, hurgando en la noche
con sus lanzas de oro.

También recuerdo el olor del frío,
el terror que sentía a su mano pegado,
las sombras moviéndose, a mi lado
las dos como juncos que huyeran
de la luz, a través de la luz, y esos perros
que en lo oscuro, terribles, me rozaban.

Y ese aroma semejante al cuchillo
que dejan cuando pasan los corderos
en medio de las sombras, y esas puertas
cerradas, las ventanas durmientes
de los muros, y el silbo de los árboles,
y el viento que gruñe con sus labios
helados, abriéndose paso
por los callejones negros,
y esa forma tan extraña que los buhos
tienen de cantar a Dios
cuando Dios duerme tan a gusto en sus campanas.

Recuerdo también la puerta de madera
que chillaba, la puerta que era puerta
sólo por piedad; había que levantarla
-como todo en la vida- para que abriera
sus fauces, para que nos dejara entrar
donde el silencio, donde sólo el rumor
tronchado de la paja bajo el peso
de las sombras que flotaban, la sombra
de un niño, la sombra de un viejo con luz
que se movía con un niño al fondo
que me estaba mirando.

Y allí estaba ella, de pie, hinchada como un barco
de esclavos, como un barco con patas
oculto en las umbrías de una rada sin nadie.
Apoyada en el pesebre la oveja estaba,
la oveja que tenía una oveja dentro, la oveja que tenía
un balido dentro y yo no lo sabía. El abuelo
entonces quitóse la pelliz, la camisa quitóse,
y el brazo metió en la popa del barco,
y su proa con forma de boca gimió
como grita el dolor, como gritan las rosas,
y una cosa salió que, flácida, brillaba,
y en mis manos puso la cosa el abuelo,
y la cosa baló, y su boca tembló, y la cosa movió
sus delgadas patitas en mis brazos viviendo,
y entonces mano de niño amontonó la paja,
cama hizo, y en ella durmió con el cordero salvo,
y el abuelo mirando se quedó, el abuelo reía
con su luz en la mano, junto al barco vencido,
con un niño al fondo, un niño con flauta
asomado a sus ojos que dentro le cantaba
para no morir de asombro ni de tanta ternura.

La historia de un pacto.
La historia de mi pacto secreto con la vida.


De su libro
El libro del Santo Lapicero
Prº Juan Alcaide de Poesía
Valdepeñas, 1999


 Grandes Obras de 
El Toro de Barro
Carlos Morales, "Coexistencia (Antología de poesía israelí –árabe y hebrea– contemporánea”, Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed.
Carlos Morales, "Coexistencia (Antología de poesía israelí –árabe y hebrea– contemporánea”
Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed.
Tarancón de Cuenca, 2002.
edicioneseltorodebarro@yahoo.esPVP 10 euros.








 







 
 

 
 

4 comentarios:

Antonio Porpetta dijo...

Muchas gracias, gran poeta. Siento auténtica debilidad por este poema, que hace tiempo incorporé a mi seminario "Hablemos de Poesía". Públicos de España, Guatemala, Santo Domingo, San Salvador, Belgrado, Los Ángeles, Nueva York...lo han escuchado leído por mí, y siempre se han emocionado con él. Tu dedicatoria me ha hecho feliz.
Un gran abrazo.

A chuisle dijo...

Poema inmenso con esa inmensa carga de las imágenes de la infancia, de esas imágenes que se van sobreponiendo a otras, en poderoso flashback. Remiendos luminosos de la vida que jamás nos abandonan, estoy convencida que nos acompañan aún cuando la memoria ha huido.

Anónimo dijo...

Un placer pasar, leer.

Saludos.


José A. Pamies

Antonio Tello dijo...

Leyendo este poema descubro cual es el secreto de nuestra empatía, descubro que aquello que nos hermana es nuestro origen. Esa cuna de paja que alumbra y dirige la mirada sobre todas las cosas y que la urbe no puede -nunca ha podido- trastornar. No me extraña lo que cuenta Antonio Porpetta que ocurre con este poema, porque lleva el don de la veracidad.