El Toro de Barro

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domingo, 1 de enero de 2023

«Salmo de los pájaros negros», de Carlos Morales del Coso

Poema escogido: Salmo de los pájaros negros, de Carlos Morales. Poemas dedicados al 11 de marzo y 11 de septiembre. Libro de Referencia. Carlos Morales, "Coexistencia (Antología de poesía israelí –árabe y hebrea– contemporánea”, Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed.

(1959)
Salmo de los 
pájaros negros



Hierro somos                           somos tus negros pájaros de hierro 
repetimos tu silbo                                            repartimos tu nombre
por los campos               Señor                        desplegamos de noche
tu Voz por los canchales                                             la dejamos caer
sobre las torres de luz                                          sobre las guarderías
sobre los ciervos que manan de los montes        Señor
sobre las silenciosas plazas y los mercados pobres
de Jerusalén                                    
                                         llegamos con el alba
                        ululan las sirenas de los claustros
se agitan las campanas           los perros                 los escombros
los lirios se arrodillan            Señor          al paso  de tus ángeles
lo hacemos en tu nombre
de mañana y de noche                               volamos y volamos
los ojos las escuelas                                    y las puertas
volamos en tu nombre             Señor            los hospitales
                                    
las piernas de Manhattan                    tronchamos sobre el Hudson
los ícaros ardientes de Manhattan      cayendo sobre el Hudson
los taxis amarillos                 las bestias saludando en los cristales

y esas reses colgando de los puentes
de Sebrénika
tú júbilo Señor
tus crisantemos rojos
las risas que tú mismo cultivaste
bajo la fresca cúpula de tus santuarios...

oh Dios de Notre Dâme
oh Dios que riegas tu jardín en las basílicas
que tu testa humedeces con el agua fresquísima  de las mezquitas
y el dorado aceite de las sinagogas      
¡levanta tu cabeza
escúchanos cantar escúchanos danzar
sobre las altas palmeras de Bagdad 
en la nochada!

somos tus negros pájaros de hierro 
de mañana y de noche tu nombre repetimos
tu música dejamos             Señor              caer sobre los cuerpos
sobre la piel tendida de aquellos dos amantes
desnudos para siempre los amantes 
sobre una cama muerta      Señor     donde el romero estalla
y viste el Musa Dagh de atardeceres rojos  
para que tú los cubras         Señor                bajo tus rosas
para que tú dibujes en su boca
las negras flores negras  de tu burka
izamos las trompetas                               ondeamos los tambores
anillos de humo blanco como ayer   
escritos en el alba como ayer con un temblor  de seda
sobre las frías zanjas del invierno              sobre las chimeneas
sobre las puertas oscuras de los trenes tocamos con los dedos

la música de Auschwitz 
las danzas hermosas de Treblinka
los dulces salmos negros        las hogueras    
¡Señor!
lo dicen los periódicos que envuelven la reseca comida 
(de los albañiles       
lo dicen los pendientes de plata que una muchacha dejó     
perdidos en las suaves colinas de Polonia 
bajo las fauces negras de un cerezo en flor que crece 
(en la estrechura 
cuando el reloj entreabre su túnica de de cedro
y la mujer se inclina  buscando la sandalia de un muchacho
en una fosa común                  oculta entre las flores Kosovo
                                                 Señor
                                      bajo tus ángeles...

¡oh Padre           levanta la cabeza             desnúdate y respira
somos tus negros arcángeles de hierro         
tu risa repartimos            Señor                     danzamos y danzamos
ahítos de tu gloria            cosidos a tu muerte                    
Señor                 in nómine dei tu ira dibujamos  
                                               
y tu risa dejamos correr cuando atardece 
en la nuca del alba
Señor 
la lluvia bendita de tus rosas 
por los siglos de los siglos

Amen

De su libro
Salmo
Ed. El Toro de Barro, 2005.




Grandes Obras de

EToro de Barro
Carlos Morales, "Coexistencia (Antología de poesía israelí –árabe y hebrea– contemporánea”, Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed.
Carlos Morales, "Coexistencia (Antología de poesía israelí –árabe y hebrea– contemporánea”
Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed.
Tarancón de Cuenca, 2002.
PVP 10 euros.
Carlos Morales, "Coexistencia (Antología de poesía israelí –árabe y hebrea– contemporánea”, Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed.

















«La piel», de Bertolt Brecht * «Llevo tu corazón conmigo», Edward Estlin Cummings * «Canción para mi hijo», de Rabindranath Tagor  «Aforismos», de Frida Khalo

domingo, 25 de marzo de 2018

«La danza del Burka», de Carlos Morales

Teresa Zafón



La danZa del burka


(Madrid, 11 de marzo)



La fosa cavad en el cielo las rosas bordad
los muertos del aire
clavad en los muertos la luna gamada
la mancha sajada in nómine dei
dejad dormida en los trenes
y alzad los tambores las reses que yacen alzad
las palas las flautas las dulces campanas
las puertas cerradas de hierro en el cielo pintad
la bosta en la cama común un burka en la fosa
que pájaros dancen
que suenen las ruedas del aire las arpas de rojo
las flautas más hondo en las cruces colgad
la sangre que luce
las flautas que sopla el silencio del alba
las puertas cerradas los trenes abrid un lecho en la noche
abrid una noche el cielo a canal
tallad sobre el cielo las cruces los muertos del aire
los cielos cavad en los ojos más hondo
los muertos pintad en el aire la noche más triste
las bestias cubrid las testas dormidas volad
con velos rasgados los trenes partidos que arden
alzad en el alba las rosas felices de marzo
que brille en la noche la luz del carnero
y dance la sharia
que baile la pala que bala in nomine Auschwitz
que baile la sharia gamada in nómine dei un burka en la fosa




De su plaquette
Salmo
Cuadernos del Mediterráneo
El Toro de Barro, 2005.


Otros poemas de Salmo

Traducciones   *    Versiones   *    Artículos


Grandes Obras de 
El Toro de Barro


Shamer Khair, enCarlos Morales COEXISTENCIA, Antología de la poesía isralí -árabe y hebrea- contemporánea.
2ª Edición.
PVP 10 euros
edicioneseltorodebarro@yahoo.es
Libro recomendado
no apuntéis vuestros fusiles
sobre mi alegría,
contra la que no vale la pena malgastar
ni lo que cuesta un cartucho.
Lo que veis
ágil y rápido como una gacela,
huyendo en todas direcciones como una perdiz
no es alegría,
creedme,

mi alegría nada tiene que ver con la felicidad...

Otros poemas del poeta pacifista 
árabe israelí













miércoles, 28 de marzo de 2012

Carlos Morales, "La danza de los pásharos"


 


La danza de los
Sharos




Cielo triste
cielo mira mujer con niño dentro
hombre solo mira cielo
mira niño
mira mujer sola
contempla nube oscura pintada en cielo triste

Indio pone quena en boca
quena silba mágica
trota en aire
llama pájaros
pájaros duermen en monte
pájaros no quieren despertar
no pueden despertar
no saben volar en cielo triste

De pronto cielo fulge
de pronto brama cielo
toca címbalos y llora
entorna sus esclusas himen Dei
vienen pájaros en medio de tambores
pájaros y espinos la música buscando

Quena encuentra pájaro qui vola
rara escoba baila cielo triste
danza tosca
oh pájaro insolente
oh pásharo que bajas
oh páxaro infelice en plomo dibujado

Hambriento el Agnus Dei el cielo triste cruza
cielo llove pájaros y lluvia
quena llora pájaros cursivos
gozoso Santo Espíritu a pájaros espera
a pájaros que lumen pecatta tollis Dei
al cabo pico santo rompe pájaros ingrávidos
plumas llueven
en garra de Dios oh pájaro abolido

Indio sella boca
guarda quena
hinchado Sancti Espíritu regresa a la montaña
ya no pájaros
ya no ojos mirando cielo triste
solombras nubes rojas
sólo un hombre en la tempesta
mujer sola con niño dibujando
el rastro del espíritu
el caos que se avecina
 





De su libro 
El Toro de Barro, 2003.




Algunas Traducciones
Algunas Versiones



Nota sin demasiada interés.-

     Escribí este poema en un autobús, sobre unas servilletas de papel que tomé de un bar y en el vaho de la luna de la ventana que me separaba del frío. Iba con mis hijos, entonces muy pequeños. Nos había impresionado el espectáculo que un peruano escenificó con sus pájaros en un zoológico. Y es que ocurrió algo sobrecogedor: un águila desobedeció las órdenes de aquel hombre pequeño y racial, y agarró con sus garras a un pajarillo despistado, cuyas plumas comenzaron a caer sobre el viento. Me dio por pensar que el pájaro era yo en las garras de Dios, o del destino, que por primera vez me había dibujado un tumor que luego -con el tiempo- apenas sí tuvo consecuencias. 
Esto ocurrió en noviembre de 1999. 
Llevaba sin escribir catorce años.
     Utilicé expresiones sefardíes y latinas. Y lo hice sin señalar -mediante subrayados- su individualidad. Las integré voluntaria y conscientemente en las expresiones en castellano, buscando en su continuidad un solo, un único lenguaje poético, capaz de adecuarse a las visiones enloquecedoras de la desesperación que, por aquellos días, me doblaba las espaldas del espíritu. Pero hice más: procuré borrar del paisaje del poema los artículos, adaptarme al lenguaje dificultoso de mi -entonces- hijo más pequeño, Darío, que hablaba como los indios de los western. 
     En mi cabeza retumbaban los versos deslumbrantes del Ite misa est, de Gabino Alejandro Carriedo, que acababa de leer después de que Francisca Domingo, su gran estudiosa, me lo enviara en un puñado de cuartillas que contenía los poemas que mi admirado poeta palentino había escrito antes de que lo encontraran muerto, y sólo, en su apartamento de San Sebastián de los Reyes....
     Aquel atardecer decidí que sí, que pondría en marcha El toro de barro, que merecía la pena perseverar en el camino editorial de su fundador, y de mi amigo, Carlos de la Rica. Y decidí hacerlo con Gabino, con El libro de las premonicionesY también los poemas sefardíes de Margalit Matitiahu, sus solombras, sus pásharos que lloven y que volan bajo la tempesta del espíritu de Dei...
     Y aquél atardecer comencé -por fin- a escribir, obsesivamente, como si aquella escena hubiera abierto totalmente todas las esclusas de mi corazón...     Durante los cuatro meses que siguieron a aquel día, tallé -esa es la palabra, a golpe de martillo- los poemas de El Libro del Santo LapiceroY desde entonces, apenas sí he vuelto a escribir más. Pocas cosas, pocas que merezcan la pena ser salvadas de la quema...
     Pero ahí comenzó la rebelión. 
     Mi pequeña lucha por el hombre que yo soy, por mi pequeña vida.
     


     Perdone el lector esta mancha autobiográfica. 

Carlos