El Toro de Barro

El Toro de Barro

lunes, 9 de julio de 2007

Rodolfo Häsler, "Tratado de lisantropía"

EL RÍO QUE GUARDAS
EN UNA CAJITA DE TE
Rodolfo Häsler

1

No pruebo antídoto posible o transfusión
de cómoda muerte a la espera del vino
irreversible, del asesinato a sueldo
de los dientes, del remedio de las garras
como azores, y un sudor amargo me marca
y en la iniciación.

2

Es el ansia un Lykabethos cegado por las
sienes feroces, una seducción suave de
ojos pequeños,
es la temperatura que aumenta endemoniada
en el pelo y en la espalda,
es el fresco clima de la noche y la luna
aúlla mientras fluye el monte de los
lobos y el sudor se hinca en la recuperación
de los sentidos.

3
Ensalza, corazón, la ruta de Macao, porque
allí soñaste, allí te esperan puertos y
otro puerto, las figuras de piedra en el
parque entre estrellas, porque allí viviste
con la naturaleza en ese río que guardas
en tu cajita de té.


4


China apareció entre nosotros como un
enorme jade que duele en sus aristas,
como un lejano río de aguas fangosas
que enloda todo tu cuerpo, tu cuerpo
jade, mi cuerpo amarillo como madera.
China apareció como sábana de arroz
entre tu pelo, el agua, el barro, el soplo.

5


Son mías todas las ciudades y sus teatros
de sombras, y son míos también los gestos,
los ropajes, los mercados, las múltiples
sonrisas y las ofrendas, los ánades y las
flores de los sauces.
Todo asemeja a los niños que se anhelan
para sí, al entorno que eclipsa la luz
de las gargantas, de todas las gargantas
infantiles, oscilantes como la tarde detrás
de las fronteras.


6

El momento de la feroz metamorfosis se
aproxima a mis días evasivos, a los juegos
prolongados en fauna y ramas submarinas,
a la espalda ennegrecida como huso
de carbón frutal. La fiebre se acerca
rítmica como las páginas de mis lecturas
de pasión, Shangai-Lily o el fin
de mi requerimiento, lleno de mutantes
desvelos, perenne el recorrido por las
estaciones chinas, por la lluvia china
en mi nuevo estado de aventura.



7

Las bicicletas silenciosas atravesaban las
calles como alambres, las piernas subían y
bajaban como alambres en aquellos días
serenos en que el horizonte era sólo agua.

(Escogidos de Tratado de lisantropía)

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