Andrew Lucas |
(1959)
Tarde en Huitzilac
A Hugo Gola
Supongamos que todo estuvo ahí:
las hilachas de sol sobre
una ladera
que cuidaba su propio
cultivo de sombras,
el árbol imaginado
desde la orilla de la ciudad
como una fricción recurrente
de ramas
en la memoria que busca
otro árbol para fracturar el
molde,
otra postura del eucalipto
para inventar una forma,
una prueba de que el día
vino
con su cuota de objetos,
su volumen de naturaleza
intacta.
Supongamos que ese jardín
tuvo su propia ascendencia;
que el barranco domado por
la casa
cedió su intemperie
a cambio de la baraja de
tonos
repartida desigualmente
entre el régimen
insubordinado del pasto
y las calles sueltas como
cintas desde lejos;
que la ruta del campo fue el
retorno
a una edad menos sólida de
los cuerpos,
cuando el aire y la piel
trashumaban en un mismo
flanco de la luz.
Supongamos que en ese
declive de la tierra
durante dos o tres horas
junto a la fogata
hubo una civilización y
luego su ruina,
un estilo estrecho de la
frase
y otro idioma de silencios
esculpido en la aldea de la
boca,
otra versión de la persona
más clemente que nuestros
contornos
descompuestos en la arcadia
de una colina,
como las figuras de un
tiempo
carcomido por la campaña
seca
de unas cuantas voces.
Supongamos que tuvo sentido
proclamar el make it new en polvo morelense,
el molino de Montale y su
agua veteada,
el “Dante y yo” mitigado
por el falso trópico de la
fronda
que anulaba toda noción de
testigos,
salvo el perro de la cuadra
uncido a la reja de
alambres,
que recibía nuestros dardos
de carne
como un mártir condenado
a imitar la quietud del
pavimento.
Supongamos que todo ocurrió:
primero la polémica de
hábitos
más allá del paisaje,
el arte o la ira de la
defensa;
luego la duda moral
en las cuestas de Huitzilac,
a ratos la alianza
entre una tradicion y el
grito;
que hubo al final
el gorjeo tan deseado
de un ave diminuta,
la melancolía dilatada
de un burro pasajero
frente a la barda de piedra,
y que la falla de origen
en ese fasto bucólico
no fue la extensa gramática
de los comensales
sino la avaricia imparcial
esa tarde,
que dispuso dar otra vez de
sí
tan sólo una idea más,
imperfecta.
Otros poemas de Tedi López Mills
«Agua» * «Secuela» * «Verdad a medias»
«Tarde en Huitzilac» * «Nieve»
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Carlos Morales, "Un rostro en el
jardín”
Col. «Cuadernos del
Mediterráneo»
Ed. El Toro de Barro,
Tarancón de Cuenca, 2000.
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