La Rosa de Hal.Lach(1)
Pero existe la fe de la estrella
en todas las estrellas[2] -escribió en la playa.
El oleaje exhumaba la
memoria de un océano sin fin
y del sol emergiendo
de la oscura caverna.
Sobre las noches y los
días,
el escarabajo
improvisó una danza,
y a la orilla del río,
el papiro entonó una endecha azul:
una palabra sabia está más escondida
que las piedras preciosas.
Buscad esa palabra
dijo el rey.
Y los peces del Nilo
se sumergieron hacia el légamo
y los lotos la
elevaron del cieno a las alturas.
Y la palabra quedó
dentro de la fórmula
trazada por el mago
entre los cuernos de
la luna.
La reina la veneró, la
incorporó a su libro.
Con tinta de azafrán
dibujó sobre las hojas alisadas
la forma que no acaba,
y colocó su libro
junto al Libro de los muertos.
Cuando llegue la hora,
fecundará los signos
de las vendas.
Con el sol entraré en
el mar,
me cubrirá la
escritura del agua, de rizos en la línea,
recorreré todas las vías
y cruzaré todas las
puertas,
destellará la letra
que es una serpiente
y la que es una pluma
de ave, que indica la alegría.
Bastet hará sonar el
sistro
para que las nubes se
llenen de ánsares.
Y el cazador atrapará
un antílope,
y llegarán a la playa
portadoras de flores
mientras mi cuerpo
libera al vuelo sus dos
almas.
Y la ola voluptuosa
acarició los trazos de la orilla
y los borró.
Y el mar se replegó en
sí mismo.
Pero existe la fe de la estrella
en todas las estrellas -escribió en el desierto.
Eran letras que
llamaban a sus antepasados
con agudos picos en insistente
sierra.
Venga un tuppu alombado,
escrito con estilete
de caña y secado al sol,
donde se narre el
origen del mundo,
el cálculo mayor del
que los demás nacen.
Vengan los sabios y
sepamos qué es el tiempo
y cómo se divide,
y sepamos qué es el
espacio,
y tomemos medidas con
regla y compás.
Vengan los que crearon
las tablas para contar
y los que trazan los
círculos
de los siete cielos,
rodeados de ángeles,
por los que corren los
animales del horóscopo:
todo se halla bajo el
poder del signo,
todo está cifrado en
las posiciones de los astros,
de modo que el que
siembra
y vierte agua en los
surcos y cava los regueros,
mira a las estrellas
del este y del oeste,
porque en el cielo
están marcados con luz los sucesos y presagios,
incluso el descenso de
Inanna a los infiernos,
y las hazañas de
Giglamesh,
que sintiendo en su
cuerpo la aridez de la tierra,
buscó el agua
profunda,
y de este modo
persuadía a los ancianos:
para terminar los pozos, para terminar todos los pozos del
país,
para terminar los pozos y las concavidades pequeñas del
país,
para ahondar los pozos, para completar las cuerdas que se
amarran,
no nos sometamos a la casa de Kish, ataquemos con las armas.
Y se hicieron las
armas
y se forjaron de
metales que estaban escondidos,
que no existe el lugar
donde se pisa el zafiro y el oro,
que todo se halla
oculto.
Para terminar los pozos, para terminar todos los pozos del
país…
Agua,
agua que fecunda hasta
el desierto estéril
y le otorga una rosa,
una macla nocturna
hija del frío súbito,
el frío contra el que
nada pueden los conjuros,
el frio que paraliza
las arenas…
Y el viento,
suavemente, besó todas las letras y las deshizo.
Y luego trasladó una
duna a la zona borrada.
Pero existe la fe de la estrella
en todas las estrellas -escribió en la corteza de un árbol.
El árbol callaba,
reducía su sombra para
que brillaran las palabras.
Y la diosa que moraba
en él dejó ver su imagen.
Sostengo dos pájaros,
dijo,
uno en la cima que
contempla todo el orbe,
otro en las ramas que
se come los frutos,
inmortal y mortal,
conciencia y acción, juntos
forman la fuerza y la
fragilidad,
la luz del alma,
y el que está por
encima del hombre,
el que está más allá
del ser y del no ser,
realidad de la
realidad,
germen que todo lo ve
y todo lo juzga,
porque el animal no juzga,
la planta no juzga,
la montaña, la roca, el
mar no juzgan.
Vamos a ser con el
animal.
Vamos a ser con la
planta,
con la montaña y con
la roca, y con el mar,
porque en el interior del corazón cabe todo el universo,
cielo, tierra, fuego, viento, sol, luna, relámpago,
estrellas,
y, fundidos pero no confundidos, giran,
y giran las ruedas del
yo y el no yo,
de luz y sombra,
nacimiento y muerte.
Y vagan como el sol
que avanza resonando.
Vamos a ser el sol,
con pies y manos,
y con el intelecto, el más rápido de los pájaros.
Hay que sentarse sobre
el león,
deshacerse del mal como el caballo se sacude de sus
crines,
deshacerse del cuerpo
como la luna se desembaraza de la boca del eclipse…
tenderse sobre la
espalda del agua,
venerar la tierra y
sus cuadrados ascendente y descendente.
Y no anublar el cielo.
Y no cortar árbol ni
enredadera ni matojo.
Y llegó el animal y sobre lo escrito,
con las uñas, garabateó sus señales
y deshilachó la madera
hasta dejar desnudo el tronco en su
capa leñosa
anterior a los mensajes.
Pero existe la fe de la estrella
en todas las estrellas- escribió sobre una hoja.
Y todas las
trinidades,
todos los nacidos de
virgen, los resucitados,
los arrojados a un
pozo,
los abandonados en una
cesta al correr del río,
los que transformaron
bastón en serpiente,
los que separaron las
aguas,
los que anduvieron
sobre las aguas,
los que profetizaron
la llegada del Mesías,
los constructores de
templos y palacios,
los que escribieron
libros de sabiduría
se alimentaron de
renuevos,
porque, aunque el
árbol se seque, sus raíces le dan savia,
que no se detiene el
curso de las sucesiones,
ni el de las
mutaciones, los cataclismos,
las guerras, los
cambios de la suerte…
Morir, desvanecerse,
renacer
claman por la
paciencia.
Y la paciencia del más
paciente clama:
Él traslada los montes sin que se den cuenta y los zarandea
en su furor.
Él sacude la tierra de su sitio y se tambalean sus columnas.
Y, como hombre, el más
paciente se endereza,
se pone en pie y se
doma a sí mismo
tal, en el yunque, el
metal doblado por el herrero,
y se erige en
individuo frente al dios:
De piel y de carne me vestiste y me tejiste de huesos y de
nervios.[…]
Como a un león me das caza y repites tus proezas a mi costa.
Y hombre, hijo del
hombre, nacerá el nuevo dios
y hasta el templo será
el cuerpo del hombre.
Y el dios hombre se
entregará en sacrificio como cordero.
Se ensombrecerá el
sol, los cielos se abrirán
y será noche el día
y de la tierra se levantarán
los muertos.
Y todo quedará
envuelto en el enigma
y escrito sobre pieles
de animales.
Morir, desvanecerse,
renacer…
Darren Holme |
Pero el amor del
hombre a la línea recta,
el amor al diálogo, a
la idea, al silogismo, a la ecuación…
Penetrar todos los puntos
del dibujo de la forma
y entrar en la materia,
en lo que fue, to ti hn einai…
Y la escritura
fecundada por la razón,
rebasa la letra
consonante de los hombres de Canán
y la letra vocal de
Micenas.
Y todas las letras reinan
en su emplazamiento
en bloques de diorita,
obeliscos, muros,
rollos de papiros, tabletas
de arcilla,
óstracas, códices,
porque hay que
escribir también lo que no está escrito,
esas ondulaciones
invisibles que nacen del cerebro,
ese ir y venir,
condensarse y dispersarse de las ideas,
esa plegaria sostenida
ante el misterio,
ese canto que brota de
la sorpresa
al ver las hojas
danzando sin su materia en el agua
y el ave que las cruza
sin su materia, seguida de su sombra transparente,
y el jazmín que ni en
la sombra puede ocultarse…
Y así el pincel chino
traza
un signo entreverado
que todo lo descifra,
dibuja un caballo que
son diez mil caballos,
y equilibra como en un
sello las rayas que significan,
y todas las letras se
asombran
ante sus trazos en la
seda y el delicado papel.
Y anuncia con
descargas de pólvora:
más allá de lo ilimitado:
lo ilimitado.
Más allá de lo
infinito:
lo infinito
¿Quién se
atreve a preguntar otra cosa?
Guárdese
silencio ante el cuerpo y la mente,
guárdese
silencio y repita el hombre sobre sí mismo
las palabras
que apaciguan:
su estado es lo inútil.
¿Qué podría entonces perturbarlo?
Descubra la
indetenible quietud sobre los lomos del tiempo,
la pausa ante
una cesta de manzanas
o un parque
de anacardos;
cuide el
paisaje porque un puente, un camino, un templo
deben
adecuarse a los montes y los ríos
moldeados por
el viento y por el agua.
Y uno dice:
En medio de la montaña,
junto al barranco,
la casa solitaria
y silenciosa.
Y dice el
otro:
Vuelvo a mi hogar,
veo en la hierba
gotas de rocío.
Y dice más allá un tercero:
Un mundo de rocío
y en una sola gota
la discordia.
Y dice más acá un
cuarto mirando los sucesos:
¿Qué fueron sino rocíos de los prados?
Y galopa la muerte soberana
con nubes de polvo y
repiqueteo de cascos.
Y el caballero
castellano no se inmuta,
pero el monje budista
suelta una carcajada
y escribe con su
último suspiro:
mi espada se recorta contra el cielo;
con su hoja bruñida decapitaré a Buda
y a todos sus santos.
Que caiga el rayo donde quiera.
Un mundo de rocío, un
mundo de rocío sobre una hoja…
Y la lluvia lloró sobre todas las hojas
y también sobre aquella,
y la lanzó al río.
Pero existe la fe de la estrella
en todas las estrellas.
Y nadie detuvo al sol.
Y el sol saltó al otro
lado del mar
y se coronó de plumas
de colores
y otorgó plumas a la
serpiente de agua
y a otros animales
y a las piedras las
hizo bailar y cantar
y a los hombres y a
los dioses cubrirse de máscaras y tocados.
Corre el sol por
encima de los campos de maíz
y las pirámides
escalonadas donde desciende la serpiente,
nada son para él los
sacerdotes del viento,
dueños del rojo del
crepúsculo,
ni el bebedor de la
noche,
ni la mariposa de
obsidiana,
ni Tezcatlipoca,
espejo que ahuma
con los pedernales de su cabeza,
ni la culebra de las
nubes,
ni el dios de la
lluvia, ricamente ataviado,
chaquetín de rocío,
collar de jade,
manto de imanes terrestres
para atraer las piedras cristalinas.
Porque él es todos y
cada uno de los soles,
el primero 4 tigre, el
segundo 4 viento,
el tercero 4 lluvia,
el cuarto 4 agua,
el quinto 4
movimiento.
Llega la rosa de piel
de oro con la sonaja,
llega la Cinco-flor que toca todos
los instrumentos,
llegan las Bellezas
del Día
¡Dadores del Amarillo!¡Dadores del Verde!
Y con el
verde y con el amarillo
y con todos
los colores del arco iris, haciendo nudos,
el hombre de
esta parte escribe sus tikpus,
y en
finísimas cortezas de árbol dobladas
recoge los cantos que
entona acompañado de atabales,
flautas de caña,
caracolas marinas… Más allá del mar…
Más allá del mar, los
inmensos cactus, los altos árboles, la selva,
selva, selva, selva
custodia de lo ignoto y la raíz,
selva custodia del
aire ondeante donde todo está escrito.
Seamos selva, seamos
aire, porque aire es el aliento,
aire que despierta al
fuego.
Y lo escrito ha de
estar escrito en letras de fuego.
Venero al que llama a
sus dichos de amor:
lámparas de fuego,
y a la que dice:
sin saber qué hacer
recorto la mecha de las candelas.
Y ensalzo a ese de
pelo cano
que corre por las
calles y salta para arrancar una ramita de árbol
y arrastra tras de sí
a un domesticador de pájaros
y al sultán Ahmet con
una flor en la mano...
Y venero al que con
cautela
lleva un cuenco lleno
de leche con una gota de sangre
y busca la pureza del
agua de manantial.
Y al que me ha dado el
hilo de plata
para tejer este poema.
Y al que, tal
Prometeo,
robó de las antiguas
tradiciones
la unión de la rosa y
del fuego.
Y una mano aproximó la llama
y ardieron todas y cada una de las
palabras
y se transformaron en cenizas.
Hubo entonces grandes
extensiones de silencio,
mientras las cenizas
se unían hasta paralizar la tierra entera.
Pero crecieron el
Tigris y el Eufrates, los dos ríos fértiles,
y desataron lentamente
la superficie.
Y bajo aquella ceniza
se descubrió un rescoldo:
una rosa en cuyos
pétalos de arcilla,
en indeleble
cuneiforme,
estaba escrito:
Pero existe la fe de la estrella
en todas las estrellas.
Otros Poemas de Clara Janés
"Huellas sobre una corteza"
“Puede decirse amor”
"La rosa de Hal.Lach"
Otros poemas en torno a la
Creación:
"Salmo 104", de David (Versión de Reina Valera)
Psª Maya: Cantos de la Creación, Popol Vuh (Versión de Miguel Ángel Asturias).
[1] Escrito con motivo del incendio de la biblioteca de Bagdad en el
año 2003.
[2] Vladimír Holan