El Toro de Barro

El Toro de Barro

viernes, 31 de agosto de 2007

Patricia Damiano, "La concesión"


Patricia Damiano
La concesión


Lot

Peregrino
en tu hora
mi hora
la que fue
tu ahogo, mi presa
en la inocente
fronda

He de partir: todo ha sido
la hembra
cautiva
roja
que dijo sin decir
la sal


Travesía

se abrió el horizonte
y la noche cayó como un buey muerto
y entonces soy el buey
arañando las nubes de mercurio en brutal regreso a la mitad de mi norte
a su mitad expuesta a la carcoma

soy el buey
no el durazno
no el grito que expandía las galaxias

soy la aceptación de todos los designios
no la que fui en el primer sueñoso

y la que seré, buey muerto y piedra

acepto la caída
tras el muro
pero conmigo llevo tu horizonte de travesía griega



Europa

Escribir el sueño de Ahab, soy el blanco. Leer la carta, escondida en un recinto, fragmentada. Escuchar la canción cuando la noche me separa de lo obvio.
Ayax.
Héctor.
Aquiles, cuando la ira.
Las doradas grebas.
Helena, traidora. Prometeo perdonado y Eva exiliada.
Ifigenia, sola en la pira.
Sor Juana, cantando su carne.
El Cristo, ignorante, yo te saludo María.
Zeus, su mal gusto. Padre, pater, patricia.

Y Danae supo de mi fuga, de mis fugas, de la turbación.

Volví a Diógenes Laercio. No sé para qué. Nunca se sabe para qué, y vos que pensabas enamorarte de mí, tan renacentista yo, tan mísera.

Acá estoy, con un cesto de laurel en mis brazos y esta iniquidad.


animal


animal, a nuestros ojos
olor de madrugada, si era el cuchillo
pájaro que desnudó ser tu desorden
la has visto casta
y
con su túnica
ellas decían el silencio de la serpiente
si descalzas
esa noche, en la tierra, la sangre
vamos, hermanas sólo un pacto
esla bitácora
la sola claveque nunca sabrás
ni diré
no
diré
no
ya
la copa que consagramos
ofrenda salvaje
el pájaro que nos trina
la hez
dela hez
de la hez
de otra madrugada


Texto incesante

del color insomne
dije
no nos pertenece

hilo de oro, el tobillo blanco, la túnica que desconozco
tu ojiva
criatura
los leopardos que mueren en la llanura

has visto
cuando la hiedra se enamora del cielo
y queríamos el cielo
y la hiedra
dijo
que no existimos

tocame el pelo
y la cintura
enamorada del muro

los pájaros
que nos dicen
no
nunca
jamás nuestra mesa
el vino
la concesión
el texto incesante


(Estos poemas de la poeta argentina Patricia Damiano, que hemos ilustrado con una de las esculturas más inquietantes de Emily Young, forman parte de la amplia selección poética que la autora ha publicado en su propio blog, uno de los más coherentes que hemos conocido nunca. El lector puede encontrar aquí un retazo muy breve de la biografía de una de esas escritoras que saben dejar su cicatriz con la misma precisión de un bisturí de plata, y por la que El Toro de Barro no sabe -y no quiere- ocultar su devoción, consciente de estar frente a una joya)

miércoles, 22 de agosto de 2007

Carlos de la Rica, "La Casa"

Carlos de la Rica
El píccolo abattino


Cascada

Por el barrio de los cielos
llega corre la cuadriga
viene llega la palmera
trota viene y se detiene
suelta el agua la deidad
musgos nacen salen prenden
la escalera del estanque
fuente fuertes los caballos
grifos por el pico la custodian
abren paso -paso a la cascada
agua arco aire y aguas
tres palomas.


Pequeña oda al estropajo

En busca del jabón y de la arena,
el estropajo va arrullando al agua,
destellando baldosas, fregando los pucheros,
y los deja brillante y relimpios,
cual si la luna en ellos las noches se pasara.

Dios sonríe mirando al ternísimo estropajo,
cuando, cordiales, las manos de mi madre
con él se juntan, rumiándole los filos al cuchillo,
a la sartén diciéndole altísimos conceptos,
acariciando puertas con músicas de esparto,
u tal vez llenando de sudor los vidrios.

A Dios le agrada besar la frente al estropajo;
de pasmos las órbitas redondearle, avanzando a la ventana;
saludar sus sospechas con labios divertidos,
contestar al posible naufragio, ignorar sus pecados,
y Padre ser, y mucho, y gusta de hacernos llevaderas las sandalias.

Es estropajo es moneda diminuta con que se compra
aire, los minutos, los insectos o las hojas.
Las mismas manos que lo tocan
Repasarán después sus tres rosarios,
limpiarán el polvo de las sillas
y harán cantando aquella cama.

Y Dios se goza, ama al lánguido estropajo,
pues su hamaca es, y es su almohada,
por donde dedos cantan como pájaros
y la arena se supone encariñada
con el mate vago olor de los pucheros.

Hay algo que emociona con polvillo de azúcar
cuando escurren los platos cándidos en la pila,
luego que cuecen demasiado los garbanzos, y el soplillo,
dulcemente, las ascuas apagadas encandila;
y es que se enreda el estropajo con mi madre,
y a Dios le ruega, rezando desde abajo,
que santa sea, y sonría en el espejo,
pues tocando está el piano y nadie escucha.


A Ezra Pound

Ezra Pound Oh! Ma jolie consiste en dejar los ojos
como joyas,
no afectarme demasiado por los pisos y equipajes
-Comment allez vous?-
acelerar los pasos leyendo en los breviarios
o derivar mi frente hacia otras constelaciones.

Soy yo –piccolo abattino encuadernado en Cuenca-
quien de lejos te habla un tanto con sabor de mueca
sin ningún mal deseo que emocione la tregua
tal un poste

Lentamente me sucedo con las piernas a un lado

Se iluminan los trenes –Savez vous l’heure qu’i1 est?-
-bueno es que la luna dé consejos-
-quizá los pasaportes tropiecen con el frío-

Debussy me surca. Las cosas van mal en Alemania
los clásicos se leen copo a copo por las tardes
y en los bares lienzos pregonan lo mismo que los dioses

Ezra Pound, ¡oh! Las flores completan el paisaje
la yedra trepa al lado, tú te pudres
porque una noche tuviste por la mano
algo peor que un mal pensamiento
As tu vu mon cousin?-

Por eso siembro alondras por las calles
para decirte que Picasso es de Málaga y pinta
"Still life wiht saucepan", en el 45
y últimamente alumbra vasos que patinan

Agonizan ternuras, Ezra Pound, las que mis ojos sueñan
las que mis manos tocan con prudencia

En Londres Winston Churchill anuncia por radio su programa
en Palestina las muchedumbres rezan a Cristo o al profeta
en cambio por Francia el presidente espera (1)

Créeme, Ezra Pound, las cosas bellas van cambiando
ya no existen los héroes que tendió la marea
y la palabra camina igual que la mentira

Ignoras, por ejemplo, que el Rey sigue en Yerbas Buenas
se alzan esos techos, paviméntanse los astros
se empadronan los vientos, úrdense picos de paloma
que en España los dólares se pesan y toreros

"Demain c’est aujourd’hui"
así cerramos los cerrojos por pánico a las bombas
preparamos con recelo las medidas del Gobierno
o nos enfadamos un tanto al conocer que
girasoles extraños crecen en Baviera

No hagas caso Ezra Pound recluido como loco
pues locos andamos los que habitan el planeta
y la Prensa y los cantantes del Leicester

Es inútil que Dulles apremie a Europa
tú bien sabes lo terca que es por vieja

Cette troupe-oi de bons acteurs
Ezra Pound; oh qué inútiles son los palcos,
pero más tonto es el mundo que contempla.




(El primero de estos poemas, "Casdada", es una composición postista que, aunque publicada a comienzos de los noventa en Ciudadela, fue escrito en 1954, cuando el poeta era todavía "un seminarista rubio con un tridente clavado en las axilas"; los dos siguientes, publicados en La Casa (1960), son testigos de la vinculación de Carlos de la Rica con el "Realismo mágico" y de la génesis de ese "realismo mitológico" que convirtió a este cura de Cuenca en el antecedente humanista más temprano del culturalismo español de los años setenta)



«El rapto de Europa», de Carlos de la Rica

Poema "El Rapto de Europa", de Carlos de la Rica; L. Referencia:  Amela Einat, "La cicatriz del humo”, Col. «Biblioteca Internacional del Holocausto», Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales Ed., Tarancón de Cuenca, 2005. PVP 10 Euros, edicioneseltorodebarro@yahoo.es



Carlos de la Rica
(España, 1929 – 1997)
El rapto de Europa


I

Largo el camino de los pastores,
que los pastores de las montañas de Europa,
ahora cuando cuarenta años hace que los pastores
temblaron de la Europa. El ojo de los Alpes,
el gran ojo de los Alpes y los ojos de las
cúpulas y de los templos vieron,
vieron al sinuoso Ares caminar; hisopo de sangre en la mano tenía,

con rojo hisopo color daba a todas las carreteras
y ferrocarriles; caminos y llanuras, carreteras
y ferrocarriles brillan terribles;
presto levantan, levantan presto las barricadas.
Allá donde el bosque, donde la ola pura,
donde la ola pura alza su beso, en los ribazos
y en otros lugares más, Ares coloca la silla;
al cielo escrutan los tejados, el cielo divisan
de aeroplanos: Cuarenta veces en el recuerdo de los
pastores miles de hombres los ríos atraviesan y ciudades.

II

Apenas Lodz o Varsovia, apenas han despertado
han despertado los polacos, apenas dicho «buenos días»,
los cincuenta mil el número de monstruos sobrepasa,
a los bellos caballos en las fronteras han atado,
los demonios y monstruos han llegado,
tanques y cañones, hampa de fisgones;
la curva de los ríos y los caminos
insultada, cercada por los diablos follones.
Se lucha por las calles, por las calles y desde los balcones.
Polonia con las carnes heridas, con el pico partido,
soldados en los figones.

III

El portador es mensajero del mal día. Y el mal día adviene,
las estatuas heladas de los parques, el mal día adviene.
A los transeúntes por Europa pregunto:
el mal día llega.
Los obstáculos de las colinas y de las fronteras
removidos temblaron, pues el mal día llegó.
Los almendros y las arenas de Dunkerque a pólvora,
a pólvora huelen y a destrucción. En el pie del cielo
hay heridos y enfermeras,
enfermeras y heridos, presurosos los camilleros,
pues el mal día estaba allí.
El portador es mensajero
de la partida cuya barca,
cuya barca en las aguas del Canal se desliza,
se desliza,
pues el mal día
era aquel.

IV

Detrás del Canal, los tejados: un pueblo detrás del Canal
que no en balde el largo camino ha recorrido.
Su jefe habla en la tribuna y en la radio previene
que salvar la libertad
entregarse es a la sangre.
Trae a los ciudadanos de la gran barca un enorme cerrojo
y con él cierra la puerta. Pero la ruta de Albión
aún no ha sido abierta.

V

No puedes cerrar la catedral de Reims, ni el bosque, no puede
morir la catedral de Reims
ni la Loira o la Sena;
más allá de los traidores y de las montañas, de los viñedos
y de las olas, más allá de los frutales, marca el sol,
el sol marca el regreso. Dentro, esparcidos y silentes
pronuncian, pronuncia el maquís su carrera, y deja
deja en los oídos y en los labios esa santa consigna:
Libertad.

VI

Cubría el continente una noche
de camisas y corbatas. Nuestra
primera infancia engañada. Una sola
era la bota que a Europa
humillaba. Los españoles,
no del todo remotos, escuchábamos
los clarines y las palabras borrachas
de triunfo. Atada sobre el lomo
a Europa en el toro veíamos;
sobre los trenes y los tanques,
hacia otras constelaciones ignotas,
sin cedros, ni pinos, ni aves,
ni viento, ni semilla. Un Orden
Nuevo vino, decían, y todas las campanas
doblaron desde las cúpulas.
Soldados y ciudadanos levantaban
el brazo en desafío al pueblo.
Crujían las trincheras. Pasaban los aviones
sobre la hierba y los tejados. Bajo la cruz
gamada caen los nombres: Atenas
con su peplo de plata, con sus plintos
y doseles, con sus calles milenarias.
París embarrada, barrios de muertos;
el cuerpo abierto, Brujas o Amberes;
Coventry como un papel manchada
por la tinta y el tintero.
Atada, en el lomo del toro, Europa.

VII

Aquel pozo de agua de lluvia
se ha colmado. Miles de soldados y naciones
hubieron pronunciado palabras hermosas de victoria.
El final está cerca,
decían, el final está próximo; en Cipris,
en Cipris peina sus trenzas Afrodita. El camino
con los pies y los hijos en las manos, con el olivo,
con el claro resplandor de los cristales. Los demonios
hacia el infierno parten,
caminan hacia el infierno profundo las miríadas de camisas,
de las camisas negras.
Oh Dios de Nôtre Dame,
de Roma y del infinito, contesta
con una lluvia de rosas. Cabalga sobre el campo limpio
de Europa, de esta única patria
rescatada, libre bajo los astros, con la hermosura
de otro, este nuestro tiempo.

De su libro
Yad Vashem
El Toro de Barro 2000.


 

Otros poemas de Carlos de la Rica

(«Realismo mitológico»)

 

«A Ezra Pound» (1977)

«Yo amo una raza hermosa que vivió en América» (1977)

«La marcha de los negros» (1977)

«Ícaro» (1977)

«Saludo desde Z a Yuri Gagarin» (1977)

«Yad Vashem» (1977-2000)

«El rapto de Europa» (1977-2000)

 


Grandes Obras de 
El Toro de Barro
 Amela Einat, "La cicatriz del humo”, Col. «Biblioteca Internacional del Holocausto», Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales Ed., Tarancón de Cuenca, 2005. PVP 10 Euros, edicioneseltorodebarro@yahoo.es
Amela Einat, "La cicatriz del humo” (Novela)
Col. «Biblioteca Internacional del Holocausto»
Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales Ed.
Tarancón de Cuenca, 2005.
PVP 10 Euros

 
















martes, 21 de agosto de 2007

Carlos de la Rica, "Oficio de Alquimista"


Carlos de la Rica
Oficio de Alquimista



Pedro Mercedes

Barro
que la forma espera:
hácese el mundo
cocido –hecho ahora-.

Tal el varón
a su mujer conoce
y pone –entre ambos senos-
cientos de pájaros.



Luis Cernuda

En la orilla
el candor de un labio
el cuerpo estremece.
Así, entre musgos
y espuma, todo el amor
de un viento renace
cuyo nombre y gemido
alza el contorno
de su bulto distante.
El azar del aire
obstinado insiste
y apoyo
al transeúnte pide.
¿Qué
firmes alas conseguirán
a la aurora llegar primero?
A tu altivo lamento,
¿acaso conseguirás su cabello?
Cuando al tierno vigor
su túnica despliegues,
alejada y muy próxima,
a tu lado, infinita,
¿seguirá inmisericorde
la Soledad siempre?


Georges Rouault

¨Sangre de Cristo, embriágame,
Pierrot de Cristo. sonríeme,
Piedad dulcísima, condúceme...)
En tu vitral
fíjame.

Bola de fuego

(traspásame
hiéreme
grábame
atrápame...)

Y déjame ir a Ti
turgente y negro.







(Estos poemas del fundador de El Toro de Barro, Carlos de la Rica, fueron editados en

Oficio de Alquimista)

Carlos de la Rica. "El joven de los lirios"

Carlos de la Rica
El joven de los lirios

Fuese a mediodía pretendía
inmiscuirse en el alma esclavizarla
poner la faz en confusión muy íntima;
inclinó el ceñidor y daba vueltas
al ojo de perfil y tan hermoso.

Luego, el denso del cabello
separado por el vapor del agua: una duda
imperceptible obliga a su siniestra sostener
algo. Intentaba en la cabeza
colocar sin fatiga la cola de un ave, de un
avestruz o eran plumas los dedos
de un dios que se burla con morbo
de este glorioso célibe. Intenté colarme
de rondón en aquella atmósfera diversa,
atropellar al demiurgo invisible
que perversamente idealizaba al ser aquel,
al joven flotando de los lirios.

Pero un golpe de silencio puso lágrimas
en los ojos nuestros.





(Este porma del fundador de El Toro de Barro, Carlos de la Rica, fue editado en sus Juegos del mediterráneo)




lunes, 20 de agosto de 2007

"Alegría" y otros sonetos de Eduardo Chicharro



Eduardo Chicharro
13 Sonetos 13
de la
Pluringüe Lengüa



Estarme quieto, recoger el loto
de mi lengua sencilla y que es pareja
a casa sin cimientos y sin teja
por lo que en sí de viuda ya le noto;

estarme quieto, sosegarme inmoto,
desaparejar lo antiguo que apareja
mi pensamiento aquí entre ceja y ceja
hasta alcanzar la fuerza del gimnoto;

llegarme al fondo junto a la murena
entre madréporas, tubíporas y actinias;
subirme luego donde el argonauta

con las algas se cruza y la sirena,
y al fin volver del mar a las insinias
de noctilucas y el nautilo pauta.




Y quise ser de leche y de cebada,
y quise mis desdenes y desvanes
vaciar de mastodontes y alacranes,
y quise mi pupila y esta dada

hora, que es para mí por desvelada,
limpiar de comezón; ¡tan son mis canes
hartos de pluriloquios que devanes,
oh astro mar, en esta mi morada!

Y ya llegando al fin de lo certero
en este mar que a nupcias me condena
yo quise ser de noche y de astrolabio...

Quise ser lo que quise porque quiero,
que el querer, el querer, el querer llena
y yo solo conmigo gozo y rabio.




Cuando aún el sueño en el talón nos pisa,
salidos de la noche a la extrañada
claridad matinal, no somos nada,
sino vagas fantásimas sin prisa.

Y a tenerla nos llama y nos avisa
el salto de la noche entrecortada,
el amor y el temblor, y la mirada
que sale de nosotros circuncisa.

Nada nos brinda a la inigual contienda
diuturna del trabajo y del acoso
más cerca del morir que del querer.

Allá vamos, deshechos, por la senda
del día, y ay, tan faltos de reposo
que éste de hoy parécenos de ayer.





Será mi blanca tumba de madera,
será de siemprevivas y de orujo,
cordial en su acogida y verde lujo
de jaula, lonja, loca enredadera.

Será mi gayo túmulo escalera,
y en su huerto seráfico cartujo
mi cadáver será, sin más tapujo,
perdido lo mortal que antes vistiera.

Así deséolo yo que sean la caja,
el hoyo, el césped y la baratija
que ponen a los muertos los no muertos.

Digo que serán flores mi mortaja
porque entre los jardines que yo elija,
igual perfumarán mis ojos tuertos.






Lama, laúd, polilabial ginesta,
¡qué lindas son las hierbas de la noche!
¡qué limpias van saliendo sin reproche
las palabras novísimas de fiesta!

Las palabras castísimas que aquesta
boca pronunciar puede en un derroche
de mi alegría. Uncido el coche
del disparate, disparo mi ballesta.

¡Mas cuál es disparate tan redondo
si me llena de lunas y de aromas,
si de paisajes lléname y de gemas!

No, corazón, no tiembles y no temas,
que aquí muchas hay luces, y las lomas
se te dan lisas de la cresta al fondo...





Queda el ojo de Dios, todo se apaga:
el lirio, la calandria, todo en furia,
calenturiento, líquida lujuria
del Ojo espectador que juzga y paga.

La lisonja del mal, la que se traga
los bienes del Can Grande y de la Curia,
se esconde bajo el polvo por penuria,
estrecha su pasión más quirofaga.

Y nosotros los dos, hechos de cruces,
nos hablamos a tientas en la noche
de los sentidos, nos miramos bajo.

Y bajo nos tocamos. Tú produces
luces en mi memoria. A troche y moche,
deslízote en la mano un renacuajo.



a Carlos Edmundo de Ory

Oh, buen amigo, aquel antiguo Carlos,
dónde se van los años, con la quema,
floridos, de nosotros, diadema,
tan prietos, tan huidos, recordarlos!

¡Oh, recordarlos!...Sin amor amarlos,
sin flor, sin luz, sin madre, hasta la extrema
vez que me hiciste presagiar poema,
cuando los cante, años atrás, cantarlos.

Y tras cantarlos, sin pensar, decirlos;
cuando yo recordaba tus arpegios
tus de niños ambiguos artilugios;

tus espejos, tus graves sortilegios,
esperando encontrarte subterfugios;
de ruiseñores, perlas, mirlos...






Otros Poemas de Eduardo Chicharro
 

Otros



________________________
 © Herederos de Eduardo Chicharro
En caso de reproducción, rogamos se cite su autoría.

TREZE, Col. Cuadernos del Mediterráneo, El Toro de Barro, Tarancón de Cuenca 2003. Recoge poemas de José Manuel Benitez Ariza, Antonella Anedda, Eduardo Chicharro,J osé Ramón Ripoll, Emilio Coco, Egito Gonçalvez, Rosa Alice Branco, Teo Serna, Miguel Casado, Care Santos, Carlos Morales (El Cantar de los Cantares) y Juan Ramón Mansilla.

PVP 16 Euros
Pedidos a edicioneseltorodebarroyahoo.es

Poeta de 
El toro de barro





















lunes, 13 de agosto de 2007

Naim Araidy, "La soga"


Naim Araidy

La soga


Los hijos de Galilea

Los hijos de Galilea son cálidos como el sol,
duros como la terebinta y orgullosos como el roble,
abrasan como el fuego de Sodoma, poseen
la humedad salina de la mar y, sin embargo,
abjuran del placer, renuncian a sus cuerpos.

Entre la proximidad y la lejanía,
yo extiendo un cordel desde mi cuello a su cuello:
¡ay, hijos de Galilea, dejadme o me perderéis,
dejadme volver para morir más tarde
con Gomorra!
Entre vosotros y yo no hay más que una sola cuerda.
Si vosotros la tensáis, yo la aflojo;
si vosotros la aflojáis, yo la tenso;
¿No creéis que ya va siendo hora
de que nos entendamos?

Todos los hijos de Galilea son mis antepasados,
y yo su heredero. Es verdad que somos diferentes
pero somos también el mismo hombre tan sólo,
sujetos a la ley de un único linaje interminable.
A pesar mío y de vuestra cólera, la misma soga
nos sujeta: la cuerda que me apresa por el cuello
es el hilo que os abraza por el cuello.

No, no hay invierno que dure en Galilea:
sobre la nieve florecen los olivos, los cantos perfumados
agitan el aceite para limpiar nuestras heridas,
y sus posos iluminan la nariz
que el ron de Galilea no deja de embriagar.
.../...
Y yo sigo desgarrando mis libros todavía,
porque ellos son la sangre que nos cruza,
la soga que nos ata.
Yo seré la víctima que expíe, con su muerte,
los pecados de mis hijos, y mi propio
pecado.


He regresado a la aldea

H
e regresado a la aldea
donde aprendí a llorar por primera vez.
Regresé a la montaña
donde la naturaleza es un paisaje
que no precisa de fotografías.
Regrese al hogar que mis antepasados


esculpieron en las rocas.
He vuelto al centro de mí mismo,
como yo quería.

He vuelto a la aldea
porque, abandonado por la poesía,
soñaba el difícil nacimiento del za’atar
y el aún más difícil de las suaves
espigas en la tierra abandonada,
donde yo un día soñé el amor naciente.

He regresado a la aldea
en la que viví una vida antes de mi vida,
raíz de diez mil viñedos
sobre la tierra buena
hasta que el viento llegó,
y me arrastró lejos y me devolvió, de nuevo,
a una vida nueva, como un penitente que arrastrara su[pecado.

¡Ay, sueño mío número treinta y dos,
he aquí los senderos desaparecidos,
casas tan altas como torres de Babel,
ay, pesado sueño mío
del que jamás brotará retoño!
.../...
¿Dónde están los hijos de la pobreza,
abandonados como las moribundas hojas de los árboles?
Nada queda ya de la que fue mi aldea,
sólo el nombre de aquellas viejas sendas
que hoy solamente son asfalto negro.

¡Ay, mi pequeña aldea se ha rendido
a los espejismos de la Civilización!
A mi aldea he vuelto, sí,
mas ya no escucho el ladrido de los perros,
y el palomar se ha vuelto una torre iluminada.
Ya nunca podré imitar con los segadores
la música del ruiseñor,
pues nada permanece ya de aquellos campesinos,
convertidos hoy en braceros a sueldo
con las gargantas llenas de humo.
¡Ay, mi sueño es como un pesado risco:
he vuelto a mi aldea huyendo de la Civilización
como un hijo que viniendo del exilio
otro exilio encontrara más amargo.





(Traducidos por Carlos Morales, estos poemas aparecierond editados en Coexistence, El Toro de Barro, Tarancón de Cuenca 2002)





Pnina Amit, "El tiempo salvaje"


Pnina Amit

El tiempo salvaje


Los tres espías

Conocí bien a tres espías:
uno, amante.
Hablaba en sueños sobre cosas prohibidas.
Uno, amigo mío.
Tenía más confianza en mí que en su mujer.
Y uno que no me dijo nada
nunca.

Y el que era amante
tenía un cuerpo dulce que desprendía deseo
y fornicaba como quien va a la guerra.
No hay nada tan maravilloso como el cuerpo, decía riéndose,
no hay verdad
más que en la pasión.
Durante el sueño hablaba de cosas prohibidas.
Y yo sabía que no era más que un mensajero subalterno.
Y sabía que era
también un asesino.

Y el que era amigo mío
con ojos cansados,
me enseñó las intrigas del gobierno y la necedad de los gobernantes,
la complejidad de los problemas del momento,
el culebreo de las guerras clandestinas.

Una vida de sospecha, decía llorando.
Una vida de sospecha, amiga mía.

Y el que nada decía
era mi marido.
Le di mi cuerpo para que concibiera hijos
y le di mi alma para que oyera amor.
Y el nunca me dijo nada
y yo entendí todos sus actos.

Ahora que soy viuda,
estoy sola
sin sus actos.
Y me he hartado de aquel de las manos asesinas,
y me he hartado de aquel de los ojos cansados,
y no tengo nada sin mi marido.
Sólo un acto que debo rematar.
Sólo un acto que debo realizar. Sin revelarlo.


El tiempo salvaje

Este es mi tiempo salvaje. Hago con él lo que quiero.
Me acomodo en lugares que no están en el mapa
me seducen las cordilleras me enredo en las montañas
encrespadas subo

de la tierra abierta de par en par aturdida por la cima sin oxígeno

llamando en la lengua de los indios al pájaro del trueno en la tormenta

viniendo hacia ti contrariamente
para atar lo separado fundir lo liviano con lo liviano cuerpo
con cuerpo energía

liberar en un proceso incontrolado como los actos
del sol alma


Experta



Una vez troqué un océano por una lejana montaña la montaña
por pleno desierto el desierto por fugaz amor de un hombre
a éste por una esperanza y esperanza por pájaro amado


De noche pasan ciervos por la plaza del Teatro Habima
el rocío matinal atestigua una verdadera esencia de caza


Si deseare la dulzura del agua
nada tengo ya para cambiar




(Traducidos por Myriam Nahon y Esther Solay-Levy, estos poemas fueron editados en Coexistence, El Toro de Barro, Tarancón de Cuenca 2002)







domingo, 12 de agosto de 2007

«Los cantos de un piccolo abatino», de Carlos de la Rica


Carlos de la Rica
(España, 1929–1997)


Los cantos de un piccolo abatino
                                  Breve antología poética







         








Grandes Obras de 
EToro de Barro
Carlos Morales, "Coexistencia (Antología de poesía israelí –árabe y hebrea– contemporánea”, Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed.
Carlos Morales, "Coexistencia (Antología de poesía israelí –árabe y hebrea– contemporánea”
Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed.
Tarancón de Cuenca, 2002.
PVP 10 euros.
Carlos Morales, "Coexistencia (Antología de poesía israelí –árabe y hebrea– contemporánea”, Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed.