(Antología pendiente de la poesía mexicana contemporánea)
Claudia Hernández
del Valle Arizpe
(1963)
Deshielo
El
reflejo del vino atravesado
por
la luz colorea de rojo los dedos
del
copero, como el enebro deja teñido
el
hocico del antílope.
Abu-L-Hasan
Fue en el destiempo cuando un glaciar
cubrió tu corazón para dejarlo mudo.
La tina era blanca, sin tocar el piso
y con un peldaño imperial para ascender
a su hueco de vapor quemándome.
Sin remedio me atraparon los azulejos,
su piel mozárabe, no tus pupilas
que velaban la madeja del pasado.
Pequeña alhambra, el patio de naranjos
cobijó tus lecturas de la mañana.
Yo era un balcón de diciembre
con la enredadera hasta el cuello
y cómo te quería y te quise
mientras tú exorcizabas otro nombre.
Algo de leche quedaba en mí,
joven nodriza, y el dolor de la muerte
de mi madre comenzó a envejecerme.
Tengo el sabor granate del tinto en la boca
pero su fulgor ya no me acuchilla
como en nuestra mesa de invierno
con su alegría de verduras
y tu nostalgia por el amor perdido
que me servías de postre a diario.
Desde esa tarde en que lo dijiste:
ya te estoy queriendo, te quiero tanto
(y el vestido en revuelo sobre los muslos,
enloquecido, girando y tu proclama
heroica del fin de un duelo,
tú que nada sabes de la muerte)
cómo han cambiado las cosas.
Hoy nos parecemos tanto al agua.
Nos vamos como se va su rumor de río;
un sonido que apenas se escucha
pero que alimenta la sangre.
Todavía se rompe el cielo sobre San Juan
y digo que el amor se mide
por el número de pueblos que hemos visto
y por la suma de silencios.
Y mira hasta dónde hemos llegado.
Desde Cuetzalan hasta la niebla
más espesa de la culpa.
El Puerto cuántas veces
donde te extraña tu isla azul.
Me has visto en las plazas de Oriente
y en el rojo temblor de algunas vías.
La tristeza de los freeways, las
casas
almidonadas del Caribe, los balcones
victorianos que vigilan el mar.
Tiendes tu ropa en las ramas de un mangle
y descienden los animales de la noche.
Cómo han cambiado las cosas.
Se han abierto helechos como palmas.
Se ha vuelto ronca la noche
después de tu primera serenata.
Se ha quedado mudo el corazón
porque una y otra vez lo has perdonado.
Del libro Deshielo
México, 2000.
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Eugenia León, "Ahogada sirena, La” Los poemas de una niña de 10 años de edad.
Col. «Mayor», Carlos Morales Ed., Ed. El Toro de Barro.
PVP 10 euros.
Tarancón de Cuenca, 2002.
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