Víctor Toledo
(México, 1957)
Chaneques
(Canción de cuna)
Los chaneques son los duendes del sureste mexicano.
Los sacerdotes
binizá tuvieron la premonición de la
llegada de hombres blancos y barbados. Y avisaron a
los aztecas que se asombraron
como soles en la noche.
Velo, pero las hormigas no
salen.
los
chaneques cabalgan sobre ellas
ojillos
terribles de luz, chisporroteando
garapa, garapa rapa.
Duermo,
las hormigas vuelven
y los
chaneques me olvidan.
Mi
madre niña espiaba temerosa
cuando
al corredor de la calle polvorienta -asteroide abandonado- entraban
pero
las hormigas ya bebían sus piernas
y eran
la sombra que se abre en la luz de una estrella muerta.
Xhuncu: si desvelo
no
puedes dormir
te
recuerdo lo que ansiosa esperabas de tu infancia diluvial
y vas a
reencontrar los hombrecitos luminosos
levantando
polvaredas de la eternidad
con sus
risas y rondas, con sus rosas lirondas, con sus lindes que rozan
el
delirio, flotando entre los cedros,
desordenando
asteroides de la constelación,
quebrando
espigas cetrinas de la luna, vigas del cielo
y
tibios nardos de la sombra.
¿Recordarán
las hormigas
la edad
del polvo milenario en que llegaron,
no la
gota de leche de la noche
en que
cada una se transparentó.
¿Lo que
otras veces sucedió
cuando
otro como yo robaba -de estrellas fugaces- preguntas a la noche
cruzada
de relámpagos de tiempo?
A
través de la ventana del viento
que da
a una calle clara y larga
caído
rayo fósil, cauda olvidada de cometa,
los
tigres de Tezcatlipoca
y los
sacerdotes binizá miran a los chaneques.
En la
montaña aúllan brujos monos. Tienen frío.
Nocturna
espuma, la hormigas florecían en los talones
¿qué
premoniciones se aclaraban
como en
el ojo de agua donde la danza pule su rostro?
¿Qué es
lo que sabían?
¿Por
qué todo camina tan quieto
como
antes de una tempestad?
Zeeda Bendayuse-lá?
¿Viene
bramando en el cielo un ganado de culebras?
Xhuncu Huini, al fin duermes.
Ellas
vuelven sigilosas a tomar
de las
tazas de barro
el
líquido que corre
en
monedas de cacao
mueven
con sus antenas al vacío,
y la
luz de la vela se tropieza y muere:
otra
lengua protestando, manoteando en el silencio.
No les
importa decirnos lo que saben
no les
preocupa lo que pasa.
Los
diminutos del tiempo
inquietan
las ramas del viento
colgándose de ellas
con los
brillos que ruedan en el agua
con los
grillos que cantan en la aguja
escondida
en la fragua marina del pajar.
Son
voces maduras de la noche
a punto caer
¿Recuerdas
cuando los nuestros se alejaron
con la
danza enredada en los tobillos?
Cuando
todos duermen soñando que sueño
la
noche se empieza a levantar
en una
alta ola que anega a la Vía Láctea.
Devora
a la tierra un rumor
ya estrépito de
pasos
es un
nutrido ejército defensor que se aproxima.
Garapa, garapa rapa.
- Baádu, nònu guciguiè
-Niño,
es la estación de agua.
-¿Hriaba bandáagaa guie´nisa là?
-¿Se deshojará la flor de agua?
-Cayete bi
-Está bajando viento.
-Ñaá, ma´ uleza bi
-Madre, ya esperó el viento.
-Caguiaba
bandaaga, ne nisaguié
-Se deshoja, está lloviendo.
-Ñaá, ¿zeda Cosijoeza,
Binni Nanyo’ sti Yi ne sti
Belebiáni, shaíque stínu?
-Madre,
¿vendrá Cosigoeza, el Señor del
Tiempo
y
del Rayo, nuestro emperador?
-Guùzi, shiiñi gaana,
lu bacaanda´
Cacheesa lu guciguié
-Duerme, hijo, en el sueño
que trota en la estación de agua.
Otros poemas
de Víctor Toledo
Grandes Obras de
El Toro de Barro
|
Neus Aguado, "Intimidad de la fiebre”
Col. «La piedra que habla»
Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales del Coso ed.
Tarancón de Cuenca, 2005
PVP 10 euros.
|