domingo, 13 de enero de 2013

«Tarde en Huitzilac», de Tedi López Mills


Andrew Lucas

 (1959)
Tarde en Huitzilac

                                                           A Hugo Gola

Supongamos que todo estuvo ahí:
las hilachas de sol sobre una ladera
que cuidaba su propio cultivo de sombras,
el árbol imaginado
desde la orilla de la ciudad
como una fricción recurrente de ramas
en la memoria que busca
otro árbol para fracturar el molde,
otra postura del eucalipto
para inventar una forma,
una prueba de que el día vino
con su cuota de objetos,
su volumen de naturaleza intacta.

Supongamos que ese jardín
tuvo su propia ascendencia;
que el barranco domado por la casa
cedió su intemperie
a cambio de la baraja de tonos
repartida desigualmente
entre el régimen insubordinado del pasto
y las calles sueltas como cintas desde lejos;
que la ruta del campo fue el retorno
a una edad menos sólida de los cuerpos,
cuando el aire y la piel
trashumaban en un mismo flanco de la luz.

Supongamos que en ese declive de la tierra
durante dos o tres horas junto a la fogata
hubo una civilización y luego su ruina,
un estilo estrecho de la frase
y otro idioma de silencios
esculpido en la aldea de la boca,
otra versión de la persona
más clemente que nuestros contornos
descompuestos en la arcadia de una colina,
como las figuras de un tiempo
carcomido por la campaña seca
de unas cuantas voces.

Supongamos que tuvo sentido
proclamar el make it new  en polvo morelense,
el molino de Montale y su agua veteada,
el “Dante y yo” mitigado
por el falso trópico de la fronda
que anulaba toda noción de testigos,
salvo el perro de la cuadra
uncido a la reja de alambres,
que recibía nuestros dardos de carne
como un mártir condenado
a imitar la quietud del pavimento.

Supongamos que todo ocurrió:
primero la polémica de hábitos
más allá del paisaje,
el arte o la ira de la defensa;
luego la duda moral
en las cuestas de Huitzilac,
a ratos la alianza
entre una tradicion y el grito;
que hubo al final
el gorjeo tan deseado
de un ave diminuta,
la melancolía dilatada
de un burro pasajero
frente a la barda de piedra,
y que la falla de origen
en ese fasto bucólico
no fue la extensa gramática de los comensales
sino la avaricia imparcial esa tarde,
que dispuso dar otra vez de sí
tan sólo una idea más, imperfecta.



Otros poemas de Tedi López Mills

 

«Agua»     *     «Secuela»     *     «Verdad a medias»

«Tarde en Huitzilac»     *    «Nieve»




Grandes Obras de 
El Toro de Barro
Carlos Morales, "Un rostro en el jardín”, Col. «Cuadernos del Mediterráneo», Ed. El Toro de Barro, Tarancón de Cuenca, 2000.

Carlos Morales, "Un rostro en el jardín
Col. «Cuadernos del Mediterráneo»
Ed. El Toro de Barro,
Tarancón de Cuenca, 2000.
Carlos Morales, "Un rostro en el jardín”, Col. «Cuadernos del Mediterráneo», Ed. El Toro de Barro, Tarancón de Cuenca, 2000.
























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