Mónica Nepote
(1970)
La ventana indiscreta
La ventana indiscreta
No es un río de plata el que
brilla frente a mis ojos. Sólo la humedad del cristal y el engaño de luces y
cámaras desiertas. Curioso que la cortina sea frontera, que más allá de la ley
de pliegues y bastillas exista una ventana idéntica y el azoro del ojo espía,
súbitamente descubierto. Sé que soy ese otro ojo, sé que soy ahora, la única mirada en medio de la noche.
Visión nocturna
El silbido del aire se cuela
por la tela blanca, fantasma que brilla entre la ventana y la noche. Afuera,
lejos de mi mesa la ciudad es una sílaba sostenida, una puerta que se abre, la
voz de ensueño de una mujer que conozco, el avión que, súbito, tocará la
tierra. Tras el ruido construyo un mundo desigual. Línea divisoria entre mi
cuerpo cerrado y la ciudad.
Visitación
Una paloma blanca en mi
ventana. Miro su ojo, el misterio del mundo gira en su ojo seco. Atónita mi
mano se extiende a la blancura.
Como dos enemigos se
confrontan, como la nieve, huye de mi
tacto, sólo la posesión del aire es lo posible.
Queda su vuelo, herencia de
ese mundo giratorio, la estela del mundo en mi ventana.
La estación
Tímida se borda en la orilla
de febrero. Su rostro detiene el gélido punzar del aire y la tierra, amorosa, cede su hondura a la semilla;
Al principio del tiempo. La
granada perdida en los infiernos abre su amargura en el trino de las aves, este
color es su regalo.
La mancha ligera en la pared
me revela, en sí, la fragilidad del mundo.
¿Qué fascinación encuentro en
ese círculo inestable? Quizá la inocencia descrita en la accidentada expansión.
Una mancha amarilla, un tono que no es sol, ni árbol, ni pluma del pájaro
naciente.
La mancha, un ojo único y
herido. Es suya la exclusión, es zona orlada del peligro, el lado opaco de lo
que no es.
Siesta
Habrá entonces el párpado
ceder. En el vaivén te miro, garza lenta, resbalar hacia el silencio.
Suscribo mi paso al hechizo
del aire: la tibieza deja flores abiertas, la geometría. Habrá que caminar sin
mácula, otorgar a los objetos levedad. No irrumpir en la blancura del párpado
sino liar sueño y danza. Suéñame: lentamente, rodando como perla por el
precipicio del día.
Imagen del pez
En su vitrina pende el pez.
Lejano, es una lección de anatomía,
un discurso de vida ajena, un
pequeño milagro en el ondular del reino. Quizá una remembranza del azul
turquesa, quizá también imagen del prodigio en la caída.
Pende el pez y su mirada
cristalina sabe imperios turbios, sagacidad, escape. Dice también de su
extinción, de la frágil naturaleza. Dice más el pez en lo que no dice, en su
lenguaje cifrado que remite a un tiempo antes de toda ciudad, cuando simples en
la bañera mirábamos boqueando la grandeza de Dios.
Otros poemas de Mónica Nepote
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Carlos Morales, "Salmo”
Col. «Cuadernos del Mediterráneo»
Ed. El Toro de Barro,
Tarancón de Cuenca, 2005.
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