Los
carabineros detuvieron a mis amigos,
les
ataron las manos a los raíles,
me
obligaron como se obliga a un extranjero
a
subir a un tren y abandonar la ciudad.
Mis
amigos enfermaron en el silencio,
tuvieron
visiones en las cercanías de lo sagrado.
No
la herida del inocente,
no
la cuerda del cazador de reptiles,
en
mi pensamiento la crueldad tiene nombre.
Me
llamaron judío,
perro
judío,
comunista
judío hijo de perro.
Este
no es un asunto que se pueda solucionar con tres palabras,
porque
para cada uno de nosotros
esas
palabras tampoco significan lo mismo.
Yo
he tenido un perro,
he
hablado con él,
le
he dado comida.
Para
alguien que ha tenido un perro
la
palabra perro es fiel como la palabra amigo,
hermosa
como la palabra estrella,
necesaria
como la palabra martillo.
De su libro
La casa roja
Grandes Obras de
El Toro de Barro
PVP: 10 euros Pedidos a:
edicioneseltorodebarro@yahoo.es
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En un dramático–y real– camino de retorno,
algunos de los 130 niños que sobrevivieron a Auschwitz vijaron de nuevo al escenario de aquel apocalipsis con un grupo
de estudiantes israelíes de secundaria, en el que se encontraban sus hijas. El
encontronazo de dos generaciones distintas con aquella memoria de dolor provocó
una gigantesca catarsis individual y colectiva, cuya historia fue narrada por la psicóloga
infantil Amela Einat en La cicatriz del humo. Esta novela coral pone de manifiesto las diversas formas de
experimentar la presencia real de aquella tragedia en todas las
generaciones del Israel contemporáneo, de cuyas patologías Amela Einat
es una reputada e innovadora especialista
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