Jorge Luis Borges
(Argentina, 1899–1986)
Elogio de la
sombra
La
vejez (tal es el nombre que los otros le dan)
puede
ser el tiempo de nuestra dicha.
El
animal ha muerto o casi ha muerto.
Quedan
el hombre y su alma.
Vivo
entre formas luminosas y vagas
que
no son aún la tiniebla.
Buenos
Aires,
que
antes se desgarraba en arrabales
hacia
la llanura incesante,
ha
vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,
las
borrosas calles del Once
y
las precarias casas viejas
que
aún llamamos el Sur.
Siempre
en mi vida fueron demasiadas las cosas;
Demócrito
de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
el
tiempo ha sido mi Demócrito.
Esta
penumbra es lenta y no duele;
fluye
por un manso declive
y
se parece a la eternidad.
Mis
amigos no tienen cara,
las
mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,
las
esquinas pueden ser otras,
no
hay letras en las páginas de los libros.
Todo
esto debería atemorizarme,
pero
es una dulzura, un regreso.
De
las generaciones de los textos que hay en la tierra
sólo
habré leído unos pocos,
los
que sigo leyendo en la memoria,
leyendo
y transformando.
Del
Sur, del Este, del Oeste, del Norte,
convergen
los caminos que me han traído
a
mi secreto centro.
Esos
caminos fueron ecos y pasos,
mujeres,
hombres, agonías, resurrecciones,
días
y noches,
entresueños
y sueños,
cada
ínfimo instante del ayer
y
de los ayeres del mundo,
la
firme espada del danés y la luna del persa,
los
actos de los muertos,
el
compartido amor, las palabras,
Emerson
y la nieve y tantas cosas.
Ahora
puedo olvidarlas. Llego a mi centro,
a
mi álgebra y mi clave,
a
mi espejo.
Pronto
sabré quién soy.
Otros poemas de Jorge Luis Borges
Damiano Taurino
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Rafael Ballesteros, "Turpa”.
Ed. El Toro de Barro,
Carboneras del Guadazaón, Cuenca 1972.
edicioneseltorodebarro@yahoo.es |
El Toro de Barro |
No hay comentarios:
Publicar un comentario