El ciervo
Sobre el atardecer
camina un ciervo
mientras al sol la
noche desposee.
El hocico del
ciervo, malherido,
sangre derrama
encima de las nubes.
Tiemblan las casas,
crujen levemente,
mientras inquietos
van sus habitantes
del espejo al balcón
y, una vez más,
contemplan su mirada
en los espejos.
Un ciervo a tales
horas
corre el camino que
ante el hombre pende,
devorando las
hierbas luminosas
que alimentan los
ojos.
Un ciervo abre sus
fauces,
ciervo feroz de boca
cotidiana,
que con los dientes
rompe las cortinas
de la diaria luz,
mientras derrama
sangre herida de sol
en su camino.
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El Toro de Barro
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2 comentarios:
Carlos, este poema me ha llegado muy especialmente. Al leerlo hoy, creo que es un símbolo al que justamente hoy puedo conferirle un significado, cuando Chile sufre la pérdida de un joven a manos de la violencia totalitaria. Creo que su sacrificio nos ha obligado a contemplar nuestro rostro frente al espejo y su sangre cae sobre la nación chilena. Acabo de ver las noticias con los detalles del crimen. Demasiada correspondencia. Con tu permiso, lo comparto.
Se de tus dificultados económicas, de las que espero salgas pronto. Sin prisa, pero sin pausa, porque la labor que has desarrollado al frente de El Toro es enorme, tanto cuando sacabas los libros a la antigua manera, como ahora, en que haces más o nmenos lo mismo en internet. Pero yo te escribo para felicitarte, en concreto, por este poema de Ángel Crepo. Es alucinante ver como la realidad cobra nuevo sentido al que tiene habitualmente. Sólo por este poema, y por este poeta, hubiera merecido la pena luchar como lo has hecho. Y no sólo por ellos, hay otros poetas que has escogido, en el antes y en el ahora, como César Cortijo, Juan Ramón Mansilla, José Ánel García, Amador Palacios, en fin, mucha gente que tiene mucho que decir. Un abrazo, Carlos. Y que por fin la vida te de su recompensa...
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