Fotograma de "Marcelino pan y vino" |
Diego Jesús Jiménez
Jaula
Nada
tan triste
para mí, como esta jaula. Cerca
de baúles; entre rosarios
y calderos rotos. Abandonada,
al lado de cerrojos
sin nadie.
Allí,
entre las medicinas
de un difunto olvidado, está la jaula, el alma,
llena de pájaros
que no conoce aún; silenciosa y abierta; como un nido
de odio.
Toca, tócame pronto
-si has de tocar- las alas
de mis oscuros sueños. Abre los patios más umbríos
de mi memoria. ¿Quién
es el que cree, que el alma
es nuestro huésped? Eres la cárcel
tú, la tienda
de delicadas drogas. Soy tu pecado; yo soy tu oculto
sacerdote.
Como
un niño huérfano
entre perfumes venenosos, o entre dulces
mortales, veo la dicha en ti. Vivo
dentro de tus oscuras habitaciones.
para mí, como esta jaula. Cerca
de baúles; entre rosarios
y calderos rotos. Abandonada,
al lado de cerrojos
sin nadie.
Allí,
entre las medicinas
de un difunto olvidado, está la jaula, el alma,
llena de pájaros
que no conoce aún; silenciosa y abierta; como un nido
de odio.
Toca, tócame pronto
-si has de tocar- las alas
de mis oscuros sueños. Abre los patios más umbríos
de mi memoria. ¿Quién
es el que cree, que el alma
es nuestro huésped? Eres la cárcel
tú, la tienda
de delicadas drogas. Soy tu pecado; yo soy tu oculto
sacerdote.
Como
un niño huérfano
entre perfumes venenosos, o entre dulces
mortales, veo la dicha en ti. Vivo
dentro de tus oscuras habitaciones.
Toco sobre tus sábanas, esas horas tan
breves
que no encontró mi vida.
El vuelo náufrago
de la perdiz, con el que ahora intento
navegar, se ha roto.
Y entro en tu casa negra; en los corrales
del placer, en el jardín
de los más altos vicios. ¡Sangre
de qué hermoso animal
me ofreces! ¡Con qué hierbas malditas
me recibes! ¡Liga,
para qué pájaros, preparas! Tu emboscada de músicas,
atraviesa mi cuerpo
derrotado.
Solamente tú puedes
librarme hoy de mi aburrida y lenta
libertad sin caminos.
que no encontró mi vida.
El vuelo náufrago
de la perdiz, con el que ahora intento
navegar, se ha roto.
Y entro en tu casa negra; en los corrales
del placer, en el jardín
de los más altos vicios. ¡Sangre
de qué hermoso animal
me ofreces! ¡Con qué hierbas malditas
me recibes! ¡Liga,
para qué pájaros, preparas! Tu emboscada de músicas,
atraviesa mi cuerpo
derrotado.
Solamente tú puedes
librarme hoy de mi aburrida y lenta
libertad sin caminos.
De su
libro
Coro
de ánimas
Premio
Nacional de Poesía de 1968.
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Agotadado. |
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