Carlos de la Rica
(España, 1929 – 1997)
El rapto de Europa
I
Largo el camino de los
pastores,
que los pastores de las montañas de Europa,
ahora cuando cuarenta años hace que los pastores
temblaron de la Europa. El ojo de los Alpes,
el gran ojo de los Alpes y los ojos de las
cúpulas y de los templos vieron,
vieron al sinuoso Ares caminar; hisopo de sangre en la mano tenía,
con rojo hisopo color daba a todas las carreteras
y ferrocarriles; caminos y llanuras, carreteras
y ferrocarriles brillan terribles;
presto levantan, levantan presto las barricadas.
Allá donde el bosque, donde la ola pura,
donde la ola pura alza su beso, en los ribazos
y en otros lugares más, Ares coloca la silla;
al cielo escrutan los tejados, el cielo divisan
de aeroplanos: Cuarenta veces en el recuerdo de los
pastores miles de hombres los ríos atraviesan y ciudades.
que los pastores de las montañas de Europa,
ahora cuando cuarenta años hace que los pastores
temblaron de la Europa. El ojo de los Alpes,
el gran ojo de los Alpes y los ojos de las
cúpulas y de los templos vieron,
vieron al sinuoso Ares caminar; hisopo de sangre en la mano tenía,
con rojo hisopo color daba a todas las carreteras
y ferrocarriles; caminos y llanuras, carreteras
y ferrocarriles brillan terribles;
presto levantan, levantan presto las barricadas.
Allá donde el bosque, donde la ola pura,
donde la ola pura alza su beso, en los ribazos
y en otros lugares más, Ares coloca la silla;
al cielo escrutan los tejados, el cielo divisan
de aeroplanos: Cuarenta veces en el recuerdo de los
pastores miles de hombres los ríos atraviesan y ciudades.
II
Apenas Lodz o Varsovia,
apenas han despertado
han despertado los polacos, apenas dicho «buenos días»,
los cincuenta mil el número de monstruos sobrepasa,
a los bellos caballos en las fronteras han atado,
los demonios y monstruos han llegado,
tanques y cañones, hampa de fisgones;
la curva de los ríos y los caminos
insultada, cercada por los diablos follones.
Se lucha por las calles, por las calles y desde los balcones.
Polonia con las carnes heridas, con el pico partido,
soldados en los figones.
han despertado los polacos, apenas dicho «buenos días»,
los cincuenta mil el número de monstruos sobrepasa,
a los bellos caballos en las fronteras han atado,
los demonios y monstruos han llegado,
tanques y cañones, hampa de fisgones;
la curva de los ríos y los caminos
insultada, cercada por los diablos follones.
Se lucha por las calles, por las calles y desde los balcones.
Polonia con las carnes heridas, con el pico partido,
soldados en los figones.
III
El portador es mensajero
del mal día. Y el mal día adviene,
las estatuas heladas de los parques, el mal día adviene.
A los transeúntes por Europa pregunto:
el mal día llega.
Los obstáculos de las colinas y de las fronteras
removidos temblaron, pues el mal día llegó.
Los almendros y las arenas de Dunkerque a pólvora,
a pólvora huelen y a destrucción. En el pie del cielo
hay heridos y enfermeras,
enfermeras y heridos, presurosos los camilleros,
pues el mal día estaba allí.
El portador es mensajero
de la partida cuya barca,
cuya barca en las aguas del Canal se desliza,
se desliza,
pues el mal día
era aquel.
las estatuas heladas de los parques, el mal día adviene.
A los transeúntes por Europa pregunto:
el mal día llega.
Los obstáculos de las colinas y de las fronteras
removidos temblaron, pues el mal día llegó.
Los almendros y las arenas de Dunkerque a pólvora,
a pólvora huelen y a destrucción. En el pie del cielo
hay heridos y enfermeras,
enfermeras y heridos, presurosos los camilleros,
pues el mal día estaba allí.
El portador es mensajero
de la partida cuya barca,
cuya barca en las aguas del Canal se desliza,
se desliza,
pues el mal día
era aquel.
IV
Detrás del Canal, los
tejados: un pueblo detrás del Canal
que no en balde el largo camino ha recorrido.
Su jefe habla en la tribuna y en la radio previene
que salvar la libertad
entregarse es a la sangre.
Trae a los ciudadanos de la gran barca un enorme cerrojo
y con él cierra la puerta. Pero la ruta de Albión
aún no ha sido abierta.
que no en balde el largo camino ha recorrido.
Su jefe habla en la tribuna y en la radio previene
que salvar la libertad
entregarse es a la sangre.
Trae a los ciudadanos de la gran barca un enorme cerrojo
y con él cierra la puerta. Pero la ruta de Albión
aún no ha sido abierta.
V
No puedes cerrar la
catedral de Reims, ni el bosque, no puede
morir la catedral de Reims
ni la Loira o la Sena;
más allá de los traidores y de las montañas, de los viñedos
y de las olas, más allá de los frutales, marca el sol,
el sol marca el regreso. Dentro, esparcidos y silentes
pronuncian, pronuncia el maquís su carrera, y deja
deja en los oídos y en los labios esa santa consigna:
Libertad.
morir la catedral de Reims
ni la Loira o la Sena;
más allá de los traidores y de las montañas, de los viñedos
y de las olas, más allá de los frutales, marca el sol,
el sol marca el regreso. Dentro, esparcidos y silentes
pronuncian, pronuncia el maquís su carrera, y deja
deja en los oídos y en los labios esa santa consigna:
Libertad.
VI
Cubría el continente una
noche
de camisas y corbatas. Nuestra
primera infancia engañada. Una sola
era la bota que a Europa
humillaba. Los españoles,
no del todo remotos, escuchábamos
los clarines y las palabras borrachas
de triunfo. Atada sobre el lomo
a Europa en el toro veíamos;
sobre los trenes y los tanques,
hacia otras constelaciones ignotas,
sin cedros, ni pinos, ni aves,
ni viento, ni semilla. Un Orden
Nuevo vino, decían, y todas las campanas
doblaron desde las cúpulas.
Soldados y ciudadanos levantaban
el brazo en desafío al pueblo.
Crujían las trincheras. Pasaban los aviones
sobre la hierba y los tejados. Bajo la cruz
gamada caen los nombres: Atenas
con su peplo de plata, con sus plintos
y doseles, con sus calles milenarias.
París embarrada, barrios de muertos;
el cuerpo abierto, Brujas o Amberes;
Coventry como un papel manchada
por la tinta y el tintero.
Atada, en el lomo del toro, Europa.
de camisas y corbatas. Nuestra
primera infancia engañada. Una sola
era la bota que a Europa
humillaba. Los españoles,
no del todo remotos, escuchábamos
los clarines y las palabras borrachas
de triunfo. Atada sobre el lomo
a Europa en el toro veíamos;
sobre los trenes y los tanques,
hacia otras constelaciones ignotas,
sin cedros, ni pinos, ni aves,
ni viento, ni semilla. Un Orden
Nuevo vino, decían, y todas las campanas
doblaron desde las cúpulas.
Soldados y ciudadanos levantaban
el brazo en desafío al pueblo.
Crujían las trincheras. Pasaban los aviones
sobre la hierba y los tejados. Bajo la cruz
gamada caen los nombres: Atenas
con su peplo de plata, con sus plintos
y doseles, con sus calles milenarias.
París embarrada, barrios de muertos;
el cuerpo abierto, Brujas o Amberes;
Coventry como un papel manchada
por la tinta y el tintero.
Atada, en el lomo del toro, Europa.
VII
Aquel pozo de agua de
lluvia
se ha colmado. Miles de soldados y naciones
hubieron pronunciado palabras hermosas de victoria.
El final está cerca,
decían, el final está próximo; en Cipris,
en Cipris peina sus trenzas Afrodita. El camino
con los pies y los hijos en las manos, con el olivo,
con el claro resplandor de los cristales. Los demonios
hacia el infierno parten,
caminan hacia el infierno profundo las miríadas de camisas,
de las camisas negras.
Oh Dios de Nôtre Dame,
de Roma y del infinito, contesta
con una lluvia de rosas. Cabalga sobre el campo limpio
de Europa, de esta única patria
rescatada, libre bajo los astros, con la hermosura
de otro, este nuestro tiempo.
se ha colmado. Miles de soldados y naciones
hubieron pronunciado palabras hermosas de victoria.
El final está cerca,
decían, el final está próximo; en Cipris,
en Cipris peina sus trenzas Afrodita. El camino
con los pies y los hijos en las manos, con el olivo,
con el claro resplandor de los cristales. Los demonios
hacia el infierno parten,
caminan hacia el infierno profundo las miríadas de camisas,
de las camisas negras.
Oh Dios de Nôtre Dame,
de Roma y del infinito, contesta
con una lluvia de rosas. Cabalga sobre el campo limpio
de Europa, de esta única patria
rescatada, libre bajo los astros, con la hermosura
de otro, este nuestro tiempo.
De su libro
Yad
Vashem
El Toro de Barro 2000.
Otros poemas de Carlos de la Rica
(«Realismo
mitológico»)
«A Ezra Pound» (1977)
«Yo amo una raza hermosa que vivió en América» (1977)
«La marcha de los negros» (1977)
«Ícaro» (1977)
«Saludo desde Z a Yuri Gagarin» (1977)
«Yad Vashem» (1977-2000)
«El rapto de Europa» (1977-2000)
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Amela Einat, "La cicatriz del humo” (Novela)
Col. «Biblioteca Internacional del Holocausto»
Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales Ed.
Tarancón de Cuenca, 2005.
PVP 10 Euros
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