Velatorio de un niño muerto en Afganistán
Blanca Varela
(Perú,
1926-2009)
Conversación con Simón Weil
—los niños, el océano, la vida silvestre, Bach.
—el
hombre es un extraño animal.
En
la mayor parte del mundo
la
mitad de los niños se van a la cama
hambrientos.
¿Renuncia
el ángel a sus plumas, al iris,
a
la gravedad y la gracia?
¿Se
acabo para nosotros la esperanza
de
ser mejores ahora?
La
vida es de otros.
Ilusiones
y yerros.
La
palabra fatigada.
Ya
ni te atreves a comerte un durazno.
Para
algo cerré la puerta,
di
la espalda
y
entre la rabia y el sueño
olvide
muchas cosas.
La
mitad de los niños se van a la cama
hambrientos.
—los
niños, el océano, la vida silvestre Bach.
—el
hombre es un extraño animal.
Los
sabios en quien depositamos nuestra
confianza
nos
traicionan.
—los
niños se van a la cama hambrientos
—los
viejos se van a la muerte hambrientos.
El
verbo no alimenta. Las cifras no sacian.
Me
acuerdo ¿Me acuerdo?
Me
acuerdo mal, reconozco a tientas. Me equivoco.
Viene
una niña de lejos. Doy la espalda.
Me
olvido de la razón y el tiempo.
Y
todo debe ser mentira
porque
no estoy en el sitio de mi alma.
No
me quejo de la buena manera.
La
poesía me harta.
Cierro
la puerta
Orino
tristemente sobre el mezquino fuego de la gracia.
—los
niños se van a la cama hambrientos.
—los
viejos se van a la muerte hambrientos.
El
verbo no alimenta.
Las
cifras no sacian.
—el
hombre es un extraño animal.
PVP 10 euros
edicioneseltorodebarro@yahoo.es
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Libro recomendado
Cuando tocó mi mano con sus dedos,
cuando mordió mi mano
y dejó sus labios caer sobre mi boca
como una manzana, había nubes
cabalgando encima de la tierra,
y el fuego de su alma se agitaba
como el relámpago de una tormenta de verano.
No era un espejismo, no: la tierra era
un mar sediento y encrespado,
y cuando la abrazó la lluvia, mi corazón
se llenó de guitarras, y se atrevió a cantar.
cuando mordió mi mano
y dejó sus labios caer sobre mi boca
como una manzana, había nubes
cabalgando encima de la tierra,
y el fuego de su alma se agitaba
como el relámpago de una tormenta de verano.
No era un espejismo, no: la tierra era
un mar sediento y encrespado,
y cuando la abrazó la lluvia, mi corazón
se llenó de guitarras, y se atrevió a cantar.
Shamer Khair
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