Autor desconocido |
(1959)
Verdad a medias
Aún no he aprendido a distinguir
las partes del espíritu
de las de su política.
El pienso, luego existo
—con su instante de fuga—
me queda tan lejos como la
vida
inasible del tigre
que no he visto nunca en la
selva canónica
sino sólo en su jaula,
junto al hueso mordido y las
moscas
persistentes de la quietud,
o en alguna pantalla
donde el domador roza
el mítico colmillo
con su dedo meramente humano
y la sombra del tigre se
pasea
por los rectos barrotes,
la bestia ya librada de sus
músculos
en esa estancia abierta
entre el cascajo y el techo.
¿Qué existe ahí?
De la huella a la piel
sólo unos centímetros de luz
separan a la visión
de su propia estrategia
cuando ve que ve,
y es tan dudoso
que el tigre sobreviva
más allá de mi posesión
como la leyenda de ese árbol
—el abedul que no conozco
o el abeto literario—
caído en un bosque
sin que nadie lo perciba,
aunque pueda ser un hecho
más inmediato que yo,
porque en un argumento
la lógica de las
palabras
ya lo ha postulado
muerto en su hoyo,
con las ramas trizadas
y el tronco circular
hundido en la tiniebla
de otras hojas secas,
quizás de olmo ordinario o
de pino.
Pero vuelvo al espíritu.
O a su política.
Al oro abstracto
y a esa población de paja,
al hábito extravagante
de una aguja oculta
perennemente entre las
briznas
y a la alegoría disuelta
por tanta simpleza.
El espíritu trasciende,
supongo,
al medievo detenido en su
establo,
el sol sin pascua y el fuego
sin creaturas,
la chispa distante del leño,
el calor indeseado
que ilumina la cara
y una verdad a medias:
el cráneo con su médula de
universo.
Dura lo que piensa, suave se
impone
esa idea blanca y concubina
de sí
en la brecha, oreja demente
con el crujido adentro,
sin tacto para descubrirse,
como en otro reino animal
el burro que rastrea
del estiércol al pesebre
los restos de su propio olor
porque no sabe hacer otra
cosa,
aunque el belfo y la tierra
también se busquen distintos
mientras culmina el rastrojo
con una finta de más en la
intemperie,
extremando la soltura
del arbusto en su rincón
hacia donde miro,
los ojos en la corteza,
paradoja y viento,
la raíz cortada de un solo
tajo
y todavía me tengo
Otros poemas de Tedi López Mills
«Agua» * «Secuela» * «Verdad a medias»
«Tarde en Huitzilac» * «Nieve»
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Carlos Morales, "Salmo”
Col. «Cuadernos del
Mediterráneo»
Ed. El Toro de Barro,
Tarancón de Cuenca, 2005.
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