Humberto Rivas |
Utilizar la noche
Con
la costumbre en un mal paso,
pronto
a empezar de nuevo,
quieto,
como
quien todo lo perdió en un par de manos,
con
la frágil resolución sólo
de
abrir mi casa todavía en las maletas,
comprar
bombillas y encontrar nuevos apegos,
observo
este piso vacío, otra casa,
por
el propósito de una rendición, otro fracaso.
No proyectar el pasado ni sus cuerpos,
utilizar la noche,
cenar con el cabrón que siempre va
conmigo,
repetirme con frecuencia
que cualquier decisión me hará posible.
Para qué tanta gravedad por poseerte,
tanto padecer, majarme a palos por
católico,
aborrecer mi estirpe, ya no:
después de tanta crisis sólo importa
cuadrar qué debo yo a este silencio.
Tentar saber quien fui me reconcilia
con una idea aproximada de individuo,
viejo ya, cerrado por reformas
y sin ti, a quien le gustó quien era,
ya no, y soy como había sido el hombre
a medida que ibas modelando el barro.
Todos fuimos cosas que empleabas
para olvidarte de la niña servil que
vestía a sus muñecas,
de la adolescente prematrimonial,
de la desesperada,
para luego resolver
que aun amando había que dejar de amar,
que hacerse perdidiza era una ruina,
una incorrección, una vulgaridad
intolerable,
que sólo existían los poblados
con cosas que caminan, con proyectos.
Mi relación con todo, la que tuve y ya no
tengo,
es atemporal y es incurable.
Ahora busco encajar en este espacio,
descubrir contenidos higiénicos
en las terminales de otras bocas.
No resistirás otra mudanza, compañero,
otro traslado, otro quien fuiste,
otro papel, más sillas nuevas.
No rebusques en bolsillos ni en cajitas,
da lo mismo lo poco o mucho que aún te
resta
cuando el juego final va a ser a todo o
nada.
De
su plaquette
Col. Cuadernos de Mediterráneo
El Toro de Barro, 2005.
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© Del
poema, Jordi Virallonga.
© De Poemas de amor descortés, El Toro de Barro.
En caso de
reproducción, rogamos se cite su autoría.
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