No conocemos al autor |
Víctor Toledo
(México, 1957)
Continuación del
sueño de John Donne
Iosiv Brodsky se ha dormido, se
ha dormido su John Donne
y su
Pushkin, su Platonov, se han dormido
y su
Shestov.
Duermen
sus amigos, las campanas cristalinas del invierno
en el
enojo de su maestra Ahmátova y el corzo en el soto nervioso de su mano.
Duermen
sus largos versos de halcón y el divertimiento mexicano para Octavio Paz.
Los
“versitos de Pasternak”, su amigo Derek y el Reino del Caimito
y al
descordado corazón de Mandelshtam
no
despierta el tambor de Mayakovsky.
El todo
sueña con la nada, el agua sueña con el fuego
el
sueño sueña (sólo Ulises dobla el arco del tiempo)
su
tonta asíntota triunfar: sí hay regreso
Y la flecha
emprende eterno vuelo, detenida.
Duerme
el latido de la púrpura en su lecho cardiovascular
el
rítmico látigo del padecimiento: su puño azul cansado fuma
y sueña
el humo de su cigarro-pluma, sueña la realidad
y el
mundo despierta en este sueño.
Duerme
el mínimo polvo de las alas de las mariposas
el oro
de la punta de las estrellas y el polvoriento polvo de las olas
el
polvo del universo duerme
en su
color azul.
Iosiv
Brodsky sueña que el orbe duerme al fin
la
esfera se ha dormido y sueña que el bardo arrulla el fin
Iosiv
por fin despierta y ve:
vigila
el sueño de sus padres con los que ya se reencontró
(se
posaron convertidos en cornejas
en el
hilo destensado del teléfono (su cordón de plata umbilical).
Y el
cajón de cuarto y medio de Leningrado también sueña
en la
caja infinita de los versos.
Sólo la
selva espesa del blanco de la nieve
mantiene
su vigilia escandalosa y grita su insomnio: todo duerme.
La
nieve sueña el sueño del poeta, el afilado brillo del diamante del norte.
Los
traductores y reseñistas sueñan volando sus versiones
hacia
los suplementos del domingo
y
tallan epitafios para estar con él, talan bosques, talan tumbas
tallan-talan
las durísimas caras del tiempo
pues
todo sueña pero la nieve de la oscuridad no había caído tan seca
y tan
espesa.
Toda la
época descansa con su último poeta.
El
sueño comunista y el camino americano duermen juntos
Y la
odiada profusa pro-rusa prosa rusa
es la almohada pedestre del ligero inglés
“y cada
verso hermana a otro, aunque en sueños se musiten:
‘hazte
a un lado’” sueñan
suenan
las cadenas de mentiras: Don, Don
y los
tirajes, los señuelos de las señas
duermen
eslavos
eslabones y esclavas del color
las
levas en las naves que se elevan.
Y más
allá del Nieva o del Mississippi
donde
silban sus sueños sinuosos las serpientes
más
allá del Volga o del Colorado
ladran los ladrillos
de
largometrajes y los acetatos
de la
industria del sueño -las paredes de agua- se revientan.
Nadie
los perturba, el cielo -no la nada- enturbia y los masturba.
Un
diluvio de estrellas una cauda de cometa
una
herida de luz abierta en el oscuro velo
una
mandarina derramando estrellas
una
roja boca estandarte y la negrazul bandera sangrienta y estrellada
vagina
blanca, se abren para recibir tu sueño.
Sueña
la larga venida de la lluvia de Tarkovsky en la pared
y el
grito cristalino de la mar
azur
azoro del azor
que
“cae” como el poeta: cuando asciende.
Cae
para elevarse en un sueño de plumas
cobijando
al mundo:
“nieva,
Neva”
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