El Toro de Barro

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domingo, 4 de marzo de 2012

«Padre mío...», de Vicente Aleixandre.

Fotografía "Desiderio Morales"; l. Ref: Carlos de la Rica,"Yad Vashem” Col. «Biblioteca Internacional del Holocausto» Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales Ed. Tarancón de Cuenca, 2000. PVP 8 Euros. edicioneseltorodebarro@yahoo.es

Padre mío

 

 

Lejos estás, padre mío, allá en tu reino de las sombras.

Mira a tu hijo, oscuro en esta tiniebla huérfana,

lejos de la benévola luz de tus ojos continuos.

Allí nací, crecí; de aquella luz pura

tomé vida, y aquel fulgor sereno

se embebió en esta forma, que todavía despide,

como un eco apagado, tu luz resplandeciente.

 

Bajo la frente poderosa, mundo entero de vida,

mente completa que un humano alcanzara,

sentí la sombra que protegió mi infancia. Leve, leve,

resbaló así la niñez como alígero pie sobre una hierba noble,

y si besé a los pájaros, si pude posar mis labios

sobre tantas alas fugaces que una aurora empujara,

fue por ti, por tus benévolos ojos que presidieron mi nacimiento

y fueron como brazos que por encima de mi testa cernían

la luz, la luz tranquila, no heridora a mis ojos de niño.

 

Alto, padre, como una montaña que pudiera inclinarse,

que pudiera vencerse sobre mi propia frente descuidada

y besarme tan luminosamente, tan silenciosa y puramente

como la luz que pasa por las crestas radiantes

donde reina el azul de los cielos purísimos.

 

Por tu pecho bajaba una cascada luminosa de bondad, que tocaba

luego mi rostro y bañaba mi cuerpo aún infantil, que emergía

de tu fuerza tranquila como desnudo, reciente,

nacido cada día de ti, porque tú fuiste padre

diario, y cada día yo nací de tu pecho, exhalado

de tu amor, como acaso mensaje de tu seno purísimo.

Porque yo nací entero cada día, entero y tierno siempre,

y débil y gozoso cada día hollé naciendo

la hierba misma intacta: pisé leve, estrené brisas,

henchí también mi seno, y miré el mundo

y lo vi bueno. Bueno tú, padre mío, mundo mío, tú sólo.

 

Hasta la orilla del mar condujiste mi mano.

Benévolo y potente tú como un bosque en la orilla,

yo sentí mis espaldas guardadas contra el viento estrellado.

Pude sumergir mi cuerpo reciente cada aurora en la espuma,

y besar a la mar candorosa en el día,

siempre olvidada, siempre, de su noche de lutos.

 

Padre, tú me besaste con labios de azul sereno.

Limpios de nubes veía yo tus ojos,

aunque a veces un velo de tristeza eclipsaba a mi frente

esa luz que sin duda de los cielos tomabas.

Oh padre altísimo, oh tierno padre gigantesco

que así, en los brazos, desvalido, me hubiste.

 

Huérfano de ti, menudo como entonces, caído sobre una hierba triste,

heme hoy aquí, padre, sobre el mundo en tu ausencia,

mientras pienso en tu forma sagrada, habitadora acaso de un sombra amorosa,

por la que nunca, nunca tu corazón me olvida.

 

Oh padre mío, seguro estoy que en la tiniebla fuerte

tú vives y me amas. Que un vigor poderoso,

un latir, aún revienta en la tierra.

Y que unas ondas de pronto, desde un fondo, sacuden

a la tierra y la ondulan, y a mis pies se estremece.

 

Pero yo soy de carne todavía. Y mi vida

es de carne, padre, padre mío. Y aquí estoy,

solo, sobre la tierra quieta, menudo como entonces, sin verte,

derribado sobre los inmensos brazos que horriblemente te imitan.





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«Padre mío...»



Grandes Obras de 
El Toro de Barro
Carlos de la Rica,"Yad Vashem” Col. «Biblioteca Internacional del Holocausto» Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales Ed. Tarancón de Cuenca, 2000. PVP 8 Euros. edicioneseltorodebarro@yahoo.es
Carlos de la Rica,"Yad Vashem”
Col. «Biblioteca Internacional del Holocausto»
Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales Ed.
Tarancón de Cuenca, 2000.
PVP 8 Euros.
Carlos de la Rica,"Yad Vashem” Col. «Biblioteca Internacional del Holocausto» Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales Ed. Tarancón de Cuenca, 2000. PVP 8 Euros. edicioneseltorodebarro@yahoo.es








 
























1 comentario:

A chuisle dijo...

Sobrecogedor y aunque he leído mucho de Aleixandre, no conocía este poema, que hoy me parece lo mejor de su poesía. Y mientras lo leía, pensaba cuánto de tu propia poesía hay en él, tanto que me parece estarte leyendo a ti Carlos, por la intensidad, la honestidad y hasta el estilo lírico.

También pensaba qué bienaventurado el hijo que pueda decir todo esto de su padre.

Es una joya para llevar siempre. Como acostumbran a compartir tanto Marco Antonio Gonzales como tú. Gracias a ambos.