Francisco Caro
España, La Mancha, 1947
Como el que escribe y oye caer
el agua
caer el agua anónima, serena,
sobre los agotados campos,
y escucha su bondad, y al percibir
el ritmo y el instante
de la lluvia abandona
el lápiz que sostiene, sus papeles aparta
y ajeno a la escritura en donde residía
acude a contemplar
cómo la tierra empapa y oscurece,
y atreve una palabra
pequeña por sus labios,
y dice gracias
soplo de vida,
porque sabe que en este
soplo de vida,
en esta sencillez que nada pide,
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