DUEÑO, LUMBRE, REY
Rodolfo Häsler
Disfrutaba de la arcana fuerza de juventud
no sin cierto sentimiento de cautiverio o distancia.
Entonces fumaba "Gauloises" hasta altas horas de la noche
y desayunaba en un viejo establecimiento de nombre extraordinario,
"Megas Alexandros".
Alejado ya de la canícula, a medio morir,
mi cuerpo es una suprema anémona ardiente,
cubierto de oro,
víctima de complicadísimos rituales nupciales,
dominado por la luz, ligero como ya no puedo recordar,
vencido por el agua, dueño, lumbre, rey.
Evocación
Coloco en la estancia un ramo de anémonas
y observo con detenimiento su lenta evolución,
uno tras otro hasta fumar mi cajetilla de cigarrillos "Abdula",
hierático en la pureza de los ojos.
No sé cuánto va a durar el proceso,
dependerá del clima, del grado de humedad, prefiero creer.
El discurrir de los días como recuerdo de las anémonas
en espera de eclosión, seguidas de muerte,
atento entre sus pétalos rojos, azules y violados
mientras insisto, por delicadeza, en perder la vida,
como quería Rimbaud,
pendiente de la metamorfosis,
impasible ante el inminente cambio
no puedo imaginar otra situación en estos momentos,
si el negro espacio me sostiene
como parte del reflejo de un diamante, de la luna,
y me devuelve a mi raro receptáculo vegetal,
transitorio exilio
entre hojas verdes y ramas en flor.
Plumas, brillantes plumas de pavo real, plumas
en la amarilla corona que como iniciado te distingue,
¿cuántos girasoles en tu emblema? ¿cuántas abejas en el panal?
tu cuerpo hechizado quiere bailar con la materia
y la regla es ahora receptáculo floreado,
laberinto encendido para el resto de los días.
La emoción se vierte en cinco lágrimas
cuando asomas la punta de la lengua
para tocar con ella el hueso, el cuello bendecido.
Hoy han bajado los dioses y te dan la mano,
han bajado y están ante ti por vez primera
para brindarte su comida, su esencia irrefutable,
la adivinanza, la interpretación del ser,
oro viejo de tu sangre que a lo alto se gobierna
capaz de acrecentar, si lo deseas, toda tu esperanza.
Café arábiga
Pido al sol que en tu cuerpo se ufana y destaca
henchido de vigor rojo en las nalgas, mil lados
de la gema más buscada, repentina, ya incendiada.
Tu desvelo me llena y el deseo, tan denostado y
del que tanto dependo, corona mi cabeza y entra
en ti como negro impulso o negro brebaje amargo.
Me detengo ante un paisaje oriental de nubes y
humedad tallado en una piedra, me detengo ante
los pétalos pequeños de la violeta que amo. Te
comerás las diez celebraciones, su contenido, la
virginidad del falo y la traza que deja el
escritor sobre tu cama. Sé que algo vive en ti
cuando me llamas, aliado a mi intención, tan
cerca de mi esfuerzo.
(Poemas extraídos de Elleife)
(Diseño de Carlos Morales)
1 comentario:
"la virginidad del falo y la traza que deja el escritor sobre tu cama."
Aparte de masturbarbe salvajemente después de leer este poema, creo que debo advertir a la gente de los escritores, sobre todo de los escritores hispanoamericanos, que tanto marean con su dulzor por eso de dejar su rastro en miles de camas.
Fantástico este poeta al que desconocía...
I. Soler
(Madrid)
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