Ángel Crespo
JUNIO FELIZ
El viajero nocturno
Cuando se hace de noche,
puedo tocarlo todo sin moverme.
La oscuridad me acerca los objetos:
el mundo se reduce a mi medida.
Salgo al campo y, apenas
la mano extiendo, toco los trigales
despertando el murmullo de los surcos.
El chotacabras llega
fatalmente a mis manos
y le doy libertad sin que se aleje.
La brisa se me posa
en el hombro y el cielo
es apenas el techo del establo.
Digo, y las mariposas
nocturnas, a mi voz, baten las alas,
tocadas de soslayo por mis sílabas;
y el conejo que pace en la raya del monte
tiene su salvación en mi desgana.
No está lejos el mar, no pueblos, ríos
se oponen a mi paso:
viajo de prisa, veo el mundo, vuelvo
y yo mismo recibo al viajero nocturno.
La voluntad de perdurar
La voluntad de perdurar
de todo lo que es frágil
canta en la avena loca, en las avenas
en cultos surcos, de amarillo armadas,
y canta en estos versos
que bajo el sol despegan,
se alzan –llegan ya al sol–
y abatidos, quemados, mis propios labios hieren.
Voluntad de lo frágil
frente a la tozudez hermosa de lo duro,
que el tiempo va minando
y reduciendo a débiles cenizas.
Así la roca alta
en la que sólo posan el águila y el cuervo
–y en no larga ocasión la mariposa–,
en diminutas piedras se redime
y se sublima en chinas, polvo y tenue
materia que mi lengua impregna mientras canto.
Suave polvillo por mi frágil verso:
voluntad imperiosa
de ser cuando la roca ya no sea.
(Del libro
Oculta transparencia)
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