John Laughlin, La maison du passé (1947).
"La casa tiene
puertas y ventanas, pero es su vacío lo que constituye la esencia de la
casa"
(Tao Te King)
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Héctor Berenguer
(Argentina, 1948)
El último
crepúsculo
Dicen
que es calmo
el lecho de la muerte.
Más nunca sabré la dirección de mi último crepúsculo
ni la imprecisa noche a la que habré de entregarme.
Ver morir a otros
descubre nuestra desnudez frente al destino.
Como Casandra,
el hombre tiene la horrible misión
de dar a luz el porvenir.
el lecho de la muerte.
Más nunca sabré la dirección de mi último crepúsculo
ni la imprecisa noche a la que habré de entregarme.
Ver morir a otros
descubre nuestra desnudez frente al destino.
Como Casandra,
el hombre tiene la horrible misión
de dar a luz el porvenir.
Cada cual lleva paciente
un cadáver con su nombre
y muere siempre el otro
su reverso imaginario.
¿Quién puede como quería Rilke conquistar su propia muerte?
un cadáver con su nombre
y muere siempre el otro
su reverso imaginario.
¿Quién puede como quería Rilke conquistar su propia muerte?
El peso de un cuerpo
tiene la densidad de una piedra en la caída.
tiene la densidad de una piedra en la caída.
Lo sabe la mujer que va a parir,
o después de la cópula
cuando aún yace su amante sobre ella.
o después de la cópula
cuando aún yace su amante sobre ella.
Morir es un arte superior a la muerte.
Lo supo el samuray
que cultivó esa extraña criatura
ante un capullo de cerezo.
que cultivó esa extraña criatura
ante un capullo de cerezo.
Lo supo Mishima
pétalo derramado en un cuenco de jade.
pétalo derramado en un cuenco de jade.
Ante la muerte
no hay virtud
y no hay medida.
no hay virtud
y no hay medida.
Otros poemas de Héctor Berenguer
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Ángel Crespo, Oculta transparencia (Antología, 1950-1959)
Prólogo Toni Montesinos
Col. «Mayor de poesía»
Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed.
Tarancón de Cuenca, 2000.
edicioneseltorodebarro@yahoo.es |
4 comentarios:
Hay poemas que se salen de los límites de la poesía misma porque, en ellos, la poesía es sólo como una de esas cuerdas que ciertos jóvenes valerosos usan para ascender a las cimas del mundo para contemplar en ellas lo que queda de nosotros y de nuestra propia vida. Parecieran escritos en otro tiempo, en un tiempo lejano, y -al mismo tiempo- se asemejan a los que no han sido escritos todavía. Uno siente ante ellos lo que sentiría al encontrarse en el muro más concurrido de cualquier ciudad contemporánea la figura pintada de un toro como los de Altamira o los de Lasceaux (se escribe así?) que hubiera sido pintada, con igual vigor y potestas, por la mano de un espíritu de hoy, como el que haya hace unos días en el de la pintora argentina Roxana Basso. Te sacan del tiempo en el que vives, y te arrastran a otro de fonteras imprecisas y desconocidas. El ojo azul del igualmente argentino Hector Berenguer nos mira, también, desde ese otro tiempo que no es de los búhos ni de las alondras, para contarnos verdades que, a pesar de ostentar el tamaño de las pirámides de Egipto, son verdades que nos negamos a ver. La suya es como una voz que nos llega del pasado, pero que no habla para los hombres y mujeres del pasado, o del presente, o del futuro, sino para el espíritu de los que quieren arriesgarse a escuchar. "Morir es un arte superior a la muerte": ¿quién puede decir ésto sino un pofeta o, simplemente, un hombre sabio?. Recuerdo bien el "ojo azul" de Héctor Berenguer porque, al comienzo de caer en las redes de la Santa Face, era un ojo constante y silencioso que escuchaba los mugidos que, cada día, dejaba caer El Toro de Barro . Y, en días como hoy, agadezco a la vida haber tenido la oportunidad de encontrar el cabo del hilo de su escritura. Morir -dice el profeta- es un arte superior a la muerte, pero -dice el que lo escucha- es en todo semejante al arte de vivir.
Se me ha olvidado decir sólo una cosa: en mi opinión humilde, este poema de Héctor Berenguer es una obra maestra que nos ayuda a vivir.
Es un verso potente ese "Morir es un arte superior a la muerte" que supera, creo, a los que dejó Sylvia Plath: "Dying Is an art, / like everything else. / I do it exceptionally well". En Hector Berenguer late ese pulso de la poesía inglesa reflexiva, versicular, que con tanta frecuencia anida en la muerte antes de abrir las alas. Evidentemente, poco tienen que ver sus percepciones de la muerte , salvo en esa feliz coincidencia (aunque "Lady Lazarus" sigue siendo uno de los grandes poemas de la Plath). Yo creo que Héctor sabe morir mucho mejor, y no presume tanto como la Plath. No estaría mal jugar un poquito con estos dos poemas y este otro de Anne Sexton, de su propia voz, que te deja tiritanto: https://youtu.be/UM6nWRXCQD8, Héctor y Carlos.
Excelente poema, Héctor, "descubre nuestra desnudez frente al destino". Gracias por compartir, abrazo!
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