Steve McCurry |
Alejandra Pizarnik
(Argentina, 1936 – 1972)
La jaula
Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.
Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.
Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche
y
barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.
Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.
Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.
Tan
vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.
Ampáralo niña ciega de alma
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.
Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.
Ampáralo niña ciega de alma
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.
Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos
Otros poemas
de Alejandra Pizarnik
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Juan Ramón Mansilla, "Una habitación en rojo".
Col. La Piedra que Habla.
Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales Ed.
Tarancon de Cuenca, 2011.
PVP 10 euros
edicioneseltorodebarro@yahoo.es |
Alejandra es Alejandra. En su dolor ella es única. En su expresión quiebra las palabras para plenarlas con significados que ella traza desde su interior. Sus poemas no son una lectura, son una travesía de la que no se sale indemne. A sabiendas de que su palabra no puede sustituir la nuestra a la hora de deletrear ese horror que nos toca presenciar y vivir en estos tiempos. Pero hay allí un compromiso consigo misma, que es el más alto. Y una comprensión de todo lo que está en la base de un dolor que ella no se lo inventó, sino que fue objeto de él. De allí produjo una obra que no debería jamás pasar desapercibida. Por el contrario debería convertirnos en retadores de esa tristeza y de la hondura de ese pozo. Sólo que a veces no sé si somos capaces de lograrlo.
ResponderEliminarEs buenísimo este poema. Conecta sin concesiones con las profundidades "oscuras" del alma.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mercedes.
me da mucha alegría leer algo de Alejandra! solía tenerla entre mis contactos, si no me falla la memoria, le conocí en el chat de literatura, pero luego perdí esa cuenta y con ella, todos esos contactos. Un abrazo!
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