Otoño
Dirás que las horas no marcan el
paso,
que la mañana fue azul,
que las princesas se fueron a morir
mientras el día iba combinando
las caídas de tu mar y mi montaña.
que la mañana fue azul,
que las princesas se fueron a morir
mientras el día iba combinando
las caídas de tu mar y mi montaña.
Dirás,
que aletargado tu cabello tocó mi deseo
mientras se fugaba la razón
a tumbar hojas del parque, a inscribirse en sellos postales,
a merodear a los amantes con resaca que buscan donde dormir
briagos aún.
(Quizá, lo saben pero nos ignoran en su ritmo
perpetuo...
perpetuo...)
Van una y otra vez por la avenida
como las ondas que nos traspasan.
Dirás que fueron mis ojos -o los tuyos- o ese
cigarro que besa tus labios.
Dirás que los patines del diablo,
que las canciones,
que la noche...
Entrecierro los ojos y digo lo que recuerdo de mis pensamientos
mientras pasas delante de mi.
mientras se fugaba la razón
a tumbar hojas del parque, a inscribirse en sellos postales,
a merodear a los amantes con resaca que buscan donde dormir
briagos aún.
(Quizá, lo saben pero nos ignoran en su ritmo
perpetuo...
perpetuo...)
Van una y otra vez por la avenida
como las ondas que nos traspasan.
Dirás que fueron mis ojos -o los tuyos- o ese
cigarro que besa tus labios.
Dirás que los patines del diablo,
que las canciones,
que la noche...
Entrecierro los ojos y digo lo que recuerdo de mis pensamientos
mientras pasas delante de mi.
2
Te dejo
un verso de mañana en esta ventana que robé a la vida
de espaldas al verano,
pensando cuántas hojas coleccionaré este otoño.
A veces, los abanicos
que deja el horizonte
llevan puntas de plumas,
que con blancos de tiro
-como la suavidad de un labio
apenas rozado con la punta del ojo-
Pasan inadvertidos en algo,
que recordamos del futuro.
de espaldas al verano,
pensando cuántas hojas coleccionaré este otoño.
A veces, los abanicos
que deja el horizonte
llevan puntas de plumas,
que con blancos de tiro
-como la suavidad de un labio
apenas rozado con la punta del ojo-
Pasan inadvertidos en algo,
que recordamos del futuro.
3
Le digo
que "la poesía no se vende"
porque no podría comprar esta distancia
ni ese silencio suyo que me arrincona.
Tampoco una mañana sin complejos
ni turistas en el parque de mis sueños
en que escucho...
Mi luna ha puesto su clavícula llena.
Le dio un codazo
al letargo.
Los oráculos asemejan canciones.
Vaivenes de un descuido
que otro sueño disipa.
Nuevos roles inflan las pandorgas
y en carnaval de personajes
salen a escena.
Alguien canta
yo canto
él canta
...cantamos.
Afortunadamente sabe sonreír
aunque ya es de noche.
porque no podría comprar esta distancia
ni ese silencio suyo que me arrincona.
Tampoco una mañana sin complejos
ni turistas en el parque de mis sueños
en que escucho...
Mi luna ha puesto su clavícula llena.
Le dio un codazo
al letargo.
Los oráculos asemejan canciones.
Vaivenes de un descuido
que otro sueño disipa.
Nuevos roles inflan las pandorgas
y en carnaval de personajes
salen a escena.
Alguien canta
yo canto
él canta
...cantamos.
Afortunadamente sabe sonreír
aunque ya es de noche.
4
Siete
horas después volvió a tejer bufandas
para cada paloma de la plaza. Las llevaban volando
por el pico. Las llevó disfrazadas o arropadas.
Las bufandas de él, quien ese día,
no regresó a dejarle la mañana.
Palomas desveladas en la plaza. En la panza del parque
y en la calle, se llevaron su sueño. Y caminaba,
acaso sorda o ciega, acaso triste. Tejiendo el tiempo
para más bufandas.
Las bufandas de él, las que ese día
no regresó a dejar por la mañana.
Derecho y al revés de su agonía, hiló Fernanda el tiro
de chimeneas por aves, emplumadas. Y se le fueron,
reuniendo los recuerdos:
Bufandas para Juan, que hacía del día,
un regreso a besar en la mañana.
Siete horas después y ya el camino, del pasillo a la banca
y lo vivido, profundamente a oscuras. La mañana
un capricho de otro, que alacena, estibó los recuerdos...
Bufandas del deseo, que extinguido,
tiñe de sus ausentes el mañana.
para cada paloma de la plaza. Las llevaban volando
por el pico. Las llevó disfrazadas o arropadas.
Las bufandas de él, quien ese día,
no regresó a dejarle la mañana.
Palomas desveladas en la plaza. En la panza del parque
y en la calle, se llevaron su sueño. Y caminaba,
acaso sorda o ciega, acaso triste. Tejiendo el tiempo
para más bufandas.
Las bufandas de él, las que ese día
no regresó a dejar por la mañana.
Derecho y al revés de su agonía, hiló Fernanda el tiro
de chimeneas por aves, emplumadas. Y se le fueron,
reuniendo los recuerdos:
Bufandas para Juan, que hacía del día,
un regreso a besar en la mañana.
Siete horas después y ya el camino, del pasillo a la banca
y lo vivido, profundamente a oscuras. La mañana
un capricho de otro, que alacena, estibó los recuerdos...
Bufandas del deseo, que extinguido,
tiñe de sus ausentes el mañana.
5
No tuve tiempo para hablar
otra nueva palabra que tu cuerpo.
Tiernos
peregrinos y cobardes, los suspiré
y de nuevo
-y frente a frente-
taciturnos y en sueños, respiramos.
Como una hoja de parra que, arrancada,
en una hoja de naipe se convierte.
Juego de sobremesa
en que circunda
como miel de febrero otro verano,
acudiendo en otoño
a un tibio invierno.
Alto cariño permanece y velo
por amasar su zafra
Nacida en México D.F. en 1965, Livia Díaz es periodista y, como tal, participó activamente en la fundación de la Red Nacional de Periodistas de la nación mexicana y de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género, colaborando activamente en algunos de los periódicos estatales de aquel querido país y en prestigiosas revistas informáticas de literatura. Integrante del Parlamento Hispanoamericano de Escritores, es miembro activo del Movimiento Internacional de Metapoesía y creadora del portal de artistas Hispanoamericano Microclim. Su obra poética, en su mayoría inédita, oscila entre el compromiso ético y una bienvenida inclinación hacia las revelaciones lingüísticas de la vanguardia, en muchas de cuyos eventos ha participado. En este orden de cosas, Otoño supone un viraje intimista y melancólico que convierte sus poemas en una excepción, tanto por su tono como por su forma, en el cuerpo general de su poesía, que -dejando a un lado los numerosos galardones cosechados- ha sido recogida en algunas antologías internacionales editadas en Canadá y en Estados Unidos. Los lectores pueden internarse por algunos de sus blogs, entre los que queremos destacar La poesía no se vende
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©
Lívia Díaz
En caso de reproducción, rogamos se cite su autoría.
En caso de reproducción, rogamos se cite su autoría.
la tejedora de bufandas...¿por qué la vida es siempre así, tan angosta, tan voraz con la esperanza...?
ResponderEliminarCecilia Domínguez.
Porque el placer de estar ahí haciendo bufandas para Ulises, para pasar el invierno, para que termine el frío, no es lo que la gente ve.
ResponderEliminarSaludos Cecilia. Perdona el retraso de esta respuesta.