EN LA BOCA
Aurora Luque
(España)
Hybris
En la cima, la nada.
Pero todo se arriesga por la cima
del amor o del arte.
Carpe noctem
Carpe noctem, amor. Coge el brusco deseo
ciego como adivino,
los racimos del pubis y las constelaciones,
el romper y romper
de besos con dibujos de olas y espirales.
Miles de arterias fluyen
mecidas como algas. Carpe mare.
Seducción de la luz,
de los sexos abiertos como tersas actinias,
de la espuma en las ingles y las olas
y el vello en las orillas, salpicados de sed.
Desear es llevar
el destino del mar dentro del cuerpo.
Gel
Preparo la toalla. Me descalzo. Esa esponja
porosa y amarilla que compré en un mercado
obsceno de turistas en la isla de Hydra,
qué dócil el agua cotidiana
tantos meses después, en el exilio.
De pronto el gel recuerda -su claridad lechosa,
su consistencia exacta- el esperma del mito,
el cuerpo primitivo y trastornado de Urano,
un susurro de olas mar adentro
y una diosa que aparta
los restos de otra espuma de sus hombros.
Me punza una emoción tan anacrónica,
un penoso latir, hondo y absurdo,
por ese mar. Por ese sólo mar. Busco una dosis
de mares sucedáneos.
Cómo podría desintoxicarme.
Dependo de por vida
de una droga. De Grecia.
Taller de sedería
Es un espléndido manantial de magnífica seda (...).
Salvo la seda, no hay otro comercio en esta ciudad,
por l o cual los forasteros no permanecen en ella y
sólo la habitan sus propios vecinos.
IBN AL-JATIB
Seda del párpado, seda de la ingle,
seda roja del cielo en la boca,
seda blanca, escondida, de la nuca,
la pieza con pequeños lunares de la espalda,
crisálida de seda en el ombligo,
el ovillo del púbis, la seda que se adentra,
el encaje de seda en la axila,
la organza de los labios,
la piel como sedante,
las palabras sudorosas,
el sedal sin anzuelo de los brazos,
piel de fibra tensada -tarea de hilandera
del gusano inquilino, el tejedor del gremio
de los sastres futuros que destejen
la vieja seda rosa y desvaída,
del trapero que rasga y que descose
los últimos rectores, los retales,
la mortaja de seda apolillada.
Las crines encrespadas como algas
blanquecinas se alejan: el hermoso caballo,
desnuda ya la muerte por los campos,
huye despavorido entre despojos.
En el alba, la curva delicada
de un pecho frente a un turbio destino de guerrero.
-Qué dulcemente amargo el sabor insensible
de la noche contigo, oh Amazona.
La fruta de tu aliento, tibia y dulce,
no puede ya morder: un dios cambió los dados, y la muerte
anticipó su turno en la escalera
de la vida perfecta de los héroes.
El prólogo, los himnos, los presagios,
la gloria en la red, la humedad de los ojos,
la carnación, el iris, el fulgor, el asombro
con que la dios engaña sin piedad a los seres
me fueron evitados; sólo al darte la muerte
me devolvió tu cuerpo su perfume de sombra
y sólo he alcanzado, del amor, la belleza
altiva de su cumbre en brazos de la nada...
Camaradas de Ícaro
Porque pertenezco a la estirpe de auqéllos que
recorren el laberinto sin perder nunca
el hilo de lino de la palabra
SOPHÍA DE MELO
A veces cae un ícaro en cualquier
bahía o carretera. Baja girando, absorto
con sus descendimientos,
con la gracilidad de la caída.
Es ícaro y sabía
qué bisagras engarzan la carne con el cielo.
La intuición de ese vuelo que deshace
creció con los cimientos del cuerpo laberíntico,
aulló por sus pasillos.
Con el tiempo contienen nuestros huesos
traslaciones de sueños migratorios,
transferencias de vuelos;
contienen viejas alas refugiadas.
Limpió con muchas aguas sus sentidos,
fundó la cantidad convenida de cera,
puso en su propio aliento su secreto
de voluptuosidades depuradas.
En el mar le esperaba la belleza,
su séquito de insomnios.
(Hilvanamos esta breve selección de poemas de Aurora Luque recogidos de la antología con que El Toro de Barro, allá por el año 2002 y bajo el título de Portuaria, quiso recapitular sobre una de las voces capitales de la poesía española de los años ochenta, a cuyos laberintos invitamos a entrar a los lectores de la mano de un estudio magistral de José Andújar Almansa y de una certera reseña que el poeta y crítico literario José Luís García Martín publicó en su día en El Cultural del diario El Mundo). Carlos Morales.
(Los vínculos de acceso directo, en color más oscuro)
Le felicito por la inclusi'on en su p'agina de esta gran poeta, que nos ha salvado nuestra pobre vida cotidiana haci'endola formar parte de una vida m'as grande y m'as antigua. Claro que los dioses que uno se encuentra por el camino s'olo son dioses menores muchas veces, que s'olo te dejan un rastro de leche y poco m'as.
ResponderEliminarLuisa F.
Madrid
Aqui faltan poemas maravillosos. Se pueden proponer algunos?
ResponderEliminarMateo Camacho
Venezuela