Carlos Morales del Coso
(España, 1959)
La voz
A Pilar Gómez Bedate
La
Voz,
dónde
la Voz
que
en mi boca cabalgaba?
Dónde
la Voz
sobre
el yerto barro húmedo arrojada
antes
de que yo
antes
de que todo fuera
la
voz que entre juncos se ocultase
la
voz que nombró todas las cosas
que
las hizo emerger de los silencios
con
una flauta en la mano?
La
Voz huyó entre las zarzas
atravesó
las cárcavas y el monte
se
arrojó a los ríos
como
un fardo viejo de olvidadas palabras
y
en el nido del águila descansó
durmió
sobre las dunas
y
las sandalias halló
al
despertar
que
Dios se quita cuando bañarse quiere
desnudo
en sus torrentes
Mas
quién al dolor se arroja
y
como pájaro espino
en
él a morir se presta
por
hallar la Voz que nos escoge?
Poemas
escogidos de
El libro del Santo Lapicero
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Margalit Matitiahu, "Bozes en la shara".
Col. «Kuadrinos sefardíes»
Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales Ed.
Tarancon de Cuenca, 2001
PVP 8 euros
El Toro de Barro |
Què extraordinario poema, Carlos. Defines en èl quien eres y de qué fibras estás hecho. Lanzas al viento de este vivir escarnecido, una declaración sobre esa voz colectiva, que el poeta guarece en su garganta habitada de estopas, para rescatar esa palabra-canto que nombró todas las cosas. Que las hizo emerger de los silencios con una flauta en la mano. Esa voz, Carlos, que aún cabalga en tu boca y cabalgará más allá de toda quebradura.
ResponderEliminarAl nombrarla, ya la vuelves a hacer posible. ¿No es ese acaso el oficio del poeta? ¿Y no es esa a su vez la conjunción mayor de la tristeza y la alegría? No se entrega la propia vida sino cuando aquello que se quiere rescatar sella en uno para siempre el vivir.
Conocedor de aquella voz que sobre el yerto barro hùmedo fue arrojada, y que entre juncos se ocultase, el poeta –el hombre común, pastor de estrellas- reconoce y comprende, antes que el cientifico y el historiador, que fue y sigue siendo el ruido sordo de la muerte, lo que hizo y sigue haciendo huir esa palabra entre las zarzas y la arrojò al río como un fardo viejo. Y que al robársela al hombre, tmbièn a él lo arrojò y sigue arrojando como un bien prescindible.
Y solo quien asiste o ha asistido al milagro de la vida, que funda la palabra que nos escoge, puede arrojarse al dolor y como pájaro espino, en èl aprestarse a morir. Porque esa muerte, Carlos, es la que funda la vida. Y es esa la vida que corre entre tus versos. Y la palabra que haces renacer desde el silencio.