miércoles, 20 de marzo de 2013

«Escenas en el jardín», de Rafael Talavera






Rafael Talavera
Escenas en el jardín



Da miedo dividirse, con un corte tan limpio en la mitad del ser: luz, sombra.
El alba, que es dulzura, soldará las dos partes, las restañará.
No existe herida alguna entre el día y la noche, ni vacío enquistado,
sino un vuelo sonámbulo que goza demorándose, aquí, allá, en las islas
más claras de los árboles, en los vacilantes dibujos de los lirios, en los brocales
de los pozos inciertos que imaginan las sombras en los jardines.
Algo sutil se mezcla, se funde, se difunde. Da miedo otra resurrección,
ser dibujado por claridades que dudan,
ser otra vez cuerpo real, carnal juego de aún dormidas luces.
El alba es un terreno peligroso, desconfianza, un éxtasis sin mente, desolada llanura,
desierto con dunas que ahogan el sentido común.
Dicen que así es la muerte: tierra de nadie entre ni luz ni sombra
y el universo encima, mutando, pivotando, agigantándose, agrietándose.
Uno no sabe qué hace aquí: de pie, lúcido, solo, absorto, ¿vivo? ¿muerto tal vez? ¿abandonado?
Da miedo dividirse, ser, volver a ser.
Pero se intuye, al fondo, nada aún, casi un rosa,
o un rosa muy, muy lívido, o un blanco, un casi blanco.
Ya vuelan, aún sin árbol, mariposas blanquecinas, las flores, las del peral.
Ya asciende terso el humo, pan recién hecho, hacia los altos nidos de los pájaros.







   Desde la edición por El Toro de Barro, en 1975, de Llámale como quieras, Rafael Talavera había guardado un escrupuloso y sonoro silencio en los papeles hasta la salida, en el verano de 2009, de su Gran angular, un volumen antológico que recogía la práctica totalidad de la escritura que salió de sus manos desde que decidió abandonar los escenarios de la literatura para inciar una larga travesía entre los pinceles.
    La composición con que hemos querido celebrar sus renovados golpes de nudillo en nuestra puerta, y que no es sino la cima de un poema de más largo recorrido, es -en buena medida- una metáfora de su resurrección, y, a la vez, la expresión más esplendorosa de una poesía que tiene en las imágenes su herramienta más sagrada; una poesía, la suya, en la que, dejando a un lado algunas concesiones a los impulsos vitales de la cotidianidad tan ligados a algunos momentos de su producción, gusta desplegar un lenguaje simbólico y la emoción derivada de los mitos culturales para escenificar los complejas geografías de la pasión humana.




 Grandes Obras de 
El Toro de Barro

PVP: 8 euros
Pedidos a:
edicioneseltorodebarro@yahoo.es
Puedes entrar. He dejado la puerta
abierta, la luz, la calefacción
encendidas. Hay un poco de vino
en la alacena, el café está reciente
por si me demoro y te vence el sueño.
Acaso estés aquí cuando regrese,
arropada en el sofá con mi manta
de viaje, reconfortada, quizá
complacida del mundo en su belleza,
sabiendo que hay una técnica pura
en esta maravilla de estar vivo.
Y si no estás, bendito sea el tiempo
en que estuviste. Sólo he de abrir
los postigos para que fluya el agua
llovida en la memoria. La luz, pronto,
dejará en las paredes una sombra
que llamará en sus labios con tu nombre,
contenta de estar en casa de nuevo.
  Otros poemas de
 Juan Ramón Mansilla



"El Profeta", de Carlos Morales. De su Libro "S". Ilustración Leonardo da Vinci






























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