Versos para Dios
Dios,
me has sacudido el corazón, este rojo cencerro
que llevo colgado del cuerpo [como si fuese una reliquia antigua,
y
con tu largo y dorado alfiler me has pinchado
cuando
asaeteaba preguntas.
Señor,
otra vez tu mirada se ha caído en el agua más fría,
otra
vez has soplado con furia para avivar las ascuas
y
se ha encerrado tu ira en las chimeneas más altas de nuestros
[sueños derribados,
Y
tu noche
me
llega flotando como un insecto importuno que pone los nervios de punta,
igual
que el émbolo como de una máquina fatal que se alejara
y
se volviera a parar y a escuchar incesantemente,
cual
una sirena que en guerra anunciase el peligro en acecho.
Sí;
yo
te he visto machacar con tus dedos de aire plomizo las estériles ciudades,
erigir
una estatua de sal en cada olivo,
y
resbalar con gozo tus ojos sanguinolentos,
mientras
acompañabas a tu silencio de un vals de manos rotas.
Dios,
no
te satisfacen las costras mordidas ni oxidadas las vidas.
Quieres,
sobre las playas del tiempo, corazones repetidos de sangre;
orear
con tus dedos larguísimos el desdén repetido hacia tu dicha,
la
palidez repetida, sacudir la repetida indiferencia.
Y
me has dejado el corazón hilado
por
este ir y venir del odio al amor, del amor al odio,
entre
la claridad de la mañana, y anestesiado
por
un poco de ira con filamento de sonrisa.
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© Herederos de Carlos de la Rica
En caso de reproducción, rogamos se cite la autoría.
Qué metáforas más bellas escoge. Me ha impresionado el poema, por su selecta belleza y serenidad.
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