Gabino
Alejandro
Carriedo
InfoRmando
Por la mañana vino a
parar este señor,
a preguntar por usted,
a llevarse su libro,
a llevarse las cosas que había encima de la
mesa
donde puso la carta escrita anoche,
donde estaba el tintero,
la pluma estilográfica, el llavero,
y donde vagos recuerdos de amigo había
y la fotografía de una mujer
que dijo servían de prueba.
Ha venido por sus pasos al patio,
entró hasta en el comedor ,
se detuvo mirando los tapices,
lo registraba todo
y después ha vuelto nuevamente al despacho
donde había montones de papeles,
montones de carpetas,
montones de notas sospechosas como de negocios
(nunca me advirtió usted nada).
Más tarde ha preguntado por su madre,
la pobrecita apenas tenerse puede en pie
y ni siquiera pudo hablar.
A mí me ha dicho que si era yo algo suyo,
que cuánto tiempo hacía de una cosa
y qué visitas recibió.
Después de concluido el atestado
se han llevado el cadáver de usted en la
ambulancia.
Había demasiada gente en el portal.
Daba tristeza, puede creerlo.
Yo estoy roto de llorar y no sé qué hacer.
De
su libro
El pájaro de paja,
Madrid, 1952.
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© De La fotografía, Susana Inés
Nicolini
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