Carlos Morales
(España, 1959)
En el nombre del hijo
(Inédito, 2014)
A
Irene Zamorano
El pie de mujer que conocí descalzo,
el pie que vi dezcalzo escribir su solitud
sobre la arena
hoy baila denudo
sobre la tierra mojada de mi corazón
como una pavesa en el último fuego del atardecer.
Oh, hijo del amor,
oh, hijo que silbas como una suave colina
de larga cabellera frente al viento,
no alejes tu mano de la llama que aún arde
y eleva junto a ti los hilos calientes de sus cantos,
pues el tiempo esta lamiendo con su lengua de fuego
los últimos maderos de mi vida,
y ahora nada soy, amor, sino la huella de ese pie desnudo
que un día danzó sus pulseras en mi boca,
no más que el rastro efímero que un mar remoto se llevará
«Cerezos»
el pie que vi dezcalzo escribir su solitud
sobre la arena
hoy baila denudo
sobre la tierra mojada de mi corazón
como una pavesa en el último fuego del atardecer.
Oh, hijo del amor,
oh, hijo que silbas como una suave colina
de larga cabellera frente al viento,
no alejes tu mano de la llama que aún arde
y eleva junto a ti los hilos calientes de sus cantos,
pues el tiempo esta lamiendo con su lengua de fuego
los últimos maderos de mi vida,
y ahora nada soy, amor, sino la huella de ese pie desnudo
que un día danzó sus pulseras en mi boca,
no más que el rastro efímero que un mar remoto se llevará
(mañana...
Otros poemas inéditos de Carlos Morales
«Ángel y bastardo»...
«Palabra menor»
«El viento del desierto»
«La danza de la carretera»
«Josué»
«Cerezos»
«En el hombre del hijo»
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Carlos Morales, "Un rostro en el jardín"
Col. Cuadernos del Mediterráneo.
Ed. El Toro de Barro, Tarancón de Cuenca 2000.
edicioneseltorodebarro@yahoo.es |
El Toro de Barro |
Frida Khalo Chavela Vargas Mahmud
Darwish Adonis Juan Rulfo Julio Cortázar Alejandra Pizarnik Ferico García Lorca
Henry Miller Joaquin Sabina Carlos Morales Juan Manuel Serrat
Qué decirte, Carlos. Diré que tantos han sido tus pasos, tantas las huellas construidas, aún sobre las arenas más finas, que no hay manera que tu pie desnudo, sea sólo un rastro efímero que un mar remoto se llevará mañana. Tu llama no dejará de arder porque está sembrada, no como una pavesa, sino un fuego prometeico. Y cuando se tiene un hijo del amor, el infinito se inscribe en el horizonte y toda danza perdura para siempre en la tierra húmeda del vivir. Y en el nombre de tu hijo, de tus hijos, Carlos, pervivirás siempre como un silbo que desde las colinas seguirá reescribiendo la canción rota del hombre.
ResponderEliminarY, a veces, la belleza, también, se nos hace incontestable. No se puede más belleza, Carlos, no se puede...
ResponderEliminarAsí que voy a escudarme en Borges para decirte: “…Lo importante es revelar belleza y sólo se puede revelar belleza que uno ha sentido…”
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ResponderEliminarQuien diga que Carlos Morales es un mal poeta o no sabe de poesía, es que no sabe de poesía. Un comentario mordaz e innecesario el que me precede, me carga quien ventila asuntos privados en público, es de mala educación. Tu poesía siempre me sorprende por su belleza Carlos.
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ResponderEliminarCuatro años después sostengo esas palabras Y podría agregarles muchas más, siempre en la misma dirección. Tus heridas siempre han sido hijas del amor, el que conociste, el que guardas como un talismán y el de tus hijos, En nombre de ese amor, del que das cuenta en este poema magnífico, -como todos los tuyos- has cruzado terrenos difíciles, despedidas no previstas y te has internado en las sinrazones de un mundo destrozado. Y tu amor sigue en pie, grabado en los ojo de tus hijos, y en los atardeceres de pastoreo, que te hicieron quien eres: escultor de cielos donde ya ni tierra permanece. Mi abrazo reiterado.