Cesare
Pavese
InDisciplina
El borracho deja atrás las casas
perplejas.
No todos, bajo la luz del sol, se atreven
a caminar borrachos. Cruza tranquilo la calle,
y podría ensartarse los muros, que ahí están los muros.
Sólo un perro pasa de este modo, pero un perro se para
cada vez que huele a la perra, y la olfatea con cuidado.
El borracho no mira a nadie, ni siquiera a las mujeres.
Por la calle la gente, turbada al verlo, no ríe
y no quiere que haya un borracho, pero muchos tropiezan
por seguirlo con los ojos, y vuelven a mirar adelante,
imprecando. Después de que pasó el borracho,
toda la calle se mueve más lenta
en la luz del sol. Si alguno corre
como antes, es uno que no será nunca el borracho.
Los otros miran, sin distinguir, el cielo y las casas
que continúan estando, aunque ninguno los vea.
El borracho no ve ni casas ni cielo,
pero sabe que están, porque con paso inseguro recorre un espacio
nítido como las estrías del cielo. La gente, confusa,
no comprende para qué están las casas allí,
y las mujeres no miran a los hombres. Todos
tienen una especie de miedo de que en un instante la voz
ronca estalle en una canción y los siga por el aire.
Cada casa tiene una puerta, pero es inútil entrar.
El borracho no canta, pero tiene un camino
donde el único obstáculo es el aire. Suerte
que de este lado no hay mar, porque el borracho,
caminando tranquilo, entraría en el mar
y, desaparecido, seguiría en el fondo el mismo camino.
Afuera, la luz sería la misma, siempre.
No todos, bajo la luz del sol, se atreven
a caminar borrachos. Cruza tranquilo la calle,
y podría ensartarse los muros, que ahí están los muros.
Sólo un perro pasa de este modo, pero un perro se para
cada vez que huele a la perra, y la olfatea con cuidado.
El borracho no mira a nadie, ni siquiera a las mujeres.
Por la calle la gente, turbada al verlo, no ríe
y no quiere que haya un borracho, pero muchos tropiezan
por seguirlo con los ojos, y vuelven a mirar adelante,
imprecando. Después de que pasó el borracho,
toda la calle se mueve más lenta
en la luz del sol. Si alguno corre
como antes, es uno que no será nunca el borracho.
Los otros miran, sin distinguir, el cielo y las casas
que continúan estando, aunque ninguno los vea.
El borracho no ve ni casas ni cielo,
pero sabe que están, porque con paso inseguro recorre un espacio
nítido como las estrías del cielo. La gente, confusa,
no comprende para qué están las casas allí,
y las mujeres no miran a los hombres. Todos
tienen una especie de miedo de que en un instante la voz
ronca estalle en una canción y los siga por el aire.
Cada casa tiene una puerta, pero es inútil entrar.
El borracho no canta, pero tiene un camino
donde el único obstáculo es el aire. Suerte
que de este lado no hay mar, porque el borracho,
caminando tranquilo, entraría en el mar
y, desaparecido, seguiría en el fondo el mismo camino.
Afuera, la luz sería la misma, siempre.
De su obra
Lavorare stanca (1936, 1943)
Mondadori, Verona, 1969
INDISCIPLINA
L'ubriaco si lascia alle spalle
le case stupite.
Mica tutti alla luce del sole si azzardano
a passare ubriachi. Traversa tranquilo la strada,
e potrebbe infilarsi nei muri, ché i muri ci stanno.
Solo un cane trascorre a quel modo, ma un cane si ferma
ogni volta che sente la cagna e la fiuta con cura.
L'ubriaco non guarda nessuno, nemmeno le donne.
Per la strada la gente, stravolta a guardarlo, non ride
e non vuole che sia l'ubriaco, ma i molti che inciampano
per seguirlo con gli occhi, riguardano innanzi
imprecando. Passati che c'è l'ubriaco,
tutta quanta la strada si muove più lenta
nella luce del sole. Qualcuno che corre
come prima, è qualcuno che non sarà mai l'ubriaco.
Gli altri fissano, senza distinguere, il cielo e le case
que continuano a esserci, se anche nessuno li vede.
L'ubriaco non vede né case né cielo,
ma li sa, perché a passo malfermo percorre uno spazio
netto como le striscie di cielo. La gente impacciata
non comprende più a cosa ci stiano le case,
e le donne non guardano gli uomini. Tutti
hanno come paura a un tratto la voce
rauca scoppi a cantare e li segua nell'aria.
Ogni casa ha una porta, me è inutile entrarci.
L'ubriaco non canta, ma tiene una strada
dove l'unico ostacolo è l'aria. Fortuna
che di là non c'è il mare, perché l'ubriaco
camminando tranquillo entrerebbe anche il mare
e, scomparso, terrebbe sul fondo lo stesso cammino.
Fuori, sempre, la luce sarebbe la stessa.
Mica tutti alla luce del sole si azzardano
a passare ubriachi. Traversa tranquilo la strada,
e potrebbe infilarsi nei muri, ché i muri ci stanno.
Solo un cane trascorre a quel modo, ma un cane si ferma
ogni volta che sente la cagna e la fiuta con cura.
L'ubriaco non guarda nessuno, nemmeno le donne.
Per la strada la gente, stravolta a guardarlo, non ride
e non vuole che sia l'ubriaco, ma i molti che inciampano
per seguirlo con gli occhi, riguardano innanzi
imprecando. Passati che c'è l'ubriaco,
tutta quanta la strada si muove più lenta
nella luce del sole. Qualcuno che corre
come prima, è qualcuno che non sarà mai l'ubriaco.
Gli altri fissano, senza distinguere, il cielo e le case
que continuano a esserci, se anche nessuno li vede.
L'ubriaco non vede né case né cielo,
ma li sa, perché a passo malfermo percorre uno spazio
netto como le striscie di cielo. La gente impacciata
non comprende più a cosa ci stiano le case,
e le donne non guardano gli uomini. Tutti
hanno come paura a un tratto la voce
rauca scoppi a cantare e li segua nell'aria.
Ogni casa ha una porta, me è inutile entrarci.
L'ubriaco non canta, ma tiene una strada
dove l'unico ostacolo è l'aria. Fortuna
che di là non c'è il mare, perché l'ubriaco
camminando tranquillo entrerebbe anche il mare
e, scomparso, terrebbe sul fondo lo stesso cammino.
Fuori, sempre, la luce sarebbe la stessa.
Otros Poemas de Cesare Pavese
Tolerancia
Indisciplina
Grandes Obras de
El Toro de Barro
PVP: 8 euros
Pedidos a:
edicioneseltorodebarro@yahoo.es |
Yo, que he sobrevivido a cien lanzas
y he hecho temblar el
vientre
del desierto con uno
solo de mis carros,
perdí ante tus ojos mi
última batalla.
Ser cobarde en amor
equivale a estar muerto.
Otros poemas de
La literatura de Cesare Pavese está inundada de reflexiones sobre la soledad, pero también sobre la familia, el sexo, el amor y, sobre todo, la muerte. Su diario es reflejo del lado trágico de la vida que siempre le persiguió. Su ambición era la de fundir dos actitudes que en principio son opuestas: la de sumergirse en el mundo próximo ("mirada abierta a la realidad inmediata, cotidiana, rugosa") y la de mantener al mismo tiempo un distanciamiento contemplativo y formal ("recato profesional, artesano, humanista"). La melodía que se escucha en este bellísimo poema nos acerca las cosas que afectan a los hombres y mujeres de la manera más radical -la figura de un borracho encarna la soledad más absoluta- Él se encuentra transportado al centro de la inmensa red de correspondencias que constituyen el universo visible. Toma el partido de no intervenir y las situaciones se transforman por sí mismas. Todo es cuestión de punto de vista en un mundo en el que nada es estable. No existe 'esto' más que con relación a 'aquello', no existe vida más que con relación a la muerte, no existe verdad más que con relación al error. Los contrastes existen uno por otro, se suscitan el uno al otro y se compensan, los une un lazo de equivalencia. Es locura querer el bien sin admitir el mal, el orden sin admitir el desorden. sería lo mismo que imaginar el Cielo sin la Tierra y la luz sin la oscuridad o la oscuridad sin la luz. El mal puede salir del bien , de la misma manera que el bien puede salir del mal; se pueden fundamentar dos tesis inversas con idéntica fuerza: a fin de cuentas, la una no es más que la otra invertida. Por eso el personaje borracho del poema "Indisciplina" permanece imparcial y neutro. Abandona a los demás el brillo de las certezas: "¡Qué seguros están de sí mismos! -parece exclamar-. Sólo yo vacilo. Todos están sobrios, yo soy el único ebrio". Pero su turbación es sólo aparente. La verdadera comprensión se abre en el silencio, y él lo sabe, siempre conciliador, siempre acogedor, incuba su trascendencia y deja que todas las cosas se cumplan. Todo el problema de la vida es éste: cómo romper la propia soledad, cómo comunicarse con otros. Gracias por acercar joyas de tal magnitud que conjugan belleza y verdad.
ResponderEliminarEs difícil escoger unos versos de este poema suavemente cruento de CESARE PAVESE, donde se ve pasar la imagen viva de los desheredados de este mundo en medio de una gente –turbada- que no quiere mirarlo o mira al mismo cielo. El borracho no vw a nadie, no ve casas, tampco ve a las mujeres, ni siquiera se vuelve para verlas pasar. Y seguiría así, impávido, sólo en medio de una multitud, a sabiendas de que, si entrara en el mar, nada ni nadie se daría cuenta de que ya no está. Y “La luz sería la misma, Siempre”.
ResponderEliminarAyuso Emi Sí Carlos, ha sido muy difícil elegir. Sin embargo, me ha resultado tremendamente sencillo porque dejé hechos los deberes... (He releído el comentario que dejé el 25 de enero)... y, me ha ayudado a decidir que los versos que mejor definen, expresan, recogen la esencia del poema son: "Passati che c'è l'ubriaco, /
ResponderEliminartutta quanta la strada si muove più lenta / nella luce del sole."// " Después de que pasó el borracho, / toda la calle se mueve más lenta / en la luz del sol." Muy interesante poema y necesaria su lectura y comprensión. Ciao!
No le había dado yo a esos versos la preeminencia que, al verlos rescatados por ti, me he dado cuenta que merecen. Esa imagen, Emi, dibuja muy bien el hecho capital del poema, lo irrelevante de la vida de la vida de un hombre para el resto de los hombres. En esos versos que tu has tomado, y en los dos o tres finales, está todo el poema: el resto, aunque hermosos, son la escenificación de esa verdad capital que tú has sabido ver -está claro- con más claridad que yo.
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