Andrei Zadorine |
Manuel Rico
De la oRfandad completa
A Águeda Lucía (1920-1998), la madre.
El aire lleva indicios
de los días inestables donde habita
la primavera rota de la madre, la primavera
que nunca llegaría —ella soñaba,
en los pasillos de la muerte
de una casa prestada, jamás suya,
la floración de los frutales y la lluvia de abril—,
los días de aquel marzo de mil novecientos
noventa y ocho
que no llegaron pues la muerte
fue el anticipo del silencio, el olor de los éteres y de la metadona,
el frío de la calle y de la noche
desahuciada.
Estabas solo cuando el silencio negro.
Solo con ella cuando el silencio de afilado cristal
fue definitivo, agrio segundo, hueco
de eterna duración.
Solo con el tiempo desguazado
en la casa que no fue nunca suya ni de nadie.
Hay días que se sueñan y temen, días
que no florecen,
en los que el aire, y la ciudad, y el agua,
se llenan de silencios y de niebla,
te saben a infancias ya prescritas y a bufandas de lana,
a mantas que no sirven, a días casi inmóviles
de pócimas inútiles: como aquel de febrero
de la orfandad completa y de la madre rota
de mil novecientos
noventa y ocho.
De su libro
Fugitiva ciudad,
Hiperión, España, 2012.
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Grandes Obras de
El Toro de Barro
PVP: 8 euros
Pedidos a:
edicioneseltorodebarro@yahoo.es |
Yo, que he sobrevivido a cien
lanzas
y he hecho temblar el vientre
del desierto con uno solo de mis carros,
perdí ante tus ojos mi última batalla.
Ser cobarde en amor equivale a estar muerto.
ResponderEliminarExtraordinario poema éste de Manuel Rico. Y quien haya conocido ese sueño de floración de frutales y lluvia de abril, y lo haya visto truncado por un febrero o un marzo, y haya sentido ese silencio de afilado cristal, que continúa resonando con eterna duración, puede sorber verso a verso este escrito, y reescribir una y otra vez su propia primavera rota, adherido a esa orfandad que quedó para siempre clavada en la vida. Gracias, Carlos.