La ninfa durmiente, de Antonio Cánova
Resplandores en el bosque
N o es el murmullo del agua
lo que oímos a orillas del río.
Ni el susurro de la brisa,
ni el rumor de los sauces.
No son las voces del bosque,
ni el paso de las estaciones.
Es desespero de ramas verdes.
Adioses en pos de la corriente.
El río es silencio que fluye. Lo
que
oímos no es el rumor del agua.
El abrazo es el escudo de los amantes.
A ntes de que la
miel reboce y endulce el
tronco del árbol, la abeja ha libado la flor.
El panal es memoria asida a la piedra.
Voluntad y gozo que nutre la vida.
La miel que él rezuma es saliva y néctar.
Murmullo de la obrera, su dulzura.
T u cuerpo es la tierra donde nacen los ríos.
Tus dedos los que alivian el
tronco del árbol.
Tu boca, la fuente que riega sus
raíces.
Es quizás tu risa la que trae las lluvias?
Los amantes ríen. Se abrazan. Y
en el abrazo
son. El fragor. La tormenta. El
tumulto
de las nubes. El relámpago del
verano.
Ajenos al dolor. Se entregan. Los
amantes.
La caricia. El viento. El trueno
entre las espigas.
Son. La gota que colma los
campos. Sus cuerpos.
Desnudos. La espesura. De ellos nace,
con gemidos de nieve, la
primavera.
L a mano que ha conocido la caricia
restaña la sangre y cura las heridas
que en el árbol el hacha o el viento dejan.
L os amantes ríen. Se abrazan. Y en el abrazo
son. El fragor. La tormenta. El
tumulto
de las nubes. El relámpago del
verano.
Ajenos al dolor. Se entregan. Los
amantes.
La caricia. El viento. El trueno
entre las espigas.
Son. La gota que colma los
campos. Sus cuerpos.
Desnudos. La espesura. De ellos nace,
con gemidos de nieve, la
primavera.
L os amantes! ¡Oh, los amantes!
¡Qué cerca están de lo que
pierden!
L a fruta es la inicial de los amantes.
La última vocal del paraíso.
el fauno y la huérfana recuerdan
el futuro recuerdan
cuando las criaturas del bosque renazcan
cuando vuelvan las estaciones
y con las estaciones los sueños
los dioses serán otros recuerdan
otros los dioses que gobiernen el bosque.
El jaguar y la ninfa recuerdan
el futuro recuerdan
Los dioses lo saben
ráfagas de furia
hieren el misterio de la fronda
y vueltos los ojos al yermo
caigo
sin asidero
incendiadas las ramas del árbol
al abismo
sin asidero tu nombre
tu nombre
en la boca muda del origen
sin asidero sigo cayendo en el silencio
o las estaciones
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© De los poemas, Antonio
Tello
En caso de reproducción, rogamos se cite su autoría.
Página maquetada por Carlos Morales para El Toro de Barro
Y qué es la vida sino una caída perpetua? Bella poesía, de ninfas y faunos que allende los tiempos continúan burlándose de nosotros, simples humanos. Saludos.
ResponderEliminarun bello poema, para amanecer.
ResponderEliminarUn bello poema, con un muy buen final:
ResponderEliminar"sin asidero tu nombre
tu nombre
en la boca muda del origen
sin asidero sigo cayendo en el silencio
o las estaciones"
Las estaciones nos dan una perspectiva cíclica de la vida. Quién sabe lo que nos espera a la vuelta de la esquina. Todo cambia, todo está en movimiento, todo se recrea.
La imagen bellísima, con esa pureza en las líneas tan propia de la obra de Canova.
ResponderEliminarhermosa, sentida y cierta interpretación...
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