Lecciones
del kamasutra
Con la copa engastada de
lapislázuli
la
espero,
junto
al estanque, el agua de colonia y la tarde
la
espero,
con la
paciencia del caballo preparado para los senderos de la montaña
la
espero,
con la
elegancia del príncipe refinado y bello
la
espero,
con
siete almohadas rellenas de nubes ligeras
la
espero,
con el
fuego del penetrante incienso femenino
la
espero,
con el
perfume masculino del sándalo en el lomo de los caballos
la
espero.
No te
impacientes. Si llega tarde
espérala
y si
llega antes de tiempo
espérala,
y no
asustes al pájaro posado en sus trenzas.
Espérala,
para
que se sienta tranquila, como el jardín en plena floración.
Espérala
para
que respire este aire extraño en su corazón.
Espérala
para
que se suba la falda y aparezcan sus piernas nube a nube.
Espérala
y
llévala a una ventana para que vea una luna bañada en leche.
Espérala
y
ofrécele el agua antes que el vino, no
mires
el par de perdices dormidas en su pecho.
Espérala
y roza
suavemente su mano cuando
poses
la copa en el mármol,
como si
le quitaras el peso del rocío.
Espérala
y habla
con ella como la flauta
con la
temerosa cuerda del violín,
como si
fuérais dos testigos de lo que os reserva el mañana.
Espérala
y pule
su noche anillo a anillo.
Espérala
hasta
que la noche te diga:
no
quedáis más que vosotros dos en el mundo.
Entonces
llévala con dulzura a tu muerte deseada
y
espérala...
Poemas extraído de
El lecho de una extraña (1999)
Otros Poemas de Mahmud Darwish
"El último tren se ha parado"
Quién soy sin exilio
Una nube en Sodoma
PVP 10 euros
edicioneseltorodebarro@yahoo.es
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Libro
recomendado
Cuando tocó mi mano con sus dedos,
cuando mordió mi mano
y dejó sus labios caer sobre mi boca
como una manzana, había nubes
cabalgando encima de la tierra,
y el fuego de su alma se agitaba
como el relámpago de una tormenta de verano.
No era un espejismo, no: la tierra era
un mar sediento y encrespado,
y cuando la abrazó la lluvia, mi corazón
se llenó de guitarras, y se atrevió a cantar.
Cuando tocó mi mano con sus dedos,
cuando mordió mi mano
y dejó sus labios caer sobre mi boca
como una manzana, había nubes
cabalgando encima de la tierra,
y el fuego de su alma se agitaba
como el relámpago de una tormenta de verano.
No era un espejismo, no: la tierra era
un mar sediento y encrespado,
y cuando la abrazó la lluvia, mi corazón
se llenó de guitarras, y se atrevió a cantar.
Shamer Khair
Hermoso, insinuante, subliminal... el amor de a dos! Comparto con tu permiso!
ResponderEliminarLas estadístcas determinan las preferencias, pero estos maravillosos de poemas de amor que has juntado, Carlos, en tus alucinantes alacenas de palabras, son tan maravillosos, sorprendentes, que los guindaría todos en un mismo lienzo para que nos recordaran cómo el amor alcanza cualquier hondura, el timbre de notas aún inéditas, los rumores de todas las aguas, y en particular cómo ese sentimiento evidencia la más alta esencia de la que estamos hechos. Un verdadero deleite, inagotable por demás.
ResponderEliminaras veces tanta ternura en un canto de amor. Pocas veces mayor predisposición a la humilde aceptación y conocimiento del otro. Leyendo poemas de autores árabes como éste, me pregunto que tiene dentro esa civilización que hace a sus gentes capaces de dar a luz semejantes maravillas que tienen como centro a la mujer y, casi al mismo tiempo, permanecer incólumes ante abominaciones semejantes como la ablación o las lapidaciones...no lo puedo entender. Me es imposible.
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