Carlos de la Rica
(España, 1929 – 1997)
La marcha de los negros
A Josefina Baker, con mi
corazaón.
“Yoruba soy, soy locumí,
Mandinga, congo, carabalí”.
Nicolás Guillén.
Al despuntar de la mañana
bajo los árboles, el kiosco y en la acera
cerca del río y de la plaza
esta noticia leí en los periódicos de Tebas:
JOB
EQUALITY FOR ALL MINORITES
NO U.S. DOUGH TO HELP JIM CROW GROW
(Algo ocurre cuando el pulso
de los negros
cual yunques tempraneros su
sobresalto crecen;
ocurre algo cuando la
dulzura en la muchacha
la rubia muñeca peina y
acaricia;
tal vez sea que los sistemas
envejezcan).
Los
negros alzaban sus huesos,
alzaban
sus manos los negros.
Los
negros cantaban bajo los postes.
Los
negros hablaban de tambores.
Los
negros decían, trepaban al trono de los negros
Decían
Those birds sing upon the tree:
Hijos somos todos de Dios.
Y el
habitante de Tebas vio que en la llanura
crecían
los negros como una alta columna,
los brazos
alargaban los negros al estanque,
salta
el mulato, el lucumí, carabalí,
grita el muchacho
I
see my neighbour drinking
(mandinga, congo, carabalí;)
Y el negro duerme, el negro espera, el negro dice,
los
brazos planta en la colina:
FREEDOM.
FREEDOM color pared, color dulzura,
color
de luz. El negro espera, también
perdona.
Y el
blanco canta:
kept you waiting so long;
Ya no es el muro tranquilo del Sur,
ni
el fiel cafetal lucumí, ni la botella.
¡Negro
en los caminos del palacio de la
Igualdad!
Negro
del trigo que las lágrimas maduran
de esperanza.
Negro
que esta mañana de nupcias me hablas
y
cien astros en las espaldas amplias anudas.
¡Habrá justicia!
Mi corazón saluda la marcha de los negros del Sur,
de
los que hoy encienden de antorchas
su noche
y
ante Lincoln o Wasington reciben
los
odres llenos y los cáñamos del nuevo orden.
Saluda
mi alma
a los chiquillos que hacen señales con sus tripas
desnudas,
a
los corredores de los estadios;
a
King Martin Luther y a su Coretta.
Estabas
condenado, oh negro, y ahora
mi corazón saluda
a
Harry Belafonte y a Sidney Poitier
a la oliva de Ralph Buncke,
los pájaros preciosos de Marian Anderson
y el
capelo o la sagrada púrpura en la bondad del pastor.
Saludo,
yo os saludo
en
donde el sol nace y sus dedos entretiene
en recoger diez mil rosas,
FREEDOM pues sois mis hermanos,
hijos
de Mississippi y de Virginia,
Alabama, hijos
De
la salva y de Brasil, de Luanda
o de Georgia.
Yo leí esta mañana,
Una
piedra cayó esta mañana,
Hasta
aquí, en el kiosko,
a mis manos vino una esmeralda.
Mi
corazón está en el viento
mis manos
un ramo de flores
para
ti, Josefina
Baker, y un beso
vaga hasta besar tu frente,
oh Nicolás
Guillén
de Cuba.
De su libro
Poemas
Junto a un pueblo,
Poesía de España, 1977.
Otros poemas de Carlos de la Rica
(«Realismo
mitológico»)
«A Ezra Pound» (1977)
«Yo amo una raza hermosa que vivió en América» (1977)
«La marcha de los negros» (1977)
«Ícaro» (1977)
«Saludo desde Z a Yuri Gagarin» (1977)
«Yad Vashem» (1977-2000)
«El rapto de Europa» (1977-2000)
Grandes Obras de
El Toro de Barro
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Carlos de la Rica no tiene fronteras, parece ser un ciudadano no sólo del mundo, sino del cosmos.
ResponderEliminarEste poema apareció por primera vez en el nº 36 de la revista conquense El molino de papel, en noviembre de 1963, para ser incluido 1965 en el libro Edipo el rey, con el que Carlos de la Rica inauguró la editorial EL TORO DE BARRO.
ResponderEliminarMuchas gracias por este aporte al conocimiento. Sigo aprendiendo y conociendo grandes poetas, por lo que leí sobre él, como dice Myriam, no tiene fronteras.
ResponderEliminarUn poema profundo. Me gustó mucho. "Hijos somos todos de Dios" qué cierto, y tan pocos entienden y aceptan.
Un beso.