Carlos Morales
El miedo
Miedo, sí, creer al fondo
haber llegado de tus aguas
más profundas,
abrir la puerta y sólo
ver el rostro de un cadáver
suntuoso
requiriéndome,
y alzar la mano, sí,
ciega
inválida
hacia el secreto oscuro de tu blusa
y, allí donde las frutas eran frescas,
huerto pródigo, suavísimo tu nombre,
ver que todo es oro,
oro tus labios de calor antiguo,
sólo un busto hallar,
sólo el frío de un mármol detrás de la abotonadura,
saber que amo
y no saber qué amo,
y tener que lanzarme como un fardo viejo desde la
ventana
De su libro
S,
Madrid, 1984.
Otros
poemas de
Las
danzas de Zahara.
Grandes Obras de
El Toro de Barro
Carlos Morales, "Un rostro en el jardín"
Col. Cuadernos del Mediterráneo.
Ed. El Toro de Barro, Tarancón de Cuenca 2000.
edicioneseltorodebarro@yahoo.es |
Reitero. No sé si estos poemas puedan atarse a una numeración, aún cuando lo determinen los lectores. Podría pasar de uno a otro, y barajarlos y en cada uno sembraría un hallazgo. Tampoco sé si ese binomio de amor-desamor pueda separarse. Si sé que hay poemas de amor luminosos que cantan el júbilo del amor que se entrega y se recibe y otros que dejan entrever lo que no se ha alcanzado o quizás lo que se ha perdido. En ambos el amor sigue siendo el personaje central de una conmoción que se le entrega al lector para que a su vez se convierta en pasajero de esas rutas, invocando una dimensión del amor que es inagotable e infinita. Este poema tuyo, Carlos, tiene lo de ambos, porque sólo la creciente del amor puede producir esa trasmutación de la fruta a una piedra inmóvil.
ResponderEliminarDe cuándo es el poema?
ResponderEliminarDel año 1984, Óscar.
ResponderEliminarPues eso no lo tenía previsto Orwell. Tú siempre contra corriente. Hermosísimo, intenso... Qué inteligente contención…Yo tenía 17. Si lo pillo en esos años, triunfo seguro, jejeje.
ResponderEliminar“saber que amo / y no saber qué amo”…Precioso poema, Carlos. Más triste de lo que quisiera reconocerse.
ResponderEliminar"sólo un frío mármol detrás de la abotonadura", qué descorazonador. Y qué preciosa la foto!
ResponderEliminarUn poema precioso que termina estremeciendo.
ResponderEliminarUna cucharada de belleza en esta fría tarde.Precioso el poema y la foto.Gracias, Carlos.
ResponderEliminarEl amor y el miedo que vence oscuro en cadáver envuelto en nada.
ResponderEliminarTambién subyace en estas letras la valentia de aceptar "la derrota".
ResponderEliminarla transparencia...hermosísimo poema, Carlos...
ResponderEliminarBuenísimo el poema, Carlos, aunque el amor... bueno, quién sabe nada de él? Solo que es una fuerza que mueve el mundo, talvez la única. O la única que debiera moverlo... La foto no me ha gustado tanto, pero porque soy un poco... no sé cómo decirlo, un poco alérgico a las manifestaciones más "convencionales" del amor, como las flores, pero reconozco que eso sólo es una rareza mía!
ResponderEliminarQuerido Paco: se me ha olvidado decir que la fotografía es una metáfora de la muerte. De hecho, su autor, el gran fotógrafo argentino Luis Vence, la tituló "Requiem". Ese es el significado que adopté, pero está claro que esto no deja de ser una arbitrariedad por mi parte. Un fuerte abrazo, de los de verdad.
ResponderEliminarCarlos, el amor tiene muchos caminos y colores, tu lo muestras en la foto y el poema, te felicito
ResponderEliminarNo siempre estamos a la altura del amor que se nos da. Y no siempre lo están aquellos a quienes se lo damos. Casi siempre es porque amamos mucho, y no sabemos amar mejor; o porque pedimos más de lo que nos puedan dar quienes amamos; o porque lo damos todo, menos lo que verdad importar. Puede que el amor sea una ficción, pero es una ficción todopoderosa: tal vez sea un recuerdo de lo que hay o hubo alguna vez de Dios en nuestro espíritu, y por eso excede la dimensión humana: le pasa como al dolor, que, como dice Holan, " es siempre mayor que el hombre / y, sin embargo, tiene que caberle en el corazón.". O sí. O sí. Es un auténtico lío en el que, lo hagamos bien, o lo hagamos mal, acabamos dejando amargor a nuestro paso sin que nunca jamás seamos perdonados: tal vez porque no lo merezcamos..
ResponderEliminarLos griegos, Carlos,representaban al amor como un dios: con eso ya reconocían que excedía la naturaleza humana. Tal vez el cometido del amor no es el perdón. En ese sentido (y en muchos otros) los griegos eran muy sabios, distribuían en dioses casi todo lo que sobrepasaba su comprensión lógica del mundo.
ResponderEliminarhe compartido el poema en la página de Poetas en tiempos de penuria, Carlos.
ResponderEliminarTe lo agradezco mucho, Félix. Por razones que no vienen al caso comentar aquí, te lo aradezco mucho. A ti, y a aquellos que han mostrado la gentileza con sus comentario de no dejarlo pasar por alto...
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