Wislawa Szymborska por Jenny Holzer
La mujer de Lot
(Versión de Gerardo
Beltrán y Abel A. Murcia)
Tal
vez miré hacia atrás por curiosidad.
Pero
además de curiosidad pude tener otras razones.
Miré
hacia atrás porque me dio tristeza la escudilla de plata.
Por
distracción: amarrándome el cordón de la sandalia.
Para
no mirar más la nuca justa
de
mi marido, Lot.
Por
la seguridad repentina de que si yo muriera,
él
no se detendría.
Por
la desobediencia natural de los humildes.
Escuchando
cómo nos perseguían.
Conmovida
por el silencio, pensando que Dios cambiaría de idea.
Nuestras
dos hijas se perdían ya tras la colina.
Sentí la vejez en mí. El alejamiento.
Lo inútil de viajar. Sueño.
Miré hacia atrás mientras ponía mi hatillo en el suelo.
Miré hacia atrás preocupada por el siguiente paso.
En mi camino aparecieron serpientes,
arañas, ratones de campo y polluelos de buitre.
Ni buenos, ni malos; simplemente lo vivo, todo,
brincaba y se arrastraba por un temor colectivo.
Miré hacia atrás por soledad.
Por la vergüenza de huir a escondidas.
Por las ganas de gritar, de regresar.
O porque justo entonces se soltó el viento,
desató mi pelo y me levantó el vestido.
Sentí que me veían desde los muros de Sodoma
y se morían de risa, una y otra vez.
Miré hacia atrás llena de rabia.
Para gozar plenamente su ruina.
Miré hacia atrás por todas las razones mencionadas.
Miré hacia atrás sin querer.
Fue sólo que una roca giró gruñendo bajo mis pies.
Que una grieta de pronto me cortó el paso.
En la orilla un hámster agitaba las patas delanteras.
Y entonces ambos miramos hacia atrás.
No, no. Yo seguí corriendo,
arrastrándome y trepando
hasta que la oscuridad cayó del cielo,
y con ella grava ardiendo y aves muertas.
Por falta de aliento varias veces perdí el equilibrio.
Si alguien me hubiera visto, pensaría que bailaba.
Es posible que haya tenido los ojos abiertos.
Que haya caído mirando hacia la ciudad.
Amalia Bautista
Encuentro inesperado
La mujer de Lot
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El Toro de Barro
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Yo, que he sobrevivido
a cien lanzas
y he hecho temblar el
vientre
del desierto con uno
solo de mis carros,
perdí ante tus ojos mi
última batalla.
Ser cobarde en amor
equivale a estar muerto.
Otros poemas de
Hay tantas razones, tantas como para Judas el beso, las 30 monedas y la horca. Al final la verdad o las muchas verdades, sólo quedan en el fondo de cada corazón.
ResponderEliminarWislawa Szymborska una poeta grande y enigmática, aunque a veces ella misma se crea muy simple.