martes, 10 de julio de 2007

Rodolfo Häsler, "Poemas de arena"


HOMBRE DE PÉTALOS ROJOSRodolfo Häsler



I

El rocío empapa mi cuerpo
y la tierra desprende, excitada,
un fuerte olor de materia en celo.
Los dedos descubren en cada gota
la obscena orquídea del placer,
estuario de mayor conocimiento.
Con la nueva y húmeda luz
palparé los cuerpos, besaré las bocas,
buscando la verdad
que no expresan las palabras.



V
Me diste el agua de los mirtos
y cuando la sangre nació
cegaste la fuente bajo la arena.
Un fuego seco abrasa mis dedos,
herida polvorienta
que busca la esencia
bajo el pozo de tu lluvia.


VIII

Pasándonos el cigarro
en lenta ceremonia
las yemas de tus dedos
dejaban en las mías
miel de higos.


XI
Sonoridad y sugestión
Jerusalén


Corazón de palmera
y labio con gusto a dátil.
Cabellos como rojos racimos de uva
que nunca serán cortados en otoño.
El valle quedó atrás
y durante la ascensión
aparecen viejos cipreses
entre piedras duras como lágrimas.
O plata o paz, el balanceo
indeciso de las ramas de olivo.
En la ciudad, cedro escogido,
una tórtola de azafrán
reposa en la muralla.
Su delicado color tiñe el alma.
Jazmines blancos en un vaso.
Mientras sorbo un espeso café
recuerdo unos ojos yemenitas.
Ojos con gotas de mirra.
Limones verdes, refrescantes granadas.
No lejos pasa el ciervo de la sugestión
y el desierto tiembla
tragándose el dibujo de sus huellas.


XIII
Todas las callejuelas conducen al Muro.
Desde el barrio de los armenios
con sus paredones y sus gatos,
desde el convento griego
o después del té de menta
con pasteles de miel,
con asombro aparece la explanada.
Lugar donde alegría y tristeza
se amasan con gotas de anís.
Piedras forradas de besos y peticiones.
Con la puesta del sol
detrás de los olivos y la muralla,
cantos ondulantes se elevan
como infinitos caracoles de esperanza.
Recinto donde la voz se corta,
donde el aire se hincha,
y mientras las piedras dicen vivir
eternamente
se esparce un tenue olor a albahaca.

XIV
Lluvia

Alegría en la tierra.
Toda la sangre grita.
Por la cara resbalan gruesas gotas de lluvia
que cuelgan del pelo.
Se estremece la piel
con las piedras de la muralla.
Tormenta de tarde calurosa.
Y cuando en el cielo
brilló de nuevo el sol,
el desierto de Judea
vistió un oloroso manto rosado.


XVI

Delante discurre el Nilo,
lento y mutante como el fluir de un sueño.
En el desierto el sol se encierra
en un castillo de arena quemada.
El río hierve en verde aleación de plata y hielo
y se ennegrece en la otra orilla
mientras atraca entre los papiros.
El Nilo discurre siempre lento,
pausado como una charla del café
o el interés por conocer.
Tiempo para el olfato,
amor por el cuerpo.
En mi corazón discurre el Nilo
envolvente y tibio como un sueño.

XVIII
Kohol

No puedo asegurar
si el humo perfumado que me adormece
proviene del narguilé
o de unos ojos negros y recónditos
que no fijan la mirada.
No puedo distinguir
si el espeso sabor de mi boca
proviene del café que sorbo
o de unos ojos negros
que lo dicen todo
entre el relámpago de las pestañas.

XX
Frutos de Otoño

La brisa del crepúsculo
fusiona tu cuerpo
a los muslos altos de la tarde.
Los hibiscos atraviesan
la roja reflexión del corazón,
los labios se unen al granado de Sabed,
los ojos al color de la aceituna
y tus párpados rozan las uvas doradas.

(Poemas extraídos de Poemas de arena)
(Página compuesta por Carlos Morales)

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