domingo, 25 de marzo de 2018

«La danza del Burka», de Carlos Morales

Teresa Zafón



La danZa del burka


(Madrid, 11 de marzo)



La fosa cavad en el cielo las rosas bordad
los muertos del aire
clavad en los muertos la luna gamada
la mancha sajada in nómine dei
dejad dormida en los trenes
y alzad los tambores las reses que yacen alzad
las palas las flautas las dulces campanas
las puertas cerradas de hierro en el cielo pintad
la bosta en la cama común un burka en la fosa
que pájaros dancen
que suenen las ruedas del aire las arpas de rojo
las flautas más hondo en las cruces colgad
la sangre que luce
las flautas que sopla el silencio del alba
las puertas cerradas los trenes abrid un lecho en la noche
abrid una noche el cielo a canal
tallad sobre el cielo las cruces los muertos del aire
los cielos cavad en los ojos más hondo
los muertos pintad en el aire la noche más triste
las bestias cubrid las testas dormidas volad
con velos rasgados los trenes partidos que arden
alzad en el alba las rosas felices de marzo
que brille en la noche la luz del carnero
y dance la sharia
que baile la pala que bala in nomine Auschwitz
que baile la sharia gamada in nómine dei un burka en la fosa




De su plaquette
Salmo
Cuadernos del Mediterráneo
El Toro de Barro, 2005.


Otros poemas de Salmo

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Grandes Obras de 
El Toro de Barro


Shamer Khair, enCarlos Morales COEXISTENCIA, Antología de la poesía isralí -árabe y hebrea- contemporánea.
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PVP 10 euros
edicioneseltorodebarro@yahoo.es
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sobre mi alegría,
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ni lo que cuesta un cartucho.
Lo que veis
ágil y rápido como una gacela,
huyendo en todas direcciones como una perdiz
no es alegría,
creedme,

mi alegría nada tiene que ver con la felicidad...

Otros poemas del poeta pacifista 
árabe israelí













11 comentarios:

  1. No creo que se pueda expresar mejor el asombro ante la barbarie islámica. Imágenes arrolladoras, lenguaje roto, visiones enloquecedoras, todo ello hecho desde dentro, desde la piel del mismo criminal.
    Un poema fantástico, que me recuerda por momentos el Todesfuge de Paul Celan....
    Y hacer ésto al mismo tiempo que versionar el Cantar de los Cantares es, cuando menos, sorprendente, y digno de un poeta verdadero como Carlos Morales, al que desconocía...

    Paul Schroeder
    (Colonia)

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  2. Intentar conciliar la tristeza y la belleza con la fidelidad del hombre herido, nos entrega una delicadeza que, no bastando con un grito desesperado, nos da un poema de distintas nacionalidades. Una de ellas es la mía. Por supuesto no la venezolana, sino mi verdadera patria, la utopía. Este poema, entonces, es mi patria.

    Su lenguaje como péndulo nos hace balancear entre los verbos “imperativos”, ya casi sin uso, por lo menos en esta parte del mundo (Latinoamérica), para indicarnos que ellos siempre hablan en presente, como ese voz actual que se atrevió a decir: los muertos del aire/ clavad en los muertos la luna gamada. Por otro lado cuando el péndulo sigue su camino sabe de antemano que ha partido desde “algo” que ya se le pede llamar pasado, y que ahora al llegar al otro límite, a donde dicten su fuerza newtoniana, nos regresará en su viaje a Auschwitz, como un pasado palpable; al cruel pasado que se atrevió a colocar en una puerta: el trabajo te hará libre, mientras 4500 cadáveres diarios eran sacado por la otra puerta, la trasera. El poema se vuelve actual jugando con la memoria, con el cruel recuerdo que no tiene nada que envidiarle al presente, y la voz en Latín lo ratifica. No hay poema actual y visionario que quede exento de mojar su pluma en la oscura tinta de la historia. En eso, tal vez por caprichoso, me hace recordar a mi bien querido León Felipe; poeta que tanto admiro. No con esto trato de hacer una comparación, tan odiosas y prestas en muchas ocasiones a restar más que a sumar, valor a las obras.

    Quedo ahora pensando si el poema de Carlos Morales (La Danza del Burka) me tiene que dejar o desterrar de mi patria (la utopía), o si simplemente cierro los ojos y dejo las palabras seguir su curso natural dentro de mi cabeza, y me dejo guiar por esa pasión tan fuerte y aunarme al dolor de la pérdida de una persona querida, como es su caso actual. Tal vez deba dejar que el péndulo siga oscilando, pero sólo entre el silencio que otorga el poema y el apretón de pecho que me queda ahora.

    Nervinson Machado.

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  3. Llueve el dolor en cada verso. Y hay una energía santa que hace esta lluvia fecunda.
    Mi abrazo, Carlos.

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  4. El poema me enmudece, llevándome como a una noche sin escapatoria. Esa noche en la que algunos hombres esconden su sanguinaria faz detrás de la máscara de lo pretendidamente sacro, algo que también sucedió antes y no hace mucho en el mismo corazón de Europa. Ya Freud descubrió detrás del super-yo la voz de la muerte susurrando. Voz de muerte con rostro de Dios pidiéndo en un tabernáculo la muerte, el sacrificio de su obra imperfecta.


    Lamento la pérdida tan sentida.

    Un abrazo

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  5. ¡Jooo! ¡Qué bien escribes!

    mamma mía...

    Un saludo,

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  6. Excelentes comentarios, para un poema que bien puede considerarse un clásico por su excelencia. Muy especial por su significado y alcance. Me recordó la letanía del Funeral Blues de W.H. Auden. Un saludo cariñoso, Carlos, tu espectro poético es inconmensurable y de una belleza también clásica capaz de trascender el tiempo.

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  7. Es uno de los poemas más impresionantes que he leído en mi vida. El dominio, el ritmo, la palabra-música...

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  8. Es impesionante el clima que logras en este poema..como plasmas la locura que lleva a esta gente a matar por unos ideales....Poemas que transmiten la rabia a la cultura occidental...y la crítica tan aguda que realizas a una cultura que tapa a sus mujeres..., es evidente que intentas adoptar el punto de vista del otro, pero ¿no crees que a lo mejor pueda haber gente que no lo entienda, que lo malinterprete....que no entienda que te pones en la piel del agresor para intentar mostrar el odio que mueve su locura y no para justificarla??

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  9. Querida Mar: te agradezco la delicadeza con que has dejado caer la posibilidad de que poemas como “La danza del Burka” o el “Salmo de los pájaros negros” sean interpretados como una alabanza en toda regla del terrorismo religioso. No será la primera vez que ocurra, ni tengo nada que objetar a los lectores que así acierten a entenderlos. Pero no es así, en modo alguno. El hecho de que no haya escrito ningún poema dedicado a las víctimas no quiere decir que las haya olvidado o sido inmune a su dolor, ni mucho menos que haya sentido complicidad alguna con el terrorismo yihadista o con cualquiera de las formas del totalitarismo contemporáneo.
    Me contaron que, hace unos años, para acallar la controversia que supuso la lectura en Bruselas de los dos poemas, un anciano replicó que nadie podría nunca acusar a El Bosco de haber sintonizado con los males de su siglo, a los que tan obsesivamente dedicó lo mejor de su pintura; más allá de la justicia o del exceso intelectual que suponga comparar “La danza” o el “Salmo” con los lienzos de un grande entre los grandes, debo decir que sigo compartiendo las palabras de aquel desconocido anciano. No voy a ocultar que, durante los años que tardé en componer ambos poemas, busqué introducirme bajo la piel de los terroristas, pero no lo hice tratando de alabar su violencia, sino de entender por qué razón los hombres y mujeres normales y corrientes, como tú o como yo, pueden caer en la locura totalitaria o inmolarse alegremente en el nombre de Dios o de cualquier idea absoluta, como puede ser la conciencia racial o el más xenófobo de los nacionalismos. Eso es lo que intenté, y no otra cosa. Llevar hasta el extremo más atroz la expresión literaria de esta locura no pretendía santificarla sino lanzar sobre ella el más duro de los anatemas. Es verdad, no soy nadie para denostar la interpretación de los que vean o interpreten los versos de otro modo pero, como autor del “Salmo” o de la “Danza”, si lo soy para lamentarme de ello como quien lo hace de una clamorosa derrota personal.
    Por lo demás, no me queda sino agradecer a quienes los han leído que hayan decidido compartido en sus paredes o comentarlos cada cual con su particular criterio, pero siempre en público y no amparándose en el anonimato más innecesario. Gracias a todos vosotros

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  10. No se pasa ileso por tu palabra, Carlos. Tienes la sonoridad de los antiguos, el dolor de este tiempo de relojes rotos, una vibración de campanarios. La dureza de la viga en un verso que es pura incandescencia. Y más allá del verso la herida, más cercana o más lejana, porque a todos nos pertenece, simplemente se comparte, se estruja, se desenvuelve en esa esperanza nunca perdida de un amanecer sin trenes dislocados ni susurros apagados.

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  11. Leí tu poema, Carlos, por primera vez, en el 2014. Hoy lo vuelvo a releer de manos de Cristina Peñalba Pastor, de nuevo como si fuese la primera vez. Y esto fue lo que me afloró en este abril del 2018.

    Un poema de quien escribe con una estopa en la garganta, un grito en la cavidad torácica, un estremecimiento que se desborda de los dinteles del alma.

    Versos que como aguijones se plantan en la piel de un mundo destrozado. Palabra que se deshace de sus contenidos para poblarse de pájaros a los que han cortado las alas.

    No es plegaria ni insurrección. Es retrato, geografía del dolor. Clamor inclemente. Antorcha que cae en el abismo de la nieve, queriendo guardar algo de su fulgor, en medio de las escarchadas estrellas del agua.

    Es la conjunción de lo perdido recogido en un cántaro roto que aspira alguna vez ser recipiente de la vida.

    No encuentro otra manera de describir lo que se siente ante este poema de Carlos Morales del Coso. En el fondo, su geografía espiritual, el libro abierto de su corazón, que no cesa de recoger, donde y como sea, las señales que dejan los asesinados en las vibraciones del aire.

    Que contigo mi abrazo reierado

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