Salomón
El Cantar
de los
Cantares
Primer acto
La novia
Bésame con besos de tu boca,
pues mejores son que el vino tus amores,
el olor de tu perfume, el aroma
de tu nombre que despacio me penetra,
y por eso las vírgenes se inclinan a tu paso!
¡Llévame hacia ti, rey mío, corramos,
invítame a tu alcoba, disfrútame y gocemos
y déjame que alabe el vino de tu amor,
al hombre entre los hombres más amado!
Muchachas de Jerusalén: yo soy morena,
pero hermosa como hermosas son las tiendas
de Quedar y las lonas de Salma.
Mis hermanos conmigo se enfadaron
pues las viñas quisieron que guardara,
y mi viña no supe guardar...
y el sol me ha quemado con sus dedos...
Amor de mi alma, dime dónde amansas
tu rebaño, dónde al medio día –dime–
sestean tus ovejas, para que no ande así, perdida,
tras los rebaños de tus compañeros.
Fortuny
El coro
Si no lo sabes tú, hermosa entre las mujeres,
sigue las huellas de su rebaño,
lleva tú a pastar tus cabras primerizas
junto al jacal donde su cuerpo reposan los pastores.
El novio
Amor mío, pienso en ti como en esa hermosa yegua
que tira del carro del faraón,
¡ay, cómo brilla tu rostro entre las zarzas
y ese cuello tuyo creciendo entre collares!
en oro mis manos tallarán zarzillos luminosos
con engastes y cuentas de plata, sólo para ti.
La novia
Mientras el rey descansa en su diván,
mi nardo exhala su cálida fragancia:
ved al hombre que duerme entre mis senos
como una bolsita de mirra, como un racimo
dulcísimo de alheña en las viñas de Engadí.
El novio
¡Bella eres, amor mío, bandadas de palomas
son tus ojos, azucena entre cardos
eres tú entre todas las mujeres!
La novia
Qué hermoso eres, amor mío, en este lecho nuestro
hecho de fronda,
delicia pura, y yo en tus manos soy un narciso de Sarón,
una azucena perdida en tus frondosos valles,
bajo las vigas de cedro que cubren nuestra casa,
y los artesonados tallados en espalda de ciprés.
Como manzano entre árboles silvestres
es mi amado entre los hombres:
yo deseo sentarme al amparo de su sombra
y endulzarme la boca con su fruta.
Mi amado me ha metido en su bodega
y despliega ante mí su bandera de amor.
Sobre su izquierda descanso mi cabeza,
con su derecha abraza mi cintura, ay,
sí, reponedme con tortas de pasas,
empinad con manzanas mi vigor para él,
que estoy enferma de amor, de amor muriendo...
El novio
¡Ah, muchachas de Jerusalén, yo os conjuro
por las gacelas y las ciervas que en el campo corren,
que no despertéis ni desveléis a mi amor
hasta que quiera!
Mercedes Ridocci
Mientras el rey descansa en su diván,
mi nardo exhala su cálida fragancia:
ved al hombre que duerme entre mis senos
como una bolsita de mirra, como un racimo
dulcísimo de alheña en las viñas de Engadí.
El novio
¡Bella eres, amor mío, bandadas de palomas
son tus ojos, azucena entre cardos
eres tú entre todas las mujeres!
La novia
Qué hermoso eres, amor mío, en este lecho nuestro
hecho de fronda,
delicia pura, y yo en tus manos soy un narciso de Sarón,
una azucena perdida en tus frondosos valles,
bajo las vigas de cedro que cubren nuestra casa,
y los artesonados tallados en espalda de ciprés.
Como manzano entre árboles silvestres
es mi amado entre los hombres:
yo deseo sentarme al amparo de su sombra
y endulzarme la boca con su fruta.
Mi amado me ha metido en su bodega
y despliega ante mí su bandera de amor.
Sobre su izquierda descanso mi cabeza,
con su derecha abraza mi cintura, ay,
sí, reponedme con tortas de pasas,
empinad con manzanas mi vigor para él,
que estoy enferma de amor, de amor muriendo...
El novio
¡Ah, muchachas de Jerusalén, yo os conjuro
por las gacelas y las ciervas que en el campo corren,
que no despertéis ni desveléis a mi amor
hasta que quiera!
Segundo acto
La novia
Es la voz de mi amado, miradlo,
vedlo llegar saltando por los montes,
como un cervatillo brincando por las lomas,
y ved que se detiene,
y ved que se oculta tras la cerca de mi casa
e inclina su cabeza sobre mi ventana
porque quiere tan sólo contemplarme por las rejas...
Habla mi amado y me dice:
El novio
Levántate, amor mío, y vente,
que el invierno ha cesado
y las lluvias se fueron
y la tierra se cubre de flores,
la estación de los cantos ha llegado ya,
escucha, amor mío, escucha
la tórtola que arrulla cubriendo nuestra tierra,
el perfume de las viñas que se ciernen,
las higueras con sus yemas despertando,
anímate, amor mío, y ven,
paloma que te ocultas en las grietas de las rocas,
déjame que advierta los perfiles de tu vuelo,
déjame que escuche la dulzura de tu voz,
el azúcar de tu voz y de tu talle.
Cazemos las raposas, las pequeñas raposas
que devastan los viñedos, nuestras viñas en flor....
La novia
Mi amado es mío y yo soy de mi amado,
del hombre que pastorea entre las azucenas.
Vuelve, amado mío, vuelve,
antes de que despierte la brisa,
antes de que las sombras huyan
vuelve, amado mío, vuelve,
sé como gacela o como el cervatillo
que baja por el monte de Beter,
pues en la noche, en mi lecho,
busqué el amor de mi alma,
lo busqué y no lo encontré.
Sólo hallé a los guardias que guardaban la ciudad,
y no supieron decirme dónde estaba
el amor de mi alma.
Apenas los hube pasado,
hallé a mi amor y lo apresé,
y no lo soltaré hasta invitarlo a la casa de mi madre,
a la alcoba caliente en que me concibió mi madre.
El novio
¡Ah, muchachas de Jerusalén, yo os conjuro
por las gacelas y las ciervas que en el campo corren,
que no despertéis ni desveléis a mi amor
hasta que quiera!
Tercer acto
El poeta
¿Qué es aquello que se alza en el desierto
como una cortina de humo
sahumada de incienso y mirra
y polvo de exóticos perfumes?
Es la litera de Salomón,
escoltada por sesenta valientes,
la flor de los valientes de Israel,
diestros en la espada y en la guerra,
todos con su espada en la cintura
porque temen los peligros de la noche.
El rey Salomón se ha hecho un palanquín
con madera del Líbano,
con columnas de plata y el respaldo de oro,
cuyo asiento las hijas de Irael
tapizaron de púrpura y de amor.
Salid, mujeres, salid muchachas de Sión,
contemplad a Salomón,
con la diadema que, en su boda,
su propia madre dibujó en su pecho.
El novio
Eres bella, amor mío,
tus ojos son palomas que emergen de tu velo;
tu melena, un rebaño de cabras jubilosas
que descienden saltando del monte Galaad;
tus dientes, un hatillo de ovejas esquiladas
saliendo de su baño en las aguas del río,
todas con crías mellizas y ninguna estéril;
tus labios, una cinta escarlata
y tu hablar, música y hechizo;
tras el velo, dos granadas rojas y cortadas,
tus mejillas...
tu cuello, la torre de David donde cuelgan todos sus trofeos,
sus mil escudos y estandartes los valientes guerreros de Israel;
y tus pechos, como crías mellizas de gacela
que saltan hacia mí, paciendo entre azucenas por los valles...
Antes de que la brisa se levante
y se retiren las sombras,
subiré a los montes donde la mirra yace,
donde el incienso duerme, a las colinas...
Eres toda hermosa, amor mío,
no hallo en ti defecto alguno.
Ven, novia mía, ven, llégate del Líbano,
vuelve, amor, desde la cumbre del Amaná,
desde las cumbres del Sanir y del Hermón,
abandona la guarida de los leones,
los montes de los leopardos...
Me has robado el corazón, hermana y novia mía,
me has robado el corazón con una sola mirada de tus ojos,
con una sola vuelta de tu collar, ay,
qué hermosos tus amores,
mejores son que el vino tus amores,
mi corazón llenan tus perfumes
y tu boca destila miel virgen sobre mí,
la leche y la miel que ocultas debajo de tu lengua...
Eres huerto cerrado, novia mía,
huerto cerrado, fuente sellada;
tus brotes paraíso de granados,
azafranes y nardos,
aromas de canela,
árboles de incienso,
mirra y pequeños puñados de áloe
para curar las heridas de mi pecho, ay,
la fuente de tus jardines, cuyas aguas
desde el Líbano llegan hacia mí...
Despierta, cierzo,
llégate, ábrego,
soplad en mi jardín
y levantad deprisa todos sus aromas,
para que entre el amado en su huerto
y coma de sus árboles frutales...
El novio
hermana y novia mía,
a cosechar mi bálsamo y mi mirra,
a comer de la miel de tu panal,
a beber de tu vino y de tu leche...
El poeta
¡Comed, y bebed, embriagaos!
Cuarto acto
Risen Phoenix
La novia
Yo dormía, pero mi corazón velaba,
la voz del amado me llamaba:
«¡Ábreme, hermana, mi paloma! –me decía–,
mi cabeza está cubierta de rocío,
y sus bucles del relente de la noche»
Me había quitado la túnica
y no sabía ponérmela de nuevo.
Me había lavado los pies
y ¿cómo volver a mancharlos?
Por el hueco de la cerradura
mi amado su mano entró,
y mis entrañas temblaron.
Me levanté y quise abrir la puerta
al nombre de mi amado,
y mis manos eran sólo mirra destilada
cayendo de mis dedos
sobre la cerradura.
Abrí yo misma las puertas a mi amado,
pero el amado no estaba, se había marchado ya,
y el alma se arrojó en su busca tras la huida.
Lo busqué, mas no pude encontrarlo.
Lo llamé, y no me respondió su voz.
Desesperada me hallaron los centinelas que guardan
la ciudad, golpeáronme, me hirieron,
despojáronme del chal
los guardianes que cuidaban las murallas.
Yo os conjuro, mujeres,
muchachas de Jerusalén,
si encontráis a mi amado
decidle que he enfermado de amor.
Jock Sturges
El coro
Eh, tú, la más bella de todas las mujeres,
¿qué distingue a tu amado de los otros
para que de esa forma nos conjures?
La novia
Mi amado es moreno claro, oro puro su cabeza;
racimos de palmera las guedejas de su pelo,
negras son, negras como cuervos negros;
sus ojos son palomas en la orilla del río
que se bañan en leche junto a los estanques;
campos de balsameras sus mejillas,
La novia
Yo dormía, pero mi corazón velaba,
la voz del amado me llamaba:
«¡Ábreme, hermana, mi paloma! –me decía–,
mi cabeza está cubierta de rocío,
y sus bucles del relente de la noche»
Me había quitado la túnica
y no sabía ponérmela de nuevo.
Me había lavado los pies
y ¿cómo volver a mancharlos?
Por el hueco de la cerradura
mi amado su mano entró,
y mis entrañas temblaron.
Me levanté y quise abrir la puerta
al nombre de mi amado,
y mis manos eran sólo mirra destilada
cayendo de mis dedos
sobre la cerradura.
Abrí yo misma las puertas a mi amado,
pero el amado no estaba, se había marchado ya,
y el alma se arrojó en su busca tras la huida.
Lo busqué, mas no pude encontrarlo.
Lo llamé, y no me respondió su voz.
Desesperada me hallaron los centinelas que guardan
la ciudad, golpeáronme, me hirieron,
despojáronme del chal
los guardianes que cuidaban las murallas.
Yo os conjuro, mujeres,
muchachas de Jerusalén,
si encontráis a mi amado
decidle que he enfermado de amor.
Jock Sturges
El coro
Eh, tú, la más bella de todas las mujeres,
¿qué distingue a tu amado de los otros
para que de esa forma nos conjures?
La novia
Mi amado es moreno claro, oro puro su cabeza;
racimos de palmera las guedejas de su pelo,
negras son, negras como cuervos negros;
sus ojos son palomas en la orilla del río
que se bañan en leche junto a los estanques;
campos de balsameras sus mejillas,
colinas de perfumes;
lirios son sus labios, manaderos de mirra;
tiene sus manos torneadas en oro,
engastadas con piedras que de Tarsis trajeron;
su vientre pulido marfil que los zafiros cubren;
parecen sus piernas columnas de alabastro
creciendo hacia lo alto sobre basas doradas;
su porte es como el Líbano, esbelto como sus cedros,
y su paladar dulcísimo, ay, muchachas de Jerusalén,
así es mi amigo, sí, así es mi amado.
El coro
Dinos, tú, la más bella de todas las mujeres,
¿adónde fue tu amado?
La novia
Mi amado bajó a su huerto
a recoger azucenas....
lirios son sus labios, manaderos de mirra;
tiene sus manos torneadas en oro,
engastadas con piedras que de Tarsis trajeron;
su vientre pulido marfil que los zafiros cubren;
parecen sus piernas columnas de alabastro
creciendo hacia lo alto sobre basas doradas;
su porte es como el Líbano, esbelto como sus cedros,
y su paladar dulcísimo, ay, muchachas de Jerusalén,
así es mi amigo, sí, así es mi amado.
El coro
Dinos, tú, la más bella de todas las mujeres,
¿adónde fue tu amado?
La novia
Mi amado bajó a su huerto
a recoger azucenas....
Quinto acto
El novio
Eres bella, amiga mía, como Tirsá,
encantadora como Jerusalén,
imponente como un ejército dispuesto para la batalla.
¡Aparta de mí tus ojos, no me humilles con tus ojos!
Tu melena es un hato de cabras descendiendo del monte Galaad.
Tus dientes, un rebaño recién esquilado saliendo de los ríos,
todas con mellizas y ninguna estéril.
Tus mejillas, dos granadas rojas que emergen de tu velo.
Sesenta son las reinas, ochenta las concubinas,
pero mi paloma es única, capricho de quien la engendró:
ante ella inclinan su cabeza las doncellas,
las reinas y las concubinas:
¿quién es ésta que como el alba llega,
como la luna hermosa que como el sol refulge,
imponente como ejército en formación de guerra?
Había yo bajado el huerto de las nogueras
a contemplar la floración del valle,
a ver si las vides se cernían,
si florecían los granados,
cuando mi deseo me subió a los carros de Aminadib,
y yo no lo sabía.
El coro
Vuelve, sulamita, vuelve,
que queremos contemplarte.
El coro
¿Por qué queréis contemplar a la sulamita
danzar entre los coros?
El novio
Ah, hija de príncipe,
cuán hermosos son tus pies calzados con sandalias;
no necesitan aros ni collares tus caderas,
las que tallaron los orfebres;
y yo tu ombligo contemplo,
y sólo veo una copa redonda y rebosante
de vinos aromados...
y tu vientre, ay, como un montoncito de trigo
encinto de azucenas,
gacelas mellizas tus pechos
y tu cuello torre de marfil,
y tus ojos las piscinas de Jesbón, de aguas desbordadas
junto a la puerta de Bat Rabin,
tu nariz, sí, como la Torre del Líbano
que vigila el camino de Damasco,
y tu hermosa cabeza flotando en el aire
como el Monte Carmelo,
con su melena y su púrpura
donde un rey en sus trenzas está preso y ya no sabe [salir.
¡Qué bella eres, cuánta hermosura
amor mío, cuánta delicia!
tu talle es flexible como una palmera
con dos racimos gemelos,
y yo pienso alzarme a la palmera
y cosechar sus dátiles;
tus pechos racimos de uvas,
tu aliento, perfume de manzanas,
el vino más generoso tu paladar manante.
La novia
El vino que va generoso hacia mi amado
y moja sus labios dormidos,
el vino de mi boca, su copa más preciada...
¡Oh, ven, amado mío!
salgamos al campo,
pasemos la noche en las aldeas,
vayamos de mañana a ver los racimos
que en las cepas se ciernen,
si se abren las yemas,
si florece el granado:
allí te entregaré el don de mis amores.
La mandrágora exhala su perfume
y los frutos, amor, inundan nuestras puertas,
los frutos que guardo sólo para ti...
Ah, si fueras mi hermano, criado
por los pechos de mi madre, yo podría
besarte en plena calle sin miedo a los desprecios,
te llevaría de la mano, te metería
en casa de mi madre,
y tú me enseñarías
y yo te daría el aroma de mi vino
y tú beberías del licor de mi granada...
Tu izquierda bajo mi cabeza,
con tu derecha me abrazas...
El novio
¡Ah, muchachas de Jerusalén, yo os conjuro
por las gacelas y las ciervas que en el campo corren,
que no despertéis ni desveléis a mi amor
hasta que quiera!
Eres bella, amiga mía, como Tirsá,
encantadora como Jerusalén,
imponente como un ejército dispuesto para la batalla.
¡Aparta de mí tus ojos, no me humilles con tus ojos!
Tu melena es un hato de cabras descendiendo del monte Galaad.
Tus dientes, un rebaño recién esquilado saliendo de los ríos,
todas con mellizas y ninguna estéril.
Tus mejillas, dos granadas rojas que emergen de tu velo.
Sesenta son las reinas, ochenta las concubinas,
pero mi paloma es única, capricho de quien la engendró:
ante ella inclinan su cabeza las doncellas,
las reinas y las concubinas:
¿quién es ésta que como el alba llega,
como la luna hermosa que como el sol refulge,
imponente como ejército en formación de guerra?
Había yo bajado el huerto de las nogueras
a contemplar la floración del valle,
a ver si las vides se cernían,
si florecían los granados,
cuando mi deseo me subió a los carros de Aminadib,
y yo no lo sabía.
El coro
Vuelve, sulamita, vuelve,
que queremos contemplarte.
El coro
¿Por qué queréis contemplar a la sulamita
danzar entre los coros?
El novio
Ah, hija de príncipe,
cuán hermosos son tus pies calzados con sandalias;
no necesitan aros ni collares tus caderas,
las que tallaron los orfebres;
y yo tu ombligo contemplo,
y sólo veo una copa redonda y rebosante
de vinos aromados...
y tu vientre, ay, como un montoncito de trigo
encinto de azucenas,
gacelas mellizas tus pechos
y tu cuello torre de marfil,
y tus ojos las piscinas de Jesbón, de aguas desbordadas
junto a la puerta de Bat Rabin,
tu nariz, sí, como la Torre del Líbano
que vigila el camino de Damasco,
y tu hermosa cabeza flotando en el aire
como el Monte Carmelo,
con su melena y su púrpura
donde un rey en sus trenzas está preso y ya no sabe [salir.
¡Qué bella eres, cuánta hermosura
amor mío, cuánta delicia!
tu talle es flexible como una palmera
con dos racimos gemelos,
y yo pienso alzarme a la palmera
y cosechar sus dátiles;
tus pechos racimos de uvas,
tu aliento, perfume de manzanas,
el vino más generoso tu paladar manante.
La novia
y moja sus labios dormidos,
el vino de mi boca, su copa más preciada...
¡Oh, ven, amado mío!
salgamos al campo,
pasemos la noche en las aldeas,
vayamos de mañana a ver los racimos
que en las cepas se ciernen,
si se abren las yemas,
si florece el granado:
allí te entregaré el don de mis amores.
La mandrágora exhala su perfume
y los frutos, amor, inundan nuestras puertas,
los frutos que guardo sólo para ti...
Ah, si fueras mi hermano, criado
por los pechos de mi madre, yo podría
besarte en plena calle sin miedo a los desprecios,
te llevaría de la mano, te metería
en casa de mi madre,
y tú me enseñarías
y yo te daría el aroma de mi vino
y tú beberías del licor de mi granada...
Tu izquierda bajo mi cabeza,
con tu derecha me abrazas...
El novio
¡Ah, muchachas de Jerusalén, yo os conjuro
por las gacelas y las ciervas que en el campo corren,
que no despertéis ni desveléis a mi amor
hasta que quiera!
Epílogo
El novio
¿Quién es ésta que sube del desierto
apoyada en los brazos de su amado?
Te desperté debajo del manzano,
allí donde te concibió tu madre,
la que te dio su luz.
La novia
Ponme como un sello en tu corazón,
como un sello en tu brazo,
pues es poderoso el amor como la misma muerte
y como el Seol mi pasión es fuerte e implacable:
saetas de fuego son sus flechas, llamaradas de Yahvé.
No pueden los torrentes apagar la llama,
y no podrán los ríos anegar el fuego,
pues mis pechos son las torres, y yo una muralla
que a mi amado protege en su refugio....
Excalibur
***
________________________________________
© De la
versión, Carlos Morales y Ed. El Toro de
Barro
En caso de reproducción, rogamos se cite la autoría.
En caso de reproducción, rogamos se cite la autoría.
Fascinante, fascinante, fascinante...
ResponderEliminarUmberto Lombardi
(Siena)
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarQué maravilla de poema, qué maravilla! No hay mujer, no hay hombre que no se conmueva ante cosas así, y eso a pesar de que está hecho hace miles de años...ojalá los poetas de ahora pudieras escribir así, cosas que siguieran siendo válidas para los hombres y las mujeres del futuro.
ResponderEliminarY enhorabuena por la traducción...
Cecilia Domínguez.
Creo que a esta traducción se le podrían aplicar algunos de sus propios versos (p.e. "¡Qué bella eres, cuánta hermosura/[... ]cuánta delicia!"). Todo el poema es fluído como música, liviano en su intensidad, alegre como las gacelas y las palomas con las que se compara a la amada. Me ha transportado a un mundo en que el amor está hecho, también, de palabras; o básicamente de palabras, porque son ellas las que atizan el amor y lo exaltan y lo hacen público. Carlos, te felicito efusivamente por esta traducción maravillosa. Comprendo que le hayas dedicado tantos años, porque has conseguido la perfección.
ResponderEliminarUn abrazo y hasta pronto.
¿La perfección? Es una versión excelente, se escucha más en ella a los poetas antiguos de Israel que a Fray Luis de León, que también era conquense, por cierto...
ResponderEliminarAlmudena Sánchez Planells
(Torrevieja)
Precioso...
ResponderEliminarLa verdad es que esta versión del Cantar merece todas las "Canelas finas" que pueda hacer Anson. Yo he leído cosas de Carlos Morales. Su "Libro del Santo Lapicero" es poco común. También asistí a la lectura de su "Danza del Burka", que se leyó en Bruselas con motivo del segundo aniversario del atentado del 11 de Marzo. Y yo me pregunto cómo es posible que la misma persona sea capaz de hacer poemas ran duros y demoledores como este Burka y al mismo tiempo conseguir algo tan tierno, tan maravilloso, tan...como este Cantar de los Cantares...
ResponderEliminarSimone Lerch
(Bruselas)
Es la mejor traducción que he leído nunca, en el sentido de que respeta mejor que ninguna otra el versolibrismo característico de la poesía semítica.
ResponderEliminarEnhorabuena
Paul Schroeder
(Colonia)
Felicitaciones. Es un enorme placer. Muchas gracias.
ResponderEliminarImpresionante.
ResponderEliminarMi más rendida admiración.
Muchas gracias.
Parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros, parte de mi amor a El Cantar... te lo debo a tí, gracias Carlos...
ResponderEliminarMar
La trducción tiene la magia de ir entrando mucho más allá de la palabra hacia un corazón universal. Bellísima interpretación! Enhorabuena. Un besazo
ResponderEliminarToda la persa-alma se regocija como la amada con su amado. He leído textos bíblicos por distintas causas y cauces, pero leer el Cantar en su versión es un deleite como ya lo dicen quienes me anteceden en los comentarios.
ResponderEliminarLo beso y agradezco su estadía en este planeta estremecido.
Gracias Carlos por guiarme hasta este deleite de metáforas y visitar mi casa no como la brisa dejando apenas el perfume de tu energía…has reposado como el nómada a tomar no un te sino un café descansando en los suaves almohadones de mis vocablos…que como incienso y mirra intentan penetrar en las almas que me leen de la esencia que me posee…es mi oasis en medio del desierto de la cotidianidad y en ella he plantado azahares…nardos…aromas de canela que se asoman por doquier ...cada vez que quieras en mi oasis eres bienvenido…te dejo un beso y sigo leyendo … con tu permiso yo me serviré en este caso un relajante té … un beso y mi cariño para ti
ResponderEliminarCuando me referí a tu recreación de este Cantar, aún no había leído el texto. Pero podía intuir su belleza, su fuerza, su estremecido sentimiento, por tu propia trayectoria. Leerlo y descubrirlo es navegar en corrientes submarinas, una especie de danza que no concluye, un voluptuoso itinerario por el amor, ofrenda a la vida que anida en cada ser, cuando hace consciente su propia infinitud. Tú abres en otros ese pasaje de flor. ¿Acaso no se prende de ti? Dice Ernesto Sábato: A la vida le basta el espacio de una grieta para renacer.
ResponderEliminarEl traductor es el poeta que nos abre camino a una obra sublime de los albores de la humanidad; es quien en última instancia nos abre la fruta del sabor más deleitoso. En cada acto se percibe el esfuerzo de un parto doloroso, que compromete toda la tierra y es capaz de conducirnos a la luz, que se va develando en el más bello rosicler.
ResponderEliminarEsta versión Carlos, en su preciosa perfección, se ha convertido en mi referente para toda la poesía.
ResponderEliminarComo ya te han dicho otros, es una versión maravillosa, Carlos. Muchísimas gracias por este magnífico regalo (y por todos los que continuamente nos haces).
ResponderEliminar¡¡¡Una maravilla!!!
ResponderEliminarAmor-pasión... metáforas que subyugan.
Gracias por estar mi imagen entre este hermoso texto.
Gracias de nuevo:
ResponderEliminarha sido un regalo de cumpleaños precioso.
Espero que alguna vez mis poemas puedan figurar en tus no menos preciosas ediciones.
Hola. yo soy una amiga de Myriam Iturra, hace unos dias, sabiendo de mi pasión por el Cantar de los cantares, me recomendo tu sitio. Ahora mismo tengo poco tiempo pero lo que vi, me ha subyugado. esta noche, al finalizar mi jornada volvere por ti, y por Mi amado, por supuesto. Espero sigamos en contacto. No se si este comentario saldrá anónimo, porque no me pidió identificarme, en todo caso, mi blogger es ALTAZOR, mi correo rosi43@gmail.com
ResponderEliminarEnvié un largo comentario, presentándome y agradeciéndote. No lo encuentro...te habrá llegado????
ResponderEliminarSoy amiga e Myriam Iturra
Es todo un logro esta versión de una sensualidad poderosa entrado en años regreso al hogar y a la infancia y a mis lecturas del Cantar de los Cantares y ahora leo esta miel silvestre que has puesto en cada palabra, este ambiente que has sabido recrear maravillosamente y mejorado con espíritu y la fuerza de su propio misterio original. Siempre quise saber pensar y sentir el extraño simbolismo que tiene esta historia.Ahora veo que mucho tiempo pensé en un amor místico, mágico tanto como imposible. Pero vos me has traído "otro tiempo verbal en estos versos" Un tiempo mítico no alterado por modernidades donde el amor guarda aun su fuerza, pasión y encanto originales.Gracias querido Carlos por esta mirada dulce y humana del Cantar.
ResponderEliminarLa literatura religiosa, Hector, ha aceptado la idea del Cantar como una alegoría del amor místico sin ningún problema teológico. Pero la mayoría de los filólogos piensan que el Cantar no es sino una acumulación de cantos nupciales laicos de distinta índole que, de no haber sido recogidos y pespunteados por la literatura sagrada allá por el siglo VI antes de Cristo, probablemente no habrían llegado a nosotros. Muchos de esos cantos formaban parte del folclore amoroso de amplias zonas de Oriente Medio, como evidencia la similitud de metáforas e imágenes, tan características de la literatura semítica incluso hoy en día. Yo asumí el riesgo de presentar cada uno de estos cantos como un acto de un gran drama de amor, atendiendo a la naturaleza teatral de muchos de sus diálogos. Fue un risgo que asumí como tal, aun cuando sé que los que saben mucho más que yo piensan que El Cantar no es sino una "acumulación" muy afortunada de cantos dispersos.
ResponderEliminarSiempre vuelvo al Cantar de los Cantares.
ResponderEliminarTe había leído hace años y reconozco que estaba ofuscada porque siempre pensé que poesía y poeta debían ser una unidad indestructible a la hora de asumir compromisos.
Hoy sé que no es esta la tesis triunfal
Cada nueva versión de este poema bíblico es siempre conmovedora.
Si es una recopilación afortunada o si se trata solo un poema, ni siquiera es importante porque es la fuerza de la poesía amorosa la que llega a nosotros, gracias a las traducciones míticas, como la tuya.
Me dejó sin aliento, bello, perfecto, vivo, erotismo hecho poesía.Regresé al poema que de niña y de joven leí, sin duda es lo mejor del Cantar de los Cantares, me encantó, gracias
ResponderEliminarAy, qué placer.
ResponderEliminarVeintisiete siglos después
reposa la cabeza sobre la izquierda del amado y su derecha se ciñe a la cintura de la novia, y sigue descendiendo un rebaño de cabras jubilosas por las laderas del monte Galaad, y perfuman los azafranes y los nardos, y el granado florece.
La misma miel sigue enfermándonos de amor y el rocío cayendo esta madrugada sobre las viñas sin guarda.
Gracias por esta resurrección.